Desde que se emancipó de la madre naturaleza, el hombre ha tratado de ejercer su dominio sobre todas las cosas. Al principio, era un ser tímido lleno de las limitaciones que le imponía su condición humana de entonces, se sentía desamparado frente a un mundo desconocido y lleno de interrogantes, que amenazaba con destruirlo si no desarrollaba con prontitud los mecanismos necesarios para su adaptación.
Pero, en lo profundo de su ser, el hombre sentía que estaba dotado de grandes poderes, que estaba llamado a un gran futuro, que en esos momentos era como un niño que necesitaba pasar por un largo período de latencia, antes de actualizar sus facultades. Durante un período oscuro del cual apenas tenemos noticia, el hombre debutó por los caminos de la prehistoria, dejando a su paso algunas obras manuales de gran valor cultural, que nos ha permitido conocer las vicisitudes por las que pasó en esa etapa de su evolución, así como los adelantos culturales experimentados por su especie.
Tan solo traspasó el umbral de la historia cuando aprendió a comunicarse por medio de signos gráficos, dando nacimiento a la escritura y también a la memoria histórica, hechos estos de trascendental valor para la transmisión de las ideas de una generación a otra y para preservar el repertorio cultural. Ahora, el hombre se siente más seguro y dueño de sí, el destino le sonríe. Cuenta con una herramienta potencialmente poderosa que hará que todo lo que haga en adelante trascienda en el tiempo y se integre a otras ideas o fenómenos culturales, dando lugar a las pujantes culturas de la antigüedad, muchas de las cuales han influido notablemente en el mundo actual por su legado en todos los órdenes y porque han servido de base para el desarrollo de las humanidades, así como de la ciencia, las artes, la religión y todas las manifestaciones propias de la cultura contemporánea.
También sabemos de guerras llevadas a cabo por el afán de los hombres de conquistar nuevos territorios, de subyugar y ejercer su supremacía sobre otros pueblos siendo esto unos de los aspectos distintivos de esos conglomerados culturales. Rasgo éste que, además, parece inherente a la especie humana, por estar presente, con las mismas características, en todas las culturas, pueblos y en el comportamiento de las personas de cada generación. A la antigüedad le sigue un período de oscurantismo, de persecución y de estancamiento cultural, en la que todo parece detenerse, para solo dar paso al pensamiento religioso y a su afán por autoafirmarse y extenderse, a sangre y fuego, por todo el mundo, suscitando numerosas guerras por motivos religiosos (Las Cruzadas).
Llegamos al período del renacimiento, llamado así porque al superar la tenebrosa edad media, entra la humanidad en un período en que renacen y florecen las ciencias, las artes y todas las manifestaciones culturales. Surgen ideas innovadoras, llamadas a revolucionar todos los ámbitos de la cultura de entonces y a servir de fundamento a la modernidad; período que se caracterizará por un crecimiento acelerado de todo el quehacer humano. A estas alturas de la historia ha sido largo el camino que ha recorrido la humanidad. Ahora el hombre se siente el rey de la creación y ve el futuro con optimismo.
Ha afianzado su dominio sobre la naturaleza, está conquistado el espacio y está a punto de iniciar los viajes espaciales. Por otra parte se auguran grandes progresos en el campo de la cibernética y en campos inmediatos de nuestro psiquismo, como la percepción extrasensorial, potenciación de las aptitudes por la vía genética y nuevos medios de aprendizaje y de comunicación telepática, etc.