Eccio León R.
@el54r
La humanidad ha conocido todo tipo de bajezas provenientes del poder, crueles dictaduras prolongadas de todo tipo, reinados de arrogancia ante la miseria imperios cuya gloria han descansado en el hambre de los sometidos, teocracias encumbradas en la ignorancia y el temor de sus pueblos, e incluso democracias imperfectas favorables solamente a unos cuantos.
Toda esa mezcla de tiranías, el ser humano ha tenido que hacer frente o escapar en algún momento, convirtiendo a la humanidad en un constante éxodo migratorio de eternas voluntades truncadas. ¡Qué absurdo! La verdad es que esto demuestra lo vacía que está la gente por dentro.
Nuestra sociedad actual es pura fachada, predomina la mentira, la adulación barata, las medias verdades, el engaño, la ley del más fuerte. Anteponemos lo material que a las personas, Los únicos intereses que nos mueven son nuestros problemas, nuestro confort, los problemas de los demás nos dan exactamente igual.
Para quedar bien, utilizamos los mejores argumentos adornados con frases hechas, y a veces, incluso, dejamos boquiabiertos a quienes nos escuchan, pero nuestro discurso de solidaridad, igualdad, coherencia, responsabilidad, libertad queda anulado porque nuestros hechos lo desmienten.
La hipocresía se define como la negativa a aplicar en nosotros mismos, los mismos valores que aplicamos en otras personas. Simplemente la incoherencia entre lo que se defiende, lo que se dice, y aquello que se hace.
Tal incongruencia no es producto de un error ingenuo, sino que es producto de la conveniencia táctica, usada para acomodar situaciones y adaptarlas de manera oportunista al objetivo personal de ganar espacios en un mundo ante el cual, si nos presentamos como somos quedaríamos fuera de lugar.
Frente a la hipocresía está la honestidad, la honestidad es una cualidad humana que consiste en comportarse y expresarse con coherencia y sinceridad, y de acuerdo con los valores de verdad y justicia. En su sentido más evidente, la honestidad se entiende como el simple respeto a la verdad en relación con el mundo, los hechos y las personas.
La honestidad implica la relación entre la persona y los demás, pero también de la persona consigo misma. En medio la amistad y la solidaridad, Vivimos en un mundo egoísta e hipócrita porque, entre otras razones, nos da miedo el compromiso, esperamos que la solidaridad venga de los otros, porque estamos tan aferrados a posesiones, sillones, espacios reales o ficticios que nos cuesta demasiado desprendernos de lo más mínimo. El buen compañero no te abandona en las dificultades, no te traiciona, nunca habla mal de ti, ni permite que en tu ausencia seas criticado, sale a tu defensa. Frente a estos están los hipócritas. Nunca se alegran de tus logros, hablan a tus espaldas y envenenan a otras personas en relación a ti, cuando están contigo eres lo mejor, todo es halago jamás aceptan que se han equivocado, fuiste tú. No aceptan que otras personas triunfen, y si lo has hecho algo hiciste para que fuese así.
Solemos decir que a la gente se le conoce en los momentos de la verdad. “Siempre fue así, pero nunca lo percibe nadie en su auténtica dimensión hasta que sufre el zarpazo de la hipocresía, la insolidaridad”. La gente se atrinchera en su miedo, pierde sentido la palabra amigo, compañero. Es la vida , te ha tocado a ti, mala suerte. Yo, a lo mío. No pienso mover un dedo, no sea cosa que, por defenderte, me metan a mí también en el lío.
Ni protestamos metiéndonos en el redil de los silencios, huyendo del problema de los compañeros, de los amigos, No queremos saber nada de lo que pueda ocurrir a nuestro alrededor. Primero, nuestro pellejo, luego ya veremos. Nos abstenemos de opinar sobre las injusticias que se producen ante nuestras narices, tampoco nos atrevemos a incomodar a los jefes intercediendo por buenas personas, buenos profesionales, buenos trabajadores, excelentes empleados, que no merecen ser despedidos o que lo merecen mucho menos que nosotros mismos. Es la crisis, es la hora de meter la cabeza bajo tierra.
Frente a estos, como decía al principio, aparecen los hipócritas, los oportunistas y los indiferentes, que de manera táctica utilizan estas situaciones para su conveniencia adaptándolas a su objetivo personal de ganar espacios a costa de lo que sea, y de quienes sean. Esa ha sido la historia de esto que llamamos mundo. No habido una etapa plena de paz ni de felicidad, de verdadera estabilidad económica ni de seguridad política. Nuestro mundo vive momentos de grandes penurias ante la vista cómplice de la mayoría. La indiferencia, el oportunismo y la hipocresía son el deporte preferido de nuestras sociedades.
En fin, no se hunde el mundo por hacer creer que compartimos una sonrisa que no sentimos, o una pena que en nuestro interior se disuelve en indiferencia, a no ser, que en vez de hacerlo ocasionalmente y en situaciones sin importancia, lo convirtamos en norma y siempre con motivaciones egoístas, siempre para protegernos y aprovecharnos de la generosidad de los demás.