Por Francisco Graterol Vargas
En el año 2016 casi todos los fines de semanas nos dábamos cita en el estadio “Rafael Carvajal Cobos” de La Beatriz para aupar junto a Carmen, Helen y Carmencita a Brandon, el nieto que jugaba para los Lobos de La Beatriz.
César Segovia, exjugador amateur estaba al frente de la academia beisbolera. Gran cantidad de niños en diferentes categorías, desde la categoría Compotica de 6 y 7 añitos hasta el prejunior 14-15 años acudían a los entrenamientos. Esta escuela fue fundada en septiembre de 1993 por Pedro Torres, tío de Miguel Cabrera, Carlos García, Oscar Quintero, Alfredo Segovia y naturalmente Cesar Segovia.
En una temporada decembrina el jovencito Miguel Cabrera visitó a Valera junto a su progenitora Gregoria a quien llamaban Goya a visitar a Pedro Torres, propietario de un Dojo en la avenida Bolívar, tío suyo y demás familiares asentados en la Ciudad de las 7 Colinas.
Nadie llegó a imaginarse que Miguelito, vendedor de fuegos artificiales navideños junto a sus primos en Valera, llegaría con el correr de los años en convertirse en el más grande pelotero venezolano en la historia y posiblemente en el próximo miembro de El Salón de la Fama de Cooperstown luego de una excelsa carrera donde bateó 3.174 hits y 511 jonrones. Historia ampliamente conocida por los seguidores de la pelota de grandes ligas.
En esa época, Miguel debía estar activo porque ya los ojos del mundo se fijaban en aquel muchacho de auspiciosa carrera en las categorías menores incluso representando a Venezuela. Por eso su tío Pedro, lo llevó a la escuela de “Los Lobos “para que recogiera y diera sus batazos en el campo beisbolero valerano .Pedro ya entregó su alma al creador pero su hija Kariu quien representó en Karate a Venezuela y Miguel Antonio sobreviven. Este tiene un Dojo en Valera con el nombre de Pedro Torres.
A los 13 años, Miguelito delineó su futuro. Le comunicó a su padre, Miguel Cabrera y a su madre Gregoria Torres, que deseaba convertirse en pelotero profesional y recibió una serena respuesta: “Debes dedicarte a eso y a tus estudios, trabajar bastante para lograr esa meta”, y a partir de ese momento, relata Goya, “comenzó a aplicar ese consejo. Salía del liceo Andrés Bello, donde se graduó, a la 1 de la tarde, almorzaba y después practicaba hasta la 6 pm”. Y en su visita a Valera debía seguir la rutina de sus entrenamientos. Vacaciones con béisbol.
De ahí vino su amistad con César Segovia hasta el punto que más tarde cuando se casó con Rosangel, su novia desde la época estudiantil del barrio La Cooperativa, cercano a La Pedrera, donde vivía la familia Cabrera Torres, el entrenador valerano y su familia fueron invitados a la ceremonia eclesiástica que se llevó a cabo el 12 de junio de 2002 en La Pedrera, estado Aragua.
LA ESTIRPE BEISBOLERA DE LOS CABRERA TORRES
A los Torres les corre el juego de pelota por la sangre. La casa de la familia colinda con un campo de pelota donde su hermano David, ya fallecido y considerado el primer maestro de Cabrera, tenía una escuela de béisbol menor. David y José, su otro hermano, jugaron a nivel profesional. Sus hermanas María, Bertha y Juana también jugaban softbol.
Su mamá, doña Goya como la llamaban, forjó su propio nombre en el diamante como miembro de la selección venezolana de softbol femenino y de distintos combinados estatales de Carabobo, Aragua y Lara, 14 años de carrera con la selección de Venezuela, incluyendo una participación como tercera base y receptora en el Mundial de Softbol Femenino de Taiwán en 1982, un año antes de que naciera Miguel. “Ahí quedé en el equipo Todos Estrellas”, mencionó orgullosa al recordar tal acontecimiento.
Su padre fue jugador aficionado y también tuvo mucho que ver con la formación de Miguelito ya que lo dirigía y lo orientaba desde niño con la compañía de Goya.
EL REENCUENTRO CON CESAR SEGOVIA
Si mi memoria no me engañaba en una conversación con César Segovia me dijo que había estado en el matrimonio de Miguel Cabrera. Sin embargo, craso error con el pasar de las hojas del almanaque aquello quedó en el olvido pese a que había estado circulando una foto de Miguel en su incursión por la escuela de Los Lobos de La Beatriz.
¡Desperté! Vamos tras César. A buscarlo en La Beatriz. Su número telefónico se había ido en un potecito que pasó a mejor vida “hace unas cuantas lunas”. Llamé a Mauricio Ríos, amigo, expelotero para que me contactara a Segovia. Al rato me devolvió la llamada. “Cesar se fue para los Estados Unidos, pero llama a Manolo, uno de los entrenadores ahorita de “Los Lobos”. Misión cumplida.
Figúrense ustedes el abrazo telefónico que nos dimos César y yo. Le pregunté si era un sueño o si fue verdad lo de sus asistencia al matrimonio de Miguel Cabrera.
Casi me caigo como Condorito cuando me dijo que me iba a mandar las fotos, que de paso, yo que he leído tanto de Miguel Cabrera a través del Dr Google jamás he visto una gráfica de ese momento tan importante en la vida de nuestro héroe deportivo. Inédito, las que hoy verán ustedes a través de Diario de Los Andes y como una gráfica vale más que mil palabras con ellas contaremos la historia de entonces.
-¿Qué haces en Estados Unidos?
“Estoy en Evansville, en Indiana. Donde junto a mi hijo Alejandro entreno niños de 4 a 12 años de ascendencia latina”.
Mientras tanto aquí en La Beatriz, la historia de Los Lobos continúa ya que unos 50 niños son entrenados por Manuel Briceño, Rafael Santana, Edward Colmenares y Gabriel Segovia, sobrino de César Segovia.
Como decía don Beto Perdomo, cuéntenle a sus amigos de estas dos historias inéditas, el matrimonio de Miguel Cabrera (fotos) y los Lobos de Evansville en Indiana con el valerano, César Segovia, quien mantiene su amor por los “Lobos de La Beatriz” desde la distancia.
¡Feliz navidad, jojo!.
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