Injusticia radical

Por: Ramón Guillermo Aveledo

@aveledounidad

Multitudes esperan transporte para ir a trabajar. La escena del amanecer en el Barrio El Limón, a orillas de la Caracas-La Guaira es la misma del Municipio Sucre con la gente que sale de los barrios, en las escasas y atiborradas unidades en Maracay o en el Oeste y el Norte de Barquisimeto, el Sur de Valencia, el oeste de Maracaibo. Allá se llama chirrincheras y en la capital larense rutachivos, los defectuosos, e incluso riesgosos, “resuelves” improvisados. Las escenas se repiten en cualquiera de nuestras ciudades. La lucha de cada día por la supervivencia empieza a oscuras y ya no basta levantarse temprano. Hombres y mujeres que llegan tarde y cansados a su trabajo; niños, jóvenes y maestros que llegan tarde y cansados a clase, tras la incertidumbre de no saber si hoy podrán lograrlo.

Lo que está en juego es mucho más que un sistema de transporte colapsado como casi toda la economía venezolana, por causa del terco empeño de los que mandan en imponer un modelo que no funciona aquí, como no ha funcionado en ninguna parte. Es inhumano someter día tras día a tantas personas a esas pruebas de resistencia. Sobre todo a los que siendo más pobres, no se conforman y quieren trabajar o estudiar. Es como si fuera un castigo por querer superarse. Como si alguien quisiera transmitirles que se dejen de eso. Que no se molesten. ¿Para qué?. Es profundamente injusto. Radicalmente injusto.

Se desvaloriza el trabajo porque requiere un inmenso esfuerzo poder llegar a trabajar y después lo que se gana vale muy poco, pues cada vez sirve para comprar menos. Y si le pones empeño o no, acaba siendo lo mismo. Verdades que nos enseñaban en la casa como al que trabaja duro le va bien o el que ahorra siempre tiene han caído en desuso, porque esforzarse rinde poco y en hiperinflación no hay ahorro que valga.  Así se empobrece la vida. Es la dignidad de las personas la que no se respeta. El grupito aprovechador no sufre esas calamidades. Anda en enormes camionetas importadas que no se ven en los concesionarios. Aire acondicionado y blindaje los separan del resto de los mortales. Su legión de escoltas es su aporte al empleo que desaparece en sectores productivos. Lo pagamos todos. Los treinta millones de venezolanos que se la calan o se van. Lo que llaman socialismo del siglo XXI es consumismo para el grupito y comunismo para todos los demás.

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