Ernesto Rodríguez (ernestorodri49@gmail.com)
La palabra alemana “schadenfreude” proviene de “schaden” (daño) y “freude” (alegría), y en ética se refiere al regocijo ante la desdicha del prójimo.
A veces autores eminentes han dicho cosas que nos dejan perplejos y no sabemos cómo interpretar. El filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) en su obra: ‘Naturaleza Humana’ (1650) asevera que las personas experimentan placer al contemplar desde una posición segura el peligro que corren otros en medio de una tempestad en el mar, en una pelea o cuando dos ejércitos se enfrentan. Hobbes dice que hay deleite porque nos recuerda que estamos seguros, pero también reconoce que hay piedad que ocasiona pesar. Sin embargo concluye: “Pero el caso es que predomina con mucho el deleite, tanto que los hombres se sienten satisfechos, por lo general, de asistir como espectadores a la miseria de sus amigos” (Cap. IX, Sección 19). Esto que dice Hobbes es evidentemente falso porque ninguna persona normal puede sentir satisfacción por la desdicha de un amigo.
Por otra parte, el gran escritor ruso Fedor Dostoievski (1821-1881) está considerado como uno de los que más ha penetrado en las profundidades de la psicología humana, y en su famosa obra ‘Crimen y Castigo’ (1866), en uno de sus episodios narra que el personaje Semion Marmeladov anda borracho por la calle y es arrollado por un carromato tirado por caballos. Lo llevan ensangrentado y moribundo a su casa, y los vecinos se aglomeran para observarlo, pero la esposa Katerina Ivánovna les dice que se vayan y Dostoievski dice: “los inquilinos se fueron retirando uno tras otro hacia la puerta con la rara sensación de complacencia que se da siempre, incluso en los seres más allegados, ante la desgracia repentina del prójimo, sensación de la que no se libra nadie, ni siquiera experimentando el más sincero sentimiento de compasión y condolencia” (Segunda Parte, Cap. VII).
Recuerdo cuando yo era joven y estudiaba en la UCV, y teníamos círculos de estudio y algunos decían que es verdad lo que dice Dostoievski y otros decíamos que no es verdad y nunca nos poníamos de acuerdo. No obstante, quizás podríamos tratar de interpretar eso tan sorprendente que dice Dostoievski sobre la base de lo que dice el gran filósofo griego Aristóteles (384-322 A. de C.) en su obra: ‘Poética’ cuando analiza la ‘tragedia’ y plantea su famosa tesis de la ‘catarsis’ de las pasiones de ‘temor’ y ‘compasión’. Aristóteles dice: “la tarea del poeta es usar la representación para que sintamos satisfacción con las emociones trágicas de la compasión y el temor” (1453ª). El término ‘catarsis’ ha sido traducido como ‘purificación’ y según Aristóteles, al contemplar la escenificación de una tragedia experimentamos una catarsis de las emociones de temor y compasión.
No obstante, nunca llegué a aceptar esa posible explicación de lo que dice Dostoiewski.
Por otra parte, muchos filósofos han criticado tal regocijo (schadenfreude). Por ejemplo el filósofo griego Platón (427-347 A. de C.) en su obra ‘Filebo’ representa a Sócrates dialogando con Protarco, y Sócrates dice que “la malicia es un dolor del alma” y agrega que “el hombre malicioso se deleita con las desdichas del prójimo” (sección 48b7). Asimismo, el filósofo alemán A. Schopenhauer (1788-1860) planteaba que la simpatía que una persona siente hacia otra es el fundamento de la ética. En su obra: ‘Parerga y Paralipómena’ (1851) dice: “Pero la peor característica en la naturaleza humana siempre es ese regocijo malicioso ante la desdicha de otros, porque es muy afín a la crueldad y de hecho difiere de ésta, solamente igual que lo que difiere la teoría de la práctica. Ese regocijo malicioso aparece generalmente donde debería aparecer la simpatía, porque la simpatía es el opuesto de ese regocijo y la simpatía es la verdadera fuente de toda bondad genuinamente correcta y amorosa” (Volumen II, ‘Sobre Ética’, sección 114).
El filósofo alemán I. Kant (1724-1804) en sus ‘Lecciones de Ética’ dictadas entre 1775 y 1781, dice: “Los tres vicios que podemos considerar aquí conjuntamente como compendio de los vicios más infames y maliciosos son éstos: la ingratitud, la envidia y el alegrarse por el mal ajeno. Cuando cualquiera de ellos alcanza su cota más elevada se convierte en un vicio demoníaco (…) El tercer tipo de maldad diabólica es el alegrarse del mal ajeno, esto es, el encontrar un placer inmediato en la desgracia del prójimo”. Pero más adelante Kant agrega: “Queda por resolver si en el alma humana existe una inclinación inmediata hacia el mal, y por lo tanto, una inclinación al vicio demoníaco (…) No se alegra uno inmediatamente por el mal ajeno, sino que uno se alegra, por ejemplo, de que otro llegue a ser infeliz si éste era antes engreído, rico y egoísta, dado que los hombres son partidarios de conseguir la igualdad. Por lo tanto, el hombre no tiene ninguna inclinación inmediata hacia el mal, en cuanto tal, sino sólo una inclinación mediata a ello” (sección: ‘En torno a los celos y sus dos corolarios: la rivalidad y la envidia’).
En la historia ha habido muchos casos de regocijo colectivo ante la desdicha ajena. Por ejemplo, en siglos pasados en diversos países las ejecuciones eran públicas y atraían muchedumbres. En la Revolución Francesa (1789-1799) al principio la guillotina era impopular porque las ejecuciones eran demasiado rápidas y el público pidió que se volviera a aplicar la horca. Entonces las autoridades tuvieron que implementar cambios como plataformas más elevadas para que los espectadores pudieran ver bien, mostrar la cabeza del guillotinado, hacer más ejecuciones seguidas, etc., con el fin de satisfacer las exigencias del público. Es muy desagradable pensar en una multitud que disfruta con ejecuciones. No obstante, el filósofo noruego Lars Svendsen (nac. 1970) plantea que: “el schadenfreude por lo general está motivado por el sentimiento de que ese sufrimiento es merecido” (1). Por ejemplo, ese público francés que se regocijaba con las ejecuciones estaba convencido de que eran muy merecidas por los abusos cometidos por esas personas ejecutadas. Entonces quizá lo que decía Kant es importante de tener en cuenta: En muchos casos ese regocijo no es inmediato sino mediato, porque se considera que el daño tiene algún fundamento. El tema es muy complejo…La abrumadora mayoría de las personas se alegran cuando alguien muy malvado y cruel sufre un daño…Y eso tiene una explicación demasiado obvia…Lo condenable es regocijarse ante el sufrimiento de inocentes. De todas formas, lo más correcto desde un punto de vista ético es aprender a luchar contra cualquier adversario sin sentir nunca “schadenfreude”. NOTA: (1) Pag. 105 en Lars Svendsen (2010) ‘A Philosophy of Evil’. Dalkey Press.