Importancia de conocer la verdad para una democracia | Por: Ernesto Rodríguez

Desde tiempos inmemoriales se ha considerado que mentir y ser falso es condenable. Por ejemplo, recordemos a Homero (siglo 8 A. de C.?) y su obra:  ‘Ilíada’ donde Aquiles dice: “Yo odio al hombre que dice una cosa distinta a la que piensa” (Libro IX, 310). Igualmente en la Biblia se dice: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo!” (Isaías, 5: 20). De hecho, el filósofo alemán I. Kant (1724-1804) no aceptaba mentir bajo ninguna circunstancia. Así, en su ‘Metafísica de las costumbres’ (1797) dice: “La mayor violación del deber del hombre para consigo mismo, considerado únicamente como ser moral (la humanidad en su persona) es lo contrario de la veracidad : la mentira” (Doctrina de la virtud, Doctrina ética elemental, sección 9). No obstante, otros filósofos han considerado que en casos excepcionales se puede mentir. Por ejemplo el filósofo griego Platón (427?-347 A. de C.), en su obra: ‘La República’ describe una sociedad ideal y plantea que el gobernante debe ser un ‘filósofo-rey’ de gran sabiduría. Sin embargo, Platón justificaba que ese gobernante puede mentir en casos excepcionales. Así, en la obra Sócrates (469-399 A. De C.) dice: “Debemos valorar mucho la verdad”. Pero unas líneas después dice: “Si algunas personas tienen el privilegio de mentir, esas personas son los gobernantes, a quienes se les debe permitir mentir a los enemigos o a los ciudadanos, siempre que mientan por el bien de la comunidad” (Libro III, 389 b-c). Otros autores como el estadista italiano N. Maquiavelo (1469-1527) justifican el uso de cualquier método inmoral. En su obra: ‘El Príncipe’ (1513) dice: “En las acciones de los hombres […] el fin justifica los medios” (Cap. 18). Además Maquiavelo era muy embustero y lo reconoce en una carta a su amigo Francesco Guicciardini en la que dice: “Por mucho tiempo yo no he dicho lo que yo creía, ni he creído lo que he dicho, y si a veces digo una verdad, la digo envuelta entre tantas mentiras, que es difícil encontrarla” (1).

Por otra parte, es muy bien conocido que los gobiernos totalitarios recurren a la mentira para manipular. La sátira más cáustica de esa mentalidad es la distopía titulada: ‘1984’ publicada en 1949 por el escritor inglés George Orwell (1903-1950). En una parte de la novela Winston Smith es apresado y torturado. Le muestran 4 dedos pero le obligan a decir que hay 5 dedos si el ‘Partido’ le dice que hay 5 dedos. Cada vez que él se niega a decir que le muestran 5 dedos le aumentan la intensidad de la tortura (Parte Tercera, Cap. II). De manera similar Adolf Hítler (1889-1945) reconocía que usaba la mentira. Así, en una ocasión dijo: “Nosotros estamos ahora al final de la Era de la Razón […] No existe una verdad ni en el sentido moral ni en el sentido científico” (2). Como consecuencia lógica dijo en otra ocasión: “Yo no reconozco ninguna ley moral en política. La política es un juego en el que todo tipo de trampa es permisible” (3). Asimismo, Hítler en su obra: ‘Mi Lucha’ (1924-1926) recomienda la utilización de las grandes mentiras: “La magnitud de una mentira siempre contiene un factor de credibilidad, porque las grandes masas de la población, en el fondo más profundo de sus corazones, tienden a ser corrompidas, pero no son malévolas de una manera consciente y premeditada. Por eso, debido a la simplicidad primitiva de sus mentes, tienden más fácilmente a ser víctimas de una gran mentira que de una mentira pequeña” (Vol. I, Cap. 10). La autora alemana Hannah Arendt (1906-1975) en su obra: ‘Los Orígenes del Totalitarismo’ (1951) (4) describe el uso de la mentira en los sistemas totalitarios: “Hay que añadir la terrible fascinación desmoralizante sobre la posibilidad de que monstruosas falsedades puedan establecerse como hechos incuestionables […] que la diferencia entre verdad y falsedad puedan dejar de ser algo objetivo y convertirse en una mera cuestión de poder y astucia, de presión y repetición infinita” (Cap. 10, pag. 323).  Citemos otro fragmento: “La persona ideal para un gobierno totalitario […] es una persona para la cual la distinción entre hecho y ficción, y la distinción entre verdadero y falso ya no existen” (Cap. 13, pag. 474). Dicho en otras palabras, la persona ideal para un gobierno antidemocrático es un ciudadano lerdo incapaz de analizar la realidad.

Uno de los autores que mejor ha expresado el daño que sufre un pueblo sometido a la mentira y obligado a mentir, ha sido el escritor ruso Boris Pasternak (1890-1960) que fue censurado en la URSS y ganó en 1958 el Premio Nobel de Literatura. En su obra: ‘El Doctor Zhivago’ (1957), el Dr. Zhivago dice: “Tu salud se afectará si, día tras día, tú dices lo opuesto a lo que sientes, si te arrastras ante lo que te disgusta” (Cap. 15, sección 7).  NOTAS: (1) Pag. 474 en ‘Random House Webster’s Quotationary’. Edited by Leonard R. Frank (1999). Random House (2) Pag. 188 en Noretta Koertge (Ed.) (2005) ‘Scientific Values and Civic Virtues’. Oxford Univ. Press (3) Pag. 618 en ‘Random House Webster’s Quotationary’, Op.Cit. (4) Hannah Arendt (1951) ‘The Origins of Totalitarianism’. Harcourt Inc.  Los fragmentos se han tomado de esta edición.

 

(ernestorodri49@gmail.com)

 

 

 

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