En la anterior entrega (Parte III) culminamos describiendo y calificando a este régimen, tomando para ello lo afirmado por el destacado economista y profesor universitario García Larralbe en su artículo titulado “¿Dónde nos encontramos? Una aberración que ha durado demasiado”, publicado el 11 de enero de 2021, en lapatilla.com., y conforme al mismo se afirma que su verdadera caracterización es de fascista o neofascista, dada la consustanciación del régimen con acciones de fuerza y de violencia por parte de militares corruptos, autoridades civiles y bandas paramilitares, por cuanto comparte sus métodos totalitarios o proto-totalitarios, disfrazados de un populismo excesivo que pretende aparentar como protectores del pueblo. Por ello, el citado articulista expresa que “ahora la ideología no ejerce la función de inspirar un proyecto político, en pugna con otras opciones de poder, sino como burbuja en la cual refugiarse para escapar de la realidad del mundo circundante, resistente a sus propósitos. Sirve como credo para invocar lealtades y reclamarla obsecuencia de sus partidarios. Edifica una realidad falsa, conformando una secta de fanáticos que se identifican con ella, refractaria a toda posibilidad de convivencia con quienes piensan diferente. Sus nociones de verdad y de razón se construyen a partir de su funcionalidad para con el ejercicio del mando y la preservación de sus oportunidades de lucro, no de su capacidad para explicar la realidad existente, mucho menos como referencia para proponer soluciones. Representa un blindaje contra acuerdos de política basada en criterios racionales aceptables para los demócratas. Éstos deben ser aplastados. Las objeciones desde afuera, señalando los sufrimientos de la población, en absoluto lo perturban”.
El régimen ha encapsulado la expoliación del país en la alegoría comunista, en la cual ha basado la destrucción del Estado de Derecho, bajo la tilde de ser un Estado burgués y someter las fuerzas del mercado y sustituirlas en el reparto de riquezas y del producto social con elementos y criterios políticos. La destrucción del sistema económico del Estado la justifica en una retórica de “guerra económica” que ataca a la revolución bolivariana por parte del imperialismo y de la burguesía. De igual modo esa alegoría comunista ha servido de base para la criminalización de cualquier forma o medio de protesta, la cual califican de terrorista y castigan bajo esa penalidad, justificando todas sus tropelías siempre que ello contribuya a recubrir a sus partidarios en torno a las mismas.
Todo lo anteriormente expuesto, son muestras de que toda actividad del régimen se manifiesta en inconstitucionalidad, violación de derechos humanos y corruptelas.
Respecto a la corrupción del país, es preciso señalar que conforme a la prestigiosa organización Transparencia Internacional en su edición 2020, que califica a 180 países y territorios por sus niveles de corrupción (IPC) en el sector público, basándose en 13 evaluaciones y encuestas a expertos y empresarios, revela que Venezuela aumenta su percepción como país corrupto, mientras continua descendiendo su calificación en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) a registrar en 2020, año marcado por la pandemia mundial del COVID-19, unos escasos 15 puntos en una escala de 100. En la evaluación anterior, el país obtuvo una puntuación de 16. Desde 2012, Venezuela cae en las posiciones, y ha pasado del puesto 165 al 176, para ubicarse entre los cinco países con más bajo desempeño, y tener la tercera calificación más baja. Además, Venezuela es percibido como el país más corrupto del continente americano.
José Francisco Conte C.
Abogado y Profesor Universitario