Aunque la academia noruega no le haya otorgado el premio Nóbel de La Paz, Humberto Maturana, (Santiago de Chile, 1928-2021), no lo necesitó para nada; su obra es un monumental esfuerzo en la búsqueda del bienestar de la comunidad internacional, a través de sus aportes en la consolidación de la convivencia, la concordia y la tolerancia entre los seres humanos.
Este chileno, biólogo, filósofo, que laboró en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, que falleció el pasado 6 de mayo, ha dejado un legado que es de obligatoria referencia para todos aquellos que se han trazado profundizar en la tarea de luchar, mancomunadamente, en pos de hacer la presente sociedad más justa, humana, solidaria, fraternal, a fin de contrarrestar la creciente injusticia que vive hoy la humanidad.
Más cuando el globo terráqueo transita por una pandemia que ha diezmado la población mundial, el covid, que ha significado muerte y desolación entre los más vulnerables de la población; vivimos el momento de que nuestra conciencia revalorice los alegatos y prédicas de Humberto Maturana en materia de convivencia, de la cohabitación de diferentes estratos humanos que, por diferencias raciales, éticas o culturales se confrontan inútilmente.
En consecuencia, es oportuno volver a Maturana y su valoración en torno a la educación que debe recibir el niño; en reciente conversación que sostuvo con su amigo, Carlos Vignolo, advirtió que en el modelo de educar debe producirse cambios de manera que sea natural, espontánea, todo con el fin de acrecentar la convivencia, como vía para que ese niño se transforme en un adulto con valores muy firmes en cuanto a la práctica de la convivencia, lo cual conllevaría una mejor sociedad.
Es decir, los padres y educadores somos los primeros comprometidos en el presente para modelar la sociedad futura, a través de niños que, al legar a la adultez se transformen en protagonistas de una sociedad más justa, libre, creadora, de alto nivel de bienestar cultural social, cuyos valores fundamentales sean el pacifismo, la paz, la tolerancia, el arte, compartir bondades y fe en el ser humano. Una sociedad más feliz, alejada de conflictos bélicos, por cualquier causa.
El futuro se puede alcanzar sin confrontaciones si escuchamos mejor al otro, compartimos, somos solidarios; creemos en la paz, la cultura, el arte como valores insustituibles. Maturana decía que el niño logra transformarse en la convivencia con sus adultos y maestros; de allí la relevancia de que la relación niño-maestro sea de alta calidad en valores. Incluso, el doctor Maturana habla de que el niño debe ser modelado desde el útero, a fin de que su arribo como nuevo habitante de la futura sociedad sea menos traumática, sea bienvenido por sus padres.
El niño debe vivir en un espacio experiencial para que sea capaz de sostenerse a sí mismo; el aprendizaje es una transformación en la convivencia, señala Maturana e indica que aprenderá mejor las matemáticas si logra convivir la experiencia con su profesor de la materia; porque aprenderá a pensar, mirar, reaccionar, según el grado de convivencia que tenga con su docente.
La búsqueda de la convivencia es el mejor ejercicio democrático; debemos comenzar desde el niño que se respeta a sí mismo como valor esencial; el educar es igualmente un ejercicio de libertad, de disfrute no de obligación o castigo; la educación tiene que tender hacia el goce, lo lúdico, para que se logre una interacción que produzca el placer de enseñar y aprender al mismo tiempo, sin traumas e imposiciones.
Es preciso aprender a vivir y convivir mediante la educación, a ser una persona más crítica, reflexiva, pero igualmente comprensiva y respetuosa del otro, de sus criterios; creer en la disidencia como medio para cohabitar con el mundo, con el entorno, complejo, mutante y exigente como lo registra el presente. Maturana habla de que la educación es el aspecto fundamental en la convivencia humana actual. debemos educarnos para alcanzar una sociedad más democrática, solidaria, humana; el reto que nos dejan las enseñanzas de este chileno que nos acaba de dejar; tributo al pensador que quiso un mundo mejor; una comunidad internacional sin guerras.