Mi hermana Lisbeth Ramírez me dijo: “Crean, Dios hizo un milagro”

Fue la única mujer del grupo que estaba junto al ex policía Óscar Pérez en El Junquito, cuando se produce la masacre que segó la vida de los rebeldes. Hoy su familia inicia una querella en cortes internacionales buscando justicia y con la idea de limpiar el nombre de Lisbeth Ramírez, a quien el gobierno tildó “falsamente” como terrorista


Tras la masacre de El Junquito, donde muere Óscar Pérez y seis de sus acompañantes, entre ellos la tachirense Lisbeth Ramírez, dio un giro completo a la vida de la familia Ramírez Mantilla. Ahora se recomponen e inician un proceso judicial en instancias internacionales buscando justicia. Pero detrás de ese hecho otra historia los envuelve, un relato que raya en lo onírico o sobrenatural y que su familia considera un mensaje de la Lisbeth desde el cielo, donde ahora la imaginan.

Lo comparte para el Semanario Los Andes la hermana y confidente de Lisbeth, Leidy Ramírez. Dice que  Lisbeth la visitó después de muerta, aun impactada comenta que no sabe si fue real o sólo un sueño.

-“La vi en el sueño. Ella estaba como cuando llegaba de viaje, en su cuarto arreglando su ropita, yo la veo y comienzo a llorar de la impresión, porque en el sueño yo sabía que ella estaba muerta. Ella me mira, y bueno como nosotras jugábamos mucho, discutíamos mucho y nos contentábamos de una vez, porque éramos hermanas. Yo lloraba en el sueño y ella me preguntó”:

-“¿Por qué llora?”

-“Lloro porque estás muerta”.

-“¿Pero tú crees en Dios?

-“Sí, pero lloro porque estás muerta”.

-“Cree en Dios Leidy. Cree en Dios, porque Él hizo un milagro en mi”.

“En el sueño Lisbeth cargaba un suéter porque ella sufría siempre de frío. Se haló con la mano el suéter y me mostró donde estaba la  cicatriz de la autopsia que le hicieron, y me dijo: “crea en Dios. Él hizo un milagro en mí”. Sabía en el sueño que era imposible, imposible que estuviera ahí y yo seguía llorando. Ella me abrazó así –hace gesto con la mano- porque como era tan alta. Y me dijo no llore boba, le digo que los milagros existen, es un milagro”.

La justicia: objetivo y consuelo.

En el encuentro con la prensa la familia Ramírez Mantilla anunciaba el inicio del proceso jurídico en las cortes internacionales, persiguen que se conozca la verdad sobre la muerte de Lisbeth Ramírez el día 15 de enero del 2018 en la denominada masacre de El Junquito, donde ella, sin ser activista del movimiento que encabezaba el ex policía Óscar Pérez, también fue asesinada.

Para la querella internacional se hicieron acompañar del diputado emérito Walter Márquez, quien tiene harta experiencia en casos similares como la famosa masacre de El Amparo (1988).

La familia de Lisbeth Ramírez, su padre Ángel Enrique Ramírez, su madre Faride Mantilla, su hermano Ángel Alfredo Ramírez y sus hermanas, Shirley Correa Mantilla y Leidy Ramírez  dijeron que quieren limpiar el nombre de la víctima y hacer justicia: “mi hermana no era ninguna terrorista como la quieren hacer ver”.

Walter  Márquez explicó que se va a solicitar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, con sede en Washington, abrir una investigación, para que luego pasen el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con sede en San José de Costa Rica, a fin de establecer la responsabilidad del estado Venezolano. Presumiendo que no existe garantía de un debido proceso en Venezuela, solicitarán ante la Corte Penal Internacional, en La Haya, una investigación para que se establezca la responsabilidad personal y penal del presidente de la República y los diferentes mandos que actuaron en la masacre de El Junquito.

La responsabilidad civil, penal y administrativa del presidente de la República y los funcionarios que actuaron será solicitada a las cortes internacionales señala Walter Márquez, agregando que se evidenció la masacre en base a 14 videos transmitidos por Oscar Pérez, además de las radiotransmisiones de la policía venezolana entre las 11 y 11:30 de la mañana del 15 de enero, en las que se aclara que Óscar Pérez y sus acompañantes fueron capturados con vida y luego ajusticiados.

Una historia de amor de 12 años.

Relatan las hermanas Ramírez Mantilla lo que fue la historia de amor de Lisbeth Ramírez y Jairo Lugo Ramos, ambos asesinados el 15 de enero pasado.

Lisbeth se conoce con Jairo, cuando ella alquilaba teléfonos celulares frente a la sede del Cicpc de San Cristóbal, sede ubicada cerca al barrio Rómulo Gallegos, donde vive la familia de Lisbeth Ramírez. “Nos la llevábamos bien con él y con su familia”, cuenta la señora Faride Mantilla.

“Ya tenían los anillos de boda, no habían dado fecha exacta pero se casarían este año cuando Lisbeth se graduara de odontóloga”, relata Leidy Ramírez.

La pareja tenía 12 años de amores y cinco meses sin verse, lo que hace que ansíen y preparen un encuentro. Ella se va de San Cristóbal después de las fiestas navideñas y llega hasta El Junquito. La llamaba el amor, pero la esperaba agazapada la muerte.

Sin dar parte a su familia, que la presumía en Maracaibo, donde estudiaba odontología, Lisbeth se fue al encuentro con su novio Jairo Soto Lugo, ex funcionario rebelde del Cuerpo de Investigaciones, Científicas  Penales – Cicpc- y uno de los compañeros más cercanos a Óscar Pérez.

Su familia supo, al igual que toda Venezuela, dónde estaba Lisbeth Ramírez cuando comenzaron a llegar por redes sociales las noticias del operativo en El Junquito.

Leidy Ramírez también aclara lo del embarazo de Lisbeth, “eso no se sabe de dónde salió. Lo sacaron fue como los medios, yo no sé de dónde lo inventaron. Ella no estaba embarazada, si ellos tenían como cinco meses que no se veían por lo que estaba pasando”.

La familia de la fallecida Lisbeth Ramírez, a tres semanas de la masacre de El Junquito comparte lo que ha sido la vida sin ella. Su hermana y confidente cuenta que Lisbeth le dio un mensaje después de muerta, “fue muy real”, aunque era un sueño: “me mostraba la cicatriz de la autopsia y me decía: Crean en Dios. Lo que pasó es un milagro que Dios hizo en mi”

Tienen temor…

 

-¿Cómo han sido estas tres semanas sin Lisbeth Ramírez?

Contesta su mamá:

-“¡Ay! Eso ha sido terrible, la recordamos todo el día. Ella comía mucho, que le gustaba esto, que le gustaba aquello. Todo nos la recuerda y soñamos con ella”.

Sobre la vida política y la crisis del país Lisbeth Ramírez conversaba poco con su familia. Relatan que era muy aferrada al estudio. “No nos comentó nada de Óscar Pérez. Ella nos decía que primero se graduaba de odontólogo, porque irse del país sin tener un título era más difícil”.

“Trabajaba, no formalmente. Vendía de todo, hacía los tapabocas y los vendía en la universidad,  aprendió a coser porque mi mamá toda la vida lo ha hecho y nosotras aprendimos. También le hacía el uniforme a las amigas y esas cosas, y de ahí se ayudaba”, cuenta Leidy Ramírez.

-¿Qué aspiran de este proceso legal que inician en instancias internacionales?

-“Primero que todo nos aferramos a Dios. Personalmente siempre existe el temor, porque en este país hacen lo que quieren y nadie dice nada. Y discúlpeme que se lo diga, pero ahorita vemos que los medios de comunicación están aferrados a esta noticia, puede ser por solidaridad, por protagonismo, por todos esos factores que pueden ser válidos, pero cuando uno ve la realidad Óscar Pérez pidió la ayuda y ¿por qué los medios de comunicación que son tan fuertes no acudieron allá junto a esas personas que pedían ayuda? ¿Por qué no se hizo?”.

Reitera Leidy Ramírez que tienen temor, “y más, escuchando que hay tantos colectivos”.

Agrega  que se han comunicado con familiares del resto de víctimas de la masacre de El Junquito, pero no en plan jurídico, sino por el dolor común que tienen todos. Esta querella la inician solos.

Desde muchas partes del mundo, dicen las hermanas Ramírez que han recibido apoyo, “son gente venezolana que se ha solidarizado mucho y nos ha llamado… Les agradecemos a todas estas personas”.

Otra vida llegó.

El día de la entrevista, un nuevo miembro de la familia estaba por llegar, lo esperaban a las 5 de la tarde. Un sobrino que Lisbeth Ramírez no conocerá. Así, que dentro de tanta pena familiar una luz alumbra, la luz de una nueva vida que no sustituirá la que se fue, pero lo ven en la familia Ramírez Mantilla como un regalo divino que les toca a la puerta y sus corazones

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