Lo que estamos padeciendo es una crisis descomunal que se traduce en hambre, miseria y desolación. Mientras el liderazgo político discute y se pelean por una botella vacía. La gente sufre la falta de servicios públicos, la falta de dinero para atender las necesidades más fundamentales y la falta de atención a los niños, a los viejos y a los sectores más vulnerables.
Es insólito que el gobierno se empeñe en perpetuarse en el poder sabiendo que por su culpa la gente padece hambre, miseria y desolación. Es insólito que el gobierno no tenga conciencia de que su principal obligación es la de servir a la superación de la crisis económica y social, agravada por la crisis política, por la pandemia del Covid 19 y por el colapso de los servicios públicos.
El gobierno y la oposición deberían estar conversando acerca de la necesidad de constituir un nuevo gobierno, un gobierno de unidad nacional, de inclusión. Un gobierno con gente competente para abordar los temas que hacen sufrir a la gente venezolana. Un gobierno con posibilidad de negociar con los organismos financieros internacionales para conseguir los créditos que se necesita para la recuperación de la economía venezolana.
Las cifras del informe de Encovi son alarmantes. 96% de los venezolanos tienen un ingreso que los coloca en situación de pobreza. Más del 80% tiene un ingreso de pobreza extrema, es decir, en situación de miseria. 650.000 niños venezolanos menores de 5 años sufren de desnutrición. Niños venezolanos que tienen derecho a crecer bien alimentados, con salud y con buena educación y que van a tener que resignarse a una vida sin horizontes, por las miserables condiciones de vida que les depara el país. Y, mientras tanto, el liderazgo político se entretiene en pleitos inútiles e infecundos. Treinta millones de venezolanos están reclamando un liderazgo más serio, más responsable, más consciente de la terrible crisis que vivimos y de sus consecuencias a corto, mediano y largo plazo, más solidario con el sufrimiento colectivo.
Debe darse por cancelada la cultura de la confrontación y abrir espacio a una cultura del diálogo serio y civilizado para atender el reclamo de la gente y para resolver la crisis económica y social.
Seguiremos conversando.
Eduardo Fernández
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