Hablan los jóvenes: una ventana para la opinión

 

El mayor enemigo de la sociedad: la desinformación

Hace poco surgió una noticia relacionada a la enfermedad del VIH que solo sirvió como un experimento social, reafirmando que el mayor enemigo somos nosotros mismos.

Estudiar periodismo ha hecho sus cambios en mi personalidad, y me ha dado a entender que sin importar qué tanto sea el volumen del televisor, si lo que dice es algo falso, se debe ignorar por completo. En este caso, la información que se liberó al público terminó siendo no falsa, sino altamente malversada.

La información señalaba que se hicieron avances notorios en el campo, pero –acorde a fuentes cercanas en el ámbito médico– me comentaron que estos avances, si bien fueron positivos, estaban siendo alterados para una mayor difusión e impacto en los medios populares, hasta el punto que podíamos encontrar títulos como “Se cura el Sida” o “Médicos hallan la cura del VIH», dando pie al sensacionalismo radical.

Tras bambalinas, se tiene en cuenta que los avances de dicho proyecto fueron realizados bajo condiciones muy específicas, con pacientes que presentaban cierta enfermedad hematológica que los diferenciaban de un paciente con Sida, propiamente hablando. Fue esta confusión premeditada la que encabezó páginas, creando una idea en el público de haberse hecho un avance enorme.

Gente, si se llega a curar –de golpe– algo como el Sida, no solo rompería el Internet, sino que sería la bomba mediática del siglo XXI. Para entonces, ya estuviese reinando el caos para tratar de adquirir la susodicha cura (que de seguro supondría un tratamiento costoso), y pasarían documentales, entrevistas y programas sobre el hallazgo. Dios, hasta Discovery Kids anunciaría esto (si piensan que exagero, busquen a ‘Kami’, un personaje de Plaza Sésamo muy peculiar).

 

 

El culpable

 

¿Eres un usuario frecuente de las redes sociales y la mensajería instantánea? Entonces puede que seas parte del circo mediático de desinformación sin darte cuenta.

Unos meses atrás –mencionando un ejemplo similar al del Sida, solo que más leve–, estuvo corriendo en redes sociales una serie de imágenes graciosas que informaban cómo luego de no-sé-cuántos-años, este octubre 2018 íbamos a tener un Halloween en viernes 13; si no notas algo extraño en esta información, tengo noticias para ti.

Consideré esto como una trampa caza-idiotas, y en cierta medida llegué a pensar que nadie sería lo bastante tonto como para caer en esto… pero hubo gente con la que conversé y me dijo sobre esto mismo, quedando atónito tras escucharlo.

Otros ejemplos claros son las populares cadenas por mensajería instantánea, una suerte de reemplazo de los correos que antes te llegaban sobre si no compartes tal información, morirías en 6 días devorado por una niña en un pozo, o que te pasaría algo hermoso a medianoche si le pasabas la cadena a 150 millones de contactos. Cuando se usa un poco la cabeza, ves que no son más que tonterías desesperadas para popularizarse. Nunca viste que en una esquina de alguna pintura famosa decía “dile a tus amigos que me visiten, jaja”.

En Venezuela (único país donde puedo dar una opinión veraz), corren siempre cadenas donde avisan de tal acontecimiento que más tarde se descubre era falso o erróneo. Esto genera dos comportamientos: una actitud alarmista ante cualquier cosa o el desinterés de saber que todo siempre será falso. ¿Recuerdan cuántas veces mataron a Chespirito antes de que en verdad falleciera? ¿O cuando hay un temblor y ningún medio parece decidir cuál fue la escala final?

Lo peor del asunto es que estos hilos de desinformación son por lo usual reenviados por personas mayores, o en su defecto, cualquiera que no tenga un acercamiento a la lectura periodística habitual. Si le decimos a alguien que en Internet ya se anda hablando de una tercera guerra mundial, puede que entre en pánico absoluto, y esto es a raíz de no tener juicio de duda, búsqueda o confirmación.

 

 

La cura

 

Existe una cura para todo este mal que genera la falta de información, y es tan sencilla que da miedo, y es simplemente confirmar la fuente por cualquier medio posible; hasta que no se tenga, todo queda en duda aparente, y allí no debe haber un compartir.

Si vas a compartir lo que sea, investiga si es cierto o no, y si no tienes tiempo para hacerlo, haz caso omiso de esa información. Es horrible entablar una conversación con una persona desinformada sobre un tema que puede llegar a ser de gran impacto; más si esta la afecta directamente ¿Qué pasa si eres tú esa persona?

No crea las fulanas cadenas de Whatsapp, muchas veces hasta los videos –método que más se usa para afirmar credibilidad– pueden ser montajes o alteraciones en favor de algún transmisor dañino. No crea nada de lo que se le cuente en Internet, o lo que diga el compañero de al lado, porque luego seremos parte de un mar que altere el balance social hasta el punto en que un país puede caer por la misma desinformación generalizada.

¿No me crees? Me parece excelente, en tal caso, busca información que difiera de este pequeño escrito; caso contrario, si piensas que esto es cierto, comparte esta información y rompe con el ciclo de ignorancia. No nos dejemos llevar por los titulares más llamativos, los colores más vivos o las imágenes más fuertes, ya que solo usted tiene la última palabra; esperemos que esa palabra tenga valor.

Autor: Rafael Alizo. 4 noviembre, 2018

 

 

Salir de la versión móvil