Juan Guaidó ha cumplido en el plano internacional una agenda significativa. Su gira por Europa y Norteamérica no puede sino catalogarse como una victoria política cargada de simbolismos, que legitima y oxigena como nunca su lugar en la escena mundial.
Pero ahora que ésta gira llegó a su fin, el líder venezolano enfrenta su gran desafío: replicar puertas adentro sus indiscutibles logros diplomáticos. De conseguirlo, la transición sería un hecho.
El más rutilante de todos sus éxitos lo vivió en Washington. Es una distinción innegable que durante su alocución el presidente Trump haya consagrado varios minutos a hablar de Venezuela, y que como un as bajo la manga mostrara a Guaidó en el palco de honor. Entonces el Congreso lo ovacionó, no una, sino dos veces. Y no solo los republicanos, sino también los demócratas.
La imagen de Nancy Pelosi y Mike Pence aplaudiendo juntos a Guaidó quedará para el recuerdo, sobre todo en estos tiempos en que el impeachment abrió brechas insalvables entre ambos partidos. Pero excepcionalmente, los dos bandos por fin estaban de acuerdo en torno a las palabras de Trump.
Si Guaidó logra unir a los venezolanos tal como unió a las antípodas de la política en el Capitol Hill, nada podrá impedir que lidere una transición desde Caracas.
Pero antes de ir a Estados Unidos, Guaidó estuvo en Europa. Comenzó su periplo en Londres, donde fue recibido por el primer ministro Boris Johnson. Luego pasó por Bruselas, París, y después por Davos, donde en el Foro Económico Mundial se reunió con decenas de ministros, jefes de Estado y dignatarios de todo el mundo.
Le concedieron incluso el púlpito del evento para ofrecer un discurso. Adonde quiera que fue, recibió el mismo mensaje de apoyo y (a excepción de España) el tratamiento oficial destinado a los presidentes. Y de nuevo aquí Guaidó logró un milagro político: reunió en torno a su figura a los polos opuestos de la Unión Europea y el Reino Unido, distanciados como nunca en estos días decisivos del «brexit».
El Premier británico, Boris Johnson, y el Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, pusieron a un lado sus diferencias y juntos, tal como Pence y Pelosi, dieron un espaldarazo total al líder venezolano.
Finalmente, tras un año de batallas, Guaidó tiene entre sus manos un mérito que en la historia contemporánea solo Charles de Gaulle ha conseguido, hablamos de uno de los grandes nombres que ayudaron a escribir el siglo XX. Nos referimos al hecho extraordinario de lograr que su liderazgo sea reconocido internacionalmente como un gobierno legítimo, sin tener el control territorial del país.
Durante la Segunda Guerra Mundial, de Gaulle, que estaba en Londres y no tenía capacidad ninguna de ejercer funciones de gobierno, fue reconocido por buena parte del mundo como el líder de la Francia libre, en contradicción al nefasto régimen de Vichy que sí detentaba el poder desde París.
Hoy Guaidó es reconocido por 59 países como presidente legítimo, cuando tampoco él es capaz de ejercer funciones de Estado, en contradicción al también calificado como nefasto régimen de Maduro. Asistimos pues a un momento político de extraordinaria naturaleza.
LO QUE FALTA
Guaidó logró unir a demócratas y republicanos un día antes de la votación final del impeachment contra Trump. Logró unir a líderes británicos y europeos a tan solo una semana del brexit… y ha conseguido lo que Charles de Gaulle… pero su desafío mayor sigue estando puertas adentro. Si a partir de ahora es capaz de unir a los venezolanos tal y como ha unido ya a las antípodas del mundo, nada ni nadie, ni siquiera la brutalidad del chavismo más radical, podrá impedir que derrote a la considerada como primera dictadura latinoamericana de nuestro siglo.