Hágase la luz

David Uzcátegui / duzcategui06@gmail.com

 

Desde la larga y extensa interrupción de energía eléctrica que sufrimos semanas atrás, muchos lo dijeron. El servicio de luz en Venezuela no volverá a ser el mismo. Sin tener dotes especialmente adivinatorias, acertaron.
Y es que tenemos que desvestir la cruda realidad, y acostumbrarnos a convivir con ella, porque es la única manera de encontrar una solución.
Lo cierto es que, al día de hoy, el deterioro del sistema eléctrico venezolano es profundo. Costará tiempo, dinero y sobre todo mucha voluntad el volver a lograr un suministro de electricidad confiable, como el que alguna vez tuvimos. Y no disponemos de ninguno de estos tres elementos a la vista.
Cuando aún no se ha superado del todo el evento mencionado, se produce una nueva interrupción de importancia. Y en el ínterin, no ha existido un solo día sin contratiempos en el suministro.
No nos sirven explicaciones cercanas a la ciencia ficción. Tampoco las cargadas de odios, rencores y resentimientos. No pueden endilgar culpas externas quienes han administrado el país en los últimos tiempos y han tenido todo el poder, para bien y para mal. Por lo tanto, también cargan con toda la responsabilidad de lo que está sucediendo, porque estos reveses crecieron bajo su gerencia.
Se nos habla de una presunta guerra eléctrica y se militarizan las instalaciones. Todo está vigilado y aún así la transmisión de energía sucumbe. Quizá sea porque la causa está dentro del mismo sistema, y no es algún elemento externo, como el ataque de algún animal o un revés climático.
Winston Cabas, presidente de la Asociación Venezolana de Ingeniería Eléctrica, Mecánica y profesiones afines del Colegio de Ingenieros de Venezuela, declaró a BBC Mundo sobre las sobresalientes instalaciones eléctricas venezolanas, cosa que contrasta con el adverso panorama de suministro al día de hoy.
El experto señala que en Venezuela hay entre 16.000 y 17.000 megavatios instalados de energía hidroeléctrica y una cifra similar de fuente termoeléctrica, para un total aproximado de unos 34.800 megavatios.
«El drama de este país es que hoy, con la crisis que nos ocupa, solo tenemos disponibles entre 12.000 y 13.000 megavatios», explica. Y agrega que en torno al 85% del consumo del país depende de fuentes hidroeléctricas.
Entonces, ¿Cuál es la causa del paupérrimo desempeño de la generación y distribución de energía?
La razón está dentro de esas mismas líneas que no han sido adecuadamente cuidadas y que han sido sobrecargadas, porque cuando fallan unas, se obliga a trabajar forzadamente a otras.
No han estado en manos de profesionales, de gente que sepa lo que hace. Y esto se debe a que se privilegia el emplear a quienes son leales a una parcialidad política en lugar de fomentar el ingreso de quienes conocen su trabajo.
Y, por si fuera poco, muchos de los mejor preparados se ven tentados a emigrar, visto que sus conocimientos serán mejor pagados en otros países donde, además, podrán vivir en paz. Fuga de cerebros, otra de las cruces de Venezuela.
Que no se les han destinado a las instalaciones eléctricas los recursos necesarios, es otro gran drama, porque hay que invertir en el cuidado de lo que ya tenemos. Y crecer de manera cónsona con las necesidades de la población.
Nadie cree excusas traídas por los cabellos ni compra el oportunismo intentar embarrar al adversario político. Esta es una acción que se cae por sí sola ante la pregunta lógica: ¿Por qué no se tomaron las medidas para proteger a las instalaciones de un supuesto segundo sabotaje?
Otro aspecto que retrata el limbo que hoy vivimos los venezolanos es el hecho de que exista un secretismo absoluto sobre las medidas que se están tomando para subsanar la falla. La primera pregunta es sin duda: ¿Se está tomando alguna?
Tristemente, debemos ser testigos y sufrir en carne propia, la paralización de todas las actividades a raíz de la ausencia de energía. La telefonía celular es casi nula, se dañan los alimentos, no es posible hacer transacciones en puntos de venta, no disponemos del Metro en Caracas y con la oscuridad se manifiesta un toque de queda autoimpuesto, ante el temor de los peligros que existen en la calle, los cuales se potencian exponencialmente sin luz.
Sorprende que sea cual sea la causa de lo que sucede, quienes dicen estar a cargo de la custodia de las instalaciones eléctricas, se dejen madrugar de nuevo.
Y ello sucede, ni más ni menos, que por los dos factores mencionados: el deterioro de unas instalaciones a las cuales no se les da mantenimiento y la ausencia de personal especializado, sustituido por funcionarios afines en lo político, pero sin preparación para las tareas que deberían acometer. Todo este dantesco cuadro prueba que la situación escapa totalmente al control de las personas que supuestamente lo deberían tener.

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