Gran parte de la región latinoamericana está compuesta por países con democracias bastante débiles; Estados que – en algunos casos – tienen normalizado el abuso de poder, y por ello los procesos de control son lentos o hasta nulos. El Periodismo en sí en una herramienta fundamental para el ejercicio de la democracia, es una forma de hacer balance entre los poderes establecidos. De allí la importancia de su libre ejercicio, en el marco de su reglamento legal, por su puesto.
Pensadores – de esos a los que valen la pena prestarle atención – han dicho que el Dios que nos dio vida, al mismo tiempo nos entregó libertad. El hombre nace libre y la libertad y la felicidad del hombre deben ser los únicos objetivos de un gobierno pro-ciudadano.
Somos fieles creyentes de la existencia de derechos que no se entregan a nadie: como el de pensar, el de cuestionar libremente. A estas alturas de la vida republicana venezolana, pecaré por ingenuo al pensar que funcionarios públicos parecieran “olvidar” esa función (ya expuesta) del Periodismo, muy distinta – por cierto – a la de los publicistas partidistas.
Un sinónimo de “olvidar” es “ignorar”. ¿“Ignoran” o saben lo que hacen los funcionarios públicos? Vamos a darle el beneficio de la duda. Hay quienes creen que la ignorancia – alimentada por la mala intención – es el origen de toda maldad. Si sumas ignorancia con libertad, tendrás caos. Si sumas ignorancia con dinero, obtendrás corrupción. Si sumas ignorancia con pobreza, tendrás crimen. Si sumas ignorancia con religión, nace el terrorismo. Si sumas ignorancia con poder, el resultado será tiranía.
Un buen antónimo de ignorar es aprender. Aprendí de Herbert Spencer algo bastante propicio para la coyuntura: “El objeto de la educación es formar seres aptos para gobernarse a sí mismos, y no para ser gobernados por los demás”. Por eso decía Thomas Jefferson: “Estoy a favor de la libertad de prensa y contra toda violación de la Constitución para silenciar mediante la fuerza y no la razón, las quejas, críticas, justas o injustas, de nuestros ciudadanos contra la conducta de sus gobernantes”.
Cuando pretendan vilipendiarnos por aferrarnos a estos principios, es bueno recordar lo siguiente: hay insultos que honran.