Presbítero José Magdaleno Álvarez
Benigno María Hernández Manzaneda nació en Boconó el 13 de febrero de 1830. Emigró muy joven con su padre a los llanos de Barinas en la Villa de Pedraza. Debido a sus convicciones civiles fue considerado enemigo y amenazado de muerte por uno de los caudillos locales en la Guerra Federal; decidió huir hacia un lugar lejano y ajeno a aquel conflicto bélico. El pequeño poblado de Isnotú, distante y a la vez estratégico por estar en plena vía de acceso desde el Lago de Maracaibo a Los Andes, le fue favorable para asentarse y establecer su familia. Se dedicó fundamentalmente a la agricultura, el comercio y atender algunas propiedades que fue adquiriendo. Tuvo muy buenas y variadas relaciones familiares, sociales y comerciales.
Del matrimonio con Josefa Antonia Cisneros quien le acompañó desde Barinas, le nacieron siete hijos sobreviviéndole seis. Enviudó estando por cumplir diez años de casado (tenía José Gregorio casi ocho años). Habiendo finiquitado todo lo concerniente a los bienes de su primera descendencia, contrajo segundas nupcias con la boconesa María Hercilia Escalona, con quien procreó otros seis “retoños”. La familia del doctor. José Gregorio durante su crianza, fue numerosa y bien atendida. Con ellos vivía la hermana de Benigno, María Luisa, quien ayudó como una madre en el cuidado del Beato y sus hermanos.
De su padre heredó José Gregorio la bondad, la firmeza de carácter, el estricto cumplimiento de sus deberes, la prudencia, la justicia y la práctica de las virtudes cristianas en la vida cotidiana.
Benigno Hernández falleció, en su casa de Isnotú, el 8 de marzo de 1890 y fue sepultado al día siguiente en el cementerio local, mientras José Gregorio se hallaba estudiando en París. “Habiendo predicado con el ejemplo de su vida todas las virtudes cristianas y procurando por todos los medios que sus hijos imitasen las dotes de sus ascendientes, y sobre todo el amor y respeto que todos tuvieron a las enseñanzas y prácticas de Nuestra Santa Religión Católica (Ernesto Hernández, Nuestro Tío José Gregorio).
Un año después, desde París, escribía el docor Hernández a su entrañable amigo Dominici: ”En estos momentos tan tristes para mí, puesto que hace un año me sucedía aquella espantosa desgracia, que todavía me parece estar en los días primeros del duelo, tanto porque todavía yo no he tenido el consuelo de volverme a encontrar a lado de mi familia, como porque este es uno de aquellos pesares que solo el tiempo puede ir mitigando. (Revista ADSUM, Mayo – Junio, 1966).
A la muerte de su papá Benigno, como hermano mayor, además de la titánica tarea que se impuso en Caracas como médico, científico y docente, José Gregorio asumió el rol paterno de la extensa familia; los ayudó a trasladarse y establecerse en Caracas y estuvo pendiente de ellos en todos los aspectos. Puede decirse que para sus hermanos y sobrinos, además de hermano y tío solícito, ocupó muy bien el rol que había desempeñado su papá Benigno: “José Gregorio nos impuso el nombre, nos presentó ante la autoridad civil y desde el primer minuto de nuestro nacimiento veló por nosotros, no solo como tío inigualable e incomparable, sino como padre amoroso, habiéndonos salvado de las garras de la muerte, como médico, no una, sino varias veces. Él ha sido nuestra guía, tanto en vida como después de su muerte”. (Ernesto Hernández, sobrino del beato, en: Nuestro Tío José Gregorio. Pág. 435).
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