El artículo anterior, Estrategia Invisible, merece continuarlo para tratar de explicar este fenómeno comunicacional trasladado como tal, como fenómeno, a la sociedad venezolana, traducido en una peligrosa fragmentación de sus bases elementales, conduciendo a la sociedad a una guerra de todos contra todos. Un desorden de tal magnitud donde se han multiplicado las formas ideológicas, controladas y espontáneas, para no andar juntos como pueblo.
Los poderes clásicos en la disputa política fueron alterados por movimientos transitorios que crearon, a pesar de ser transitorios, una profunda sensación de cambios y transformaciones convertidas en símbolos de una nueva comunicación promovidas por el primer gobierno de izquierda en la historia venezolana. No perdamos de vista este elemento singular. La disputa de los poderes comienza a moverse en otro territorio, el de las comunicaciones, no en balde comienza a hablarse de “golpes mediáticos”. Mientras, la sociedad va perdiendo los espacios deliberativos, tales poderes profundizan la guerra de los mensajes. Cuando digo sociedad, refiero a aquellos espacios sociales donde había el mínimo debate, lo deliberativo que permite a los grupos humanos, mezclarse desde la diferencia de “opiniones” o “lenguajes”. Por ejemplo, en Caracas existía la llamada “Asamblea de Barrios”, en Trujillo el conocido “Consejo General Consultivo de Comunidades”. En la Universidad, la Asamblea de Facultad o Núcleo, y así sucesivamente. Hoy día, este país tiene dos Asambleas Nacionales y, paradójicamente, ninguna delibera con el país porque obedecen a tal estrategia invisible.
La estrategia invisible es la inverosímil coincidencia de dos poderes ideolomediáticos, ideológicos y mediáticos, en su metodología de guerra para convencernos de la validez de sus códigos, sus símbolos e imágenes. Colóquelos donde sea, arriba, abajo, a la izquierda o a la derecha, pero coinciden, son semejantes, tienen una memoria común, comparten técnicas casi como graduados en la misma ciencia: la simulación. Es decir, la mediación de discursos que, por su carácter de manipulados tecnológicamente, satelizados y repetidos terminan imponiéndose sobre cualquier realidad, agregándosele un signo inequívoco: la aniquilación del otro ideolomediáticamente opuesto, con otro agravante, más terrible: cada poder tiene millones de seguidores, de reproductores gratuitos y “pendejos”. Esto último significa, son seguidores sin ningún tipo de conciencia de su participación en la guerra entre todos, objetivo oculto, o resultado oculto, “nada debe funcionar”. No es fácil discernir el proceso de la estrategia invisible, he adquirido voluntariamente el compromiso de explicarlo. Lo seguiré intentando desde la terapia comunicacional cuya base central es la conversación “cara a cara”.
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