Nota de Prensa Diócesis de Trujillo.- Cada 14 de enero la población de Escuque vive una intensa manifestación de piedad popular con las fiestas de su patrono el Niño Jesús. No fue distinto el pasado sábado cuando miles de devotos, tanto del pueblo como de otros lugares de la geografía regional y nacional, hicieron acto de presencia para venerar la imagen cuatricentenaria. Desde la madrugada y durante todo el día se celebraron eucaristías con la masiva asistencia de feligreses. La misa central, celebrada a las once de la mañana, fue presidida por Monseñor José Trinidad Fernández Angulo, obispo de Trujillo, quien por primera vez dirigía este esplendoroso acto litúrgico.
La ceremonia se inició con la procesión de entrada desde la casa parroquial, aledaña a la iglesia. Acompañaron al obispo cerca de veinte sacerdotes, diáconos, seminaristas y religiosas. En el templo repleto de feligreses se hicieron presente las autoridades municipales. La música de viento acompañaba el paso de los clérigos en la calle y los cantos litúrgicos dirigidos por el coro parroquial se interpretaron con gran esmero y solemnidad.
“Las imágenes religiosas nos recuerdan el arraigo a nuestro terruño y la referencia a Dios fuente de todo bien. Por eso concurren tantos visitantes que, movidos por la fe y la devoción, esperamos el milagro del amor de Dios que es la única fuerza del bien que vence el mal” dijo el obispo al explicar la historia de la devoción al niño que se originó siglos atrás cuando una familia española, huyendo de los peligros, trajo consigo la sagrada imagen al poblado andino y que atrae a miles de devotos en busca o en agradecimiento por algún favor o milagro. “Tener a Dios en nuestra mente consiste en amarlo con todo el corazón, con toda nuestra alma, con todo nuestro ser. Allí radica el verdadero milagro que Dios quiere obrar en todos los pueblos del mundo”, señaló el prelado.
Aprovechó el pastor diocesano durante su homilía para explicar la relación y enseñanza que la Palabra de Dios, proclamada en la Santa Misa, puede tener en cada creyente para lo cual es necesario tener la mentalidad sencilla de los pastores que fueron a Belén y reconocieron al niño en los brazos de María y José. Así mismo se refirió a la exigencia de tomar conciencia de que celebrar unidos a Jesucristo nos hace necesariamente personas de fe, capaces de creer que Nuestro Señor nos puede unir como un solo pueblo, reconociendo la dignidad del otro como alguien valioso, perdonando, reconciliándonos y combatiendo la cizaña que el maligno pone en nuestros corazones. De este modo podremos vivir la solidaridad evangélica a la que nos invita constantemente el Papa Francisco.
“Solo Dios hace nuevas todas las cosas. En el Niño milagroso de Escuque ponemos nuestros anhelos y esperanzas, así como la de todos los venezolanos que desean una nación consagrada al Santísimo Sacramento. Seamos tejedores de nuevas y mejores historias superando las diferencias que obstaculizan el perdón y la reconciliación; en palabras del apóstol Pablo a la Gálatas ya no hay judíos ni griegos, porque somos uno en Cristo Nuestro Señor” dijo el obispo.
Monseñor Trino, como se le conoce cariñosamente, se mostró complacido de presidir por vez primera esta solemnidad como obispo de Trujillo. Felicitó al párroco y a su equipo de trabajo, así como los nemorosos devotos que anualmente se esmeran en darle realce a la hermosa tradición cada 14 de enero.
Aprovechó el obispo para referirse a la devoción que el pueblo católico trujillano tiene a la santísima Virgen, invitando a los presentes en el abarrotado templo de Escuque y a quienes seguían la misa por la radio a visitar en peregrinación la catedral de Trujillo donde se venera la colonial imagen de Nuestra Señora de la Paz, patrona de la diócesis, cuya fiesta central será el próximo 24 de enero.
La eucaristía culminó pasada la una de la tarde. La ocasión fure propicia para que, al salir la procesión de obispo y concelebrantes, numerosos fieles se acercaran a saludar y compartir con el pastor diocesano.
Tradición escuqueña
La parroquia donde se venera la pequeña y hermosa talla colonial, originaria de España, lleva por título Dulce Nombre de Jesús de Escuque. La llegada de la imagen se remonta a las primeras décadas del 1600 procedente de la localidad de Gibraltar en las riberas del Lago de Maracaibo. Trasladada y donada al pueblito por la familia española Guanches y Cerrada, su devoción se arraigó rápidamente no solo en los escuqueños sino en muchísimos fieles del territorio nacional.
Desde este tiempo en Escuque el mes de enero tiene una connotación religiosa muy especial por las fiestas de su patrono. Los actos comienzan con la alegre y devota bajada de la imagen que permanece durante todo el año en un nicho especial, ubicado sobre el altar mayor. Le siguen múltiples manifestaciones de fe y la visita de peregrinos. La novena de misas preparatorias se celebra en el templo parroquial organizadas por los grupos de apostolado y sociedades religiosas. El día central las misas se suceden una tras otra con el templo colmado de fieles. La multitidinaria procesión se realiza en horas de la noche. No faltan en el pueblo las fiestas populares. Durante el mes, y particularmente después del catorce, continúan las manifestaciones de fe en los sectores del pueblo. Desde el año pasado se estableció también la costumbre de celebrar, cada 30 de enero, la fecha en que el beato José Gregorio Hernández fue bautizado en aquel templo donde se conserva la pila bautismal.
El templo parroquial de Escuque es una de los más vistosos de la región. Suplantó al antiguo templo colonial y es muy querido por los pueblerinos. Una numerosa sucesión de párrocos ha llevado a cabo la obra pastoral y de evangelización que tantos frutos de fe han producido para la Iglesia. El párroco actual, presbítero Miguel Monsalve, además del constante trabajo pastoral, está llevando a cabo la restauración del inmenso templo, capilla por capilla. En los próximos días comenzará con la cúpula del altar mayor. Además de los grupos apostólicos y servidores, en Escuque funciona también el comité de adornos y decoración que cada año se luce con los hermosos arreglos del templo y de la sagrada imagen.
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