Josefa Sulbarán ya ocupa un lugar privilegiado entre los artistas populares trujillanos, su obra fue, es y seguirá siendo ampliamente reconocida
Hablar de Josefita es meter el alma en un zanjón del Valle del Momboy, y desde allá, en medio de los chupitas, contemplar Los Cerrillos, sus llanos sembrados de hortalizas, su capilla repleta de fieles en un día de Santa Rosalía, y algunos recién casados subiendo para San Felipe.
Acercarse a ella era acercarse al río Momboy y dejar que su murmullo nos tranquilice por dentro. Era meterse en la sonrisa de un pájaro y palpar allí la grandeza de la sencillez.
Conocerla a ella fue constatar que la gente de nuestros pueblos posee un inmenso potencial creador que a veces estalla en mil cuadros, mil esculturas, mil poemas, mil piezas musicales, a pesar de que a ellos se les ha negado el acceso a las grandes manifestaciones artísticas de todos los tiempos.
Conversar con ella era reivindicar al trujillano, tan afectado por el debilitamiento de nuestros valores fundamentales, como son la solidaridad, la honestidad, la sencillez, la capacidad de trabajo y la sensibilidad.
Hoy en este rincón rendimos tributo a esta gran artista cuando se conmemoran siete año de haberse ido al Reino de Dios. Pero este homenaje va más allá. Hoy no sólo queremos resaltar sus capacidades artísticas. Es ante todo un homenaje a su calidad humana.
Porque Josefa es nativa de un hermoso lugar: camino de la montaña y de los páramos. Allí donde se empinan los cerros y los caminos se hacen zigzagueantes, caminos que conducen al mundo de las nieblas, de los silencios eternos y a los cielos azules, que tanto hemos visto en las pinturas de Josefa.
Josefa Sulbarán ya ocupa un lugar privilegiado entre los artistas populares trujillanos, su obra fue, es y seguirá siendo ampliamente reconocida. Además de celebrar su bien lograda obra, queremos compartir su inefable belleza espiritual que acompañó a Josefa Sulbarán, su candor, su sencillez de mujer de estos lugares prodigiosos, su amor y consustanciación con la naturaleza.
Cómo nació la pintora
Josefa Sulbarán comenzó a pintar, tarde. El medio donde nació, se crió y vivió siempre, no fue favorable para que desarrollara desde temprana edad sus extraordinarias facultades artísticas.
Sus estudios fueron muy limitados, como era lo corriente para aquella época y para un niño de una familia humilde en el medio rural (…) el estudio no le gustaba mucho, lo que sí le gustaba era dibujar, pero nadie la animaba. Cuando se acostaba velaba Los Cerrillos en un cuadro, así lo apuntala Carlos Contramaestre en el libro «La bella niña de ese lugar», del poeta Antonio Pérez Carmona, en el cual se narra la historia de esta artista.
Así trascurrieron los años, muchos años, dedicada a los oficios del hogar. Auxiliadora, su hija, se hizo maestra. En 1967 se mudaron a una casa nueva. Unos cuatro años antes había pintado a Los Cerrillos con creyones en un cartón. Cuando se mudaron, Auxiliadora compró pinturas, brochas y pinceles para pintar la casa. Fue la primera vez que Josefa vio un pincel.
Con uno de esos pinceles y con los restos del «sapolín» pintó de nuevo Los Cerrillos sobre un cartón piedra.
Ese cuadro que ella había pensando y soñado, fue la llave que le abrió una nueva vida, la vida para la cual había nacido, la vida del arte y la pintura. Nació artista, pero debió esperar muchos años para llevar a los lienzos su sensibilidad, su inspiración, la belleza del paisaje y las costumbres lugareñas atrapadas en su mente.
Testimonio vivo y referencial
Hoy cuando se conmemora un año más de su cambio de paisaje, debemos todos los trujillanos con fuerza tomar la obra de Josefa Sulbarán como testimonio vivo y referencial de la supervivencia de una sensibilidad artística, heredada posiblemente de los Cuicas, y la frescura campesina de los descendientes españoles que poblaron este valle trujillano, cruce y puerta de entrada obligada a la provincia de Venezuela, desde tierras virreinales. Si recordamos el rostro dulce y lleno de inocencia de la pintora Josefa Sulbarán, encontraremos todos los rasgos ancestrales de los habitantes de esa región, que en dilatada soledad invocaban dioses protectores. Con el pasar del tiempo ella supo invocar para sus creaciones diarias otras presencias que vibran como recuerdos sobre un paisaje de infancia.
Uno de los actos más hermosos del ser humano es la inocencia, el encanto de obtener en la vida el momento en que ocurre y deja en sí, el recuerdo, la mirada nostálgica de un pasado, el asombro de las ocurrencias más infantiles, y la misma virtud de permanecer transparente a pesar de los años y de las experiencias cotidianas.
En Josefita Sulbarán, pintora popular, nacida en Los Cerrillos, entre Valera y La Puerta, se conservó esa pertenencia, precisamente por su voz y por su mano que logró pintar los paisajes de los alrededores con un tono de tranquilidad y sueños que podría ser cara de ángel, casa de montaña, sonido de campaña, en un atardecer silencioso, luz, pero más belleza y deseos de querer seguir manteniendo esta vida tan hermosa y llena de amaneceres.
Enrique Hernández de Jesús: “tengo un susto, ayer hablamos con esta Josefita de la que escribieron los críticos. A pesar de los premios recibidos y de los comentarios que sobre ella hicieron los críticos más importantes, esta mujer de Los Cerrillos conservó siempre la humildad”.
Figura llena de bondad
El 14 de enero de 2011, precisamente un día como hoy, Día del Niño Jesús de Escuque, el estado Trujillo y el mundo cultural nacional estallaba en llano, fallecía la artista popular Josefa Sulbarán. La pintora, orgullo de la población de Los Cerrillos, nació un diciembre de 1923. Aquella mujer que amó a su pueblo y sus paisajes, se marchaba en la mañana de aquel día, a sus 87 años, dejando un legado artístico y humano que difícilmente será olvidado.
Contemplar su pintura es como palparla a ella con su rostro candoroso, su pureza, sus ojos que destilan la más sincera bondad, su figura de aldeana ingenua, pero inmensamente amorosa. Su casa era otro poema fraternal, sencillamente penetrar a un mundo de lirismo, no solamente representado en sus pocos cuadros, sino en ese ámbito.
Por eso ascender hacia aquella colina donde batallan los contrastes de la exuberancia y lo yermo en la vegetación, donde ella habitó en la pequeña casa que es imagen y semejanza de su humildad y sus anhelos, es apropiarse de gratos momentos, exiliándose del tráfago cotidiano, atiborrado en lo superfluo y en el mercantilismo.
1923
Llegó a la vida este hermoso ser humano que con sus pinturas le dio brillo al Valle del Momboy
2010
Se le vio por última vez en público. Un merecido homenaje en el Bienal Salvador Valero sirvió para tributar su trayectoria.
FRASE
“Yo converso con los pájaros y las flores, ellos me dan sus colores y música para hacer las pinturas”
Josefa Sulbarán, 1981