Hijos de Don Bosco enraizados en Valera | Por: Jesús Matheus Linares

Estanislao Carrillo Foto Achivo Adalberto Gudiño Araujo

 

 

-Jesús Matheus Linares-

Otra destacada figura del clero trujillano fue monseñor Estanislao Carrillo, quien desde la ciudad de Trujillo, en plena mitad del siglo XX, desechó mitras, con su periódico «El perro» desde donde con sátira y “con par de cojones” les cantaba las verdades a los políticos del momento y  a las costumbres gomeras y era ferviente defensor de los pobres como recomienda el evangelio, desde su vicaría.

Pero, en Valera tuvimos el privilegio de tener a un sacerdote venido de Alemania y que dejó profunda huella en la educación venezolana, el padre salesiano Ignacio Burk, quien en 1938, laboró en el Colegio Federal, Colegio Santo Tomás de Aquino y liceo “Rafael Rangel”. Un filósofo de altos quilates que contribuyó a la formación de generaciones de valeranos, al igual que monseñor Francisco José Iturriza, quien también formó parte del Colegio Santos Tomás de Aquino, antes de ser designado Obispo de Coro, el 14 de mayo de 1939.

De ese grupo de padres salesianos, de la primera legión de misioneros, recordamos al Padre Coqui, caraqueño, el padre Rafael Ramírez, el padre Federmann, el padre Antonio Quinto, el acarigüense padre Antonio Ignacio Velasco, posteriormente designado Vicario de Puerto Ayacucho y luego elevado al capelo cardenalicio como el Cardenal Velasco, quinto purpurado de la Iglesia venezolana. Mención aparte a otros salesianos como el padre Pedro Stolarz, Moisés Consoni, Maurilio Prieto Rafael Álvarez, Ángel Bertapelle, Luis Azallini, Los padres salesianos como hijos de Don Bosco están enraizados en Valera, desde entonces.

Del clero local, recordamos al padre Verde, párroco de la Mesa de Esnujaque y Jajó, el padre Monsalve, en Carvajal y el padre Viloria

De ese selecto grupo de representantes del clero regional, destacamos a Monseñor Heberto José Godoy Briceño, nuestro profesor de Francés en la etapa de Secundaria, quien tras transitar por su noble camino sacerdotal cumplió su apostolado en la prédica de la Palabra de Dios, además de su contribución a nuestra sociedad, como rotario y hombre público que luchó por su terruño en las nobles causas. Nacido en Escuque, el 15 de agosto de 1929, hijo de un humilde trujillano, Ramón Salvador Godoy, y una noble,  sencilla mujer, llamada María de la Cruz Briceño de Godoy, quienes le inculcaron con  amor y gallardía, valores  ejemplares morales y  religiosos que lo llevaron años al ministerio sacerdotal. Estudió en 1947 en el Seminario Inter-Diocesano de Santa Rosa de Lima de Caracas, hoy Universidad Católica Santa Rosa, donde hizo Filosofía y Teología, además de sus 7 años junto a los padres jesuitas.

Y hablando de Iglesia, donde hoy se levanta la Iglesia San Juan Bosco, en el sector de la antigua hacienda La Floresta, en la zona que conocemos como Los Conucos de La Paz y los Sin Techo, ese terrenos pertenecieron a don Juan Florencio Briceño, ganadero que tenía un hermano que era todo un personaje en la Valera, por los años de 1940, llamado Arturo Lino, siempre andaba a caballo por toda la ciudad.

Era muy locuaz cuando se embriagaba e iba al lomo del caballo. El propio jamelgo cuando su dueño estaba ya pasado de tragos y  evitar que se cayera, se hincaba, y luego se echaba y hacia que el jinete se hiciera al suelo para luego los dos quedarse dormidos. Todo un espectáculo. “El Cocoliso” periódico de Manuel Isidro Molina da cuenta de las andanzas del llamado “Mechudo de La Quebrada de Escuque”, pues éste cuando las humildes lavanderas se iban a lavar al Río de las Coloradas, se le ocurría aparecérseles como Dios lo trajo al mundo- ¡Susto!

jmateusli@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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