Por: Pbro. José Magdaleno Álvarez
El venidero martes 29 de junio, solemnidad eclesiástica de los apóstoles San Pedro y San Pablo, se cumplen 102 años del fallecimiento del beato Dr. José Gregorio Hernández Cisneros. Aquella “trágica” muerte cuya noticia corrió como reguero de pólvora paralizó la ciudad de Caracas e impactó buena parte del país por la fama que tenía el galeno trujillano.
La del 29 se trata de una solemnidad muy particular en la Iglesia por la trascendencia de ambos apóstoles; comúnmente a los beatos y santos se les asigna como fecha para su memoria litúrgica el día en que murieron. Pero nuestro beato falleció en una solemnidad muy importante; quizá esto explica la feliz decisión de que su día sea el 26 de octubre, fecha de su nacimiento; caso rarísimo en la Iglesia.
Mucho se ha investigado y otro tanto se escribirá sobre la figura del Doctor Hernández porque son abundantes las facetas que permanecen disponibles para la investigación. Precisamente preparando una reseña eclesiástica de Isnotú y la familia Hernández Cisneros, caigo en cuenta que hay otro 29 de junio muy importante en la historia de nuestro paisano: el doctorado, a expresa solicitud suya, fue el día de San Pedro y San Pablo, un 29 de junio de 1888.
“El examen de grado del doctorado de Hernández en la Universidad fue memorable. Como mi padre le había anunciado que celebraríamos su grado con una fiesta, y el día de San Pedro se acercaba, con su habitual delicadeza señaló aquel día para el acto; su fama de ser el primer estudiante de la universidad hizo solemne ese año el 29 de junio. El gran salón rebosaba de estudiantes y curiosos. Nuestro amigo, sentado en aquella silla, turbadora y dramática para tantos, sonreía; y los cinco profesores en sus cómodas poltronas, en semicírculo frente al candidato, le interrogaban media hora cada uno… Hernández no fue examinado sino orador, y con frecuencia el diálogo convertiase en monólogo. Hecha la pregunta el discípulo peroraba a voluntad. Al finalizar, el señor Rector concedió el grado con palabras de elogio y los examinadores abrazaron al nuevo colega. Hubo algo anormal esa mañana, porque, en general, el Secretario hacía salir al público, cerrando la puerta para reabrirla proclamando el resultado; pero no fue cerrada la puerta, y el Secretario, el viejo y querido Doctor González, se limitó a gritar: “Aprobado” y “sobresaliente” por “unanimidad”. Día inolvidable para aquel gran corazón y gran cerebro… tuvo razón el señor Rector cuando al otorgar el título al nuevo graduado le dijo: Venezuela y la medicina esperan mucho del Doctor José Gregorio Hernández” (Nuestro Tío José Gregorio, Tomo 1, 149).
Conmemoramos este 29 de junio, solemnidad de los dos grandes apóstoles, no solo el 102 aniversario de la impactante muerte del beato sino los 133 años de su doctorado como médico egresado de la Universidad Central de Venezuela. Los creyentes no pensamos en casualidades; bendito sea el Señor por esta feliz coincidencia, por el médico de los pobres y por todos aquellos que desde el área de la salud hacen tanto por la humanidad.