Iglesia San José. “Los coscorrones de Monseñor Cardozo”/ Por Alfredo Matheus

Sentido de Historia

 

 

El 19 de marzo del 2024, se celebra el día de San José, mi amigo, el padre Pedro, botará la casa por la ventana con la realización de llamativas actividades religiosas, culturales, deportivas y sociales… San José, sobresalió como excelente carpintero, esposo de María y padre de Jesús de Nazaret… Soy seguidor del “Cristo callejero”, el mismo que bajó de lo alto del pedestal para ir al reencuentro de la gente más humilde de nuestras comunidades.

 

 

A buen coscorrón…

 

Hace 58 años era uno de los curas más “come candela” que tenía la ciudad de Valera… Quien esto escribe tenía siete años de edad, un sábado por la mañana estaba en catecismo en la iglesia San José, conversaba muy animado con otros muchachos, en segundos, vi estrellitas a causa de un señor coscorrón que me obsequió Monseñor Cardozo… En otra oportunidad, las campanas estaban un poco bajas, empecé a tirarle pequeñas piedras para gozarme el tilín- tilán. En ese momento sentí un jalón de orejas que vi al propio diablo, Monseñor me dijo con voz de mando: «muchachito, las campanas no se tocan a las 11 de la mañana, sino, a las 5 de la tarde para invitar a la santa misa”.

 

Más y más historias…

 

La parroquia San José, la recuerdo con mucho cariño a pesar de los “coscorrones de Monseñor Cardozo”, allí compartí momentos muy agradables de mi infancia. Jamás olvidaré a uno de mis catequistas; el profesor Toño Vale, gran escritor de la comarca.

 

Personajes que Vivian en las cercanías de la iglesia…

 

“La gorda Cabrita”, pesaba unos doscientos kilos de buena manteca. Si le gritaban el sobrenombre entraba en “rabia mayor”, si llegaba a alcanzar al “mamador de gallo”, le aplicaba una llave de luchador, lo lanzaba al suelo y se le sentaba encima, ya, cuando el “jodedor” estaba asfixiándose, la dama se levantaba y con una sonrisa de “oreja a oreja”, le recordaba; «Yo me llamo; la señorita Cabrita”.

 

“Chuy el zapatero”

 

Se hacía llamar “el cirujano de los zapatos”. Su taller quedaba en la Av. 14. Era un ameno lugar para el encuentro vecinal, allí se tumbaba y se criticaba al gobierno de Rafael Caldera hasta las 12 del mediodía, hora en que se hacía presente “el síndrome del hambre” , se dejaba de “echar pestes” contra el gobierno y los parroquianos marchaban a sus casas a “meter los pies bajo la mesa”.

 

“El Abuelo”

 

Vivía cerca de la calle 15 con Av. 14. Recorría la ciudad en un viejo Chevrolet que había que estar empujándolo… Al escuchar el grito vagabundo de ”Abuelooo”, al sexagenario le daban unas “rabietas” que lo hacían pegar un frenazo, sacaba debajo del asiento un afilado machete, y se lanzaba por esas calles a perseguir a quien le había recordado el nombre que más detestaba por aquello de: «no me jodan, yo no tengo nietos en la calle”.

 

“El Loco Pancho”

 

 

Recio peleador callejero. Una fuerza de toro que muchos envidiaban. Trabajador empedernido. Le encantaba la música de Julio Jaramillo, en la rockola del bar El Porvenir (calle 14 con Av. 15) se escuchaba hasta 8 veces la canción; “mi muchachita, no la dejes morir”, nadie podía decir “ni pío” porque un manazo de Pancho era para recordar toda la vida.

En el momento en que quedaba sin un bolívar en el bolsillo, el veterano peleador, anunciaba a la concurrencia: “Pancho está más limpio que bolsillo de desempleado”, por lo tanto, voy a apostar que aguanto un minuto con mi mano puesta en la cuchilla de electricidad de 120 voltios, todo a cambio de una caja de cerveza… El ambiente se transformaba, los parroquianos observaban conmovidos cómo los corrientazos hacían temblar al corpulento gladiador de la calle 13… Todo volvía a la normalidad y Pancho iba reuniendo los 50 bolívares para la compra de la caja de cerveza, y continuar escuchando la canción de Julio Jaramillo; “ mi muchachita, no la dejes morir”.

 

 

Otros personajes vecinos de San José…

 

 

Nazario, elaboraba una colita tan sabrosa que la gente le hacía cola… El bodeguero Juvenal Valbuena, pesaba más de 200 kilos, pero en el negocio se movía como peso ligero… Trino Arismendi vivía peleando con los pordioseros de la época cada vez que estos llegaban a la bodega: «Señor Trino, regáleme un pedacito de queso para rellenar este pan salado”. –Carajo, muchacho, usted no sabe leer, afuera dice: «bodega el pobre negro”. Era solo por “echar vainas”, en minutos le obsequiaba queso y mortadela para rellenar el pan que Don Mario Jerez, les había obsequiado en su panadería de la calle 15.

 

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