GENES Y CRIANZA EN EL NIÑO Y EL JOVEN | Por: Ernesto Rodríguez

ernestorodri49@gmail.com

Hay casos de familias en las cuales todos los hijos han recibido las mismas buenas influencias dentro de ella, pero mientras unos han resultado responsables, estudiosos y con valores morales, otros han resultado holgazanes, irresponsables y carentes de valores. Tales contrastes ocasionan desgarradores complejos de culpa a los padres que se preguntan: ¿Qué fue lo que sucedió?…¿En qué fallaron como padres?…¿Será que un medio social dañado y las malas amistades influyeron más que la propia familia?.

La conocida psicóloga estadounidense Judith Rich Harris (1938-2018), estudió durante años el tema de la formación de la personalidad de niños y jóvenes y publicó varias obras. Una de ellas la publicó con el eminente psicólogo canadiense Steven Pinker (nac. 1954) y se titula: ‘La Suposición de la Crianza’ (1998, edición revisada: 2009). Otra se titula: ‘No hay dos iguales: Naturaleza Humana e Individualidad’ (2006) y en el 2007 publicó un ensayo titulado: ‘Influencia de los padres nula’ (1). En dichas obras, asevera que sus estudios evidencian que la influencia de los padres para moldear la personalidad de los hijos es prácticamente nula.

Esas obras suscitaron mucha controversia porque es bien conocido que el humano es un primate y todo primate imita comportamientos. El humano es muy social y sus decisiones están muy influenciadas por el comportamiento de las personas que trata tanto en su familia como en su sociedad. Por ejemplo, el psicólogo canadiense-estadounidense Albert Bandura (1925-2021), que fue Profesor en la Universidad de Stanford, hizo experimentos sobre la influencia que tiene en niños observar comportamientos agresivos. Aunque sus primeros experimentos fueron criticados, luego los repitió modificados y actualmente muchos psicólogos consideran que cuando los niños ven comportamientos agresivos son más proclives a imitarlos que cuando no los ven. En general, las personas tienden más a fumar cuando sus conocidos fuman, tienden más a beber cuando sus conocidos beben, y así por el estilo.

Desde el siglo XIX ha existido la controversia: ‘Naturaleza versus Crianza’ que atañe a la siguiente cuestión: ¿Qué determina las características de personalidad de un humano…Su dotación genética o su crianza?…Esa disyuntiva entre la naturaleza biológica y la crianza se remonta a la conocida obra: ‘La Tempestad’ (aprox. 1611) del notable dramaturgo William Shakespeare (1564-1616). En dicha obra Calibán es un ser deforme y medio humano, que es hijo de la bruja Sycorax y un demonio. Calibán simboliza las tendencias más primitivas del ser humano, y  es esclavo de Próspero. En una parte de la obra Calibán trama un complot contra su amo Próspero, que entonces se refiere a él en los siguientes términos: “un diablo, un diablo de nacimiento, en cuya naturaleza no puede prender jamás la crianza” (Acto IV, Escena I, líneas 188-190). En el citado párrafo, Shakespeare hace un juego de palabras con ‘nature’ (naturaleza) y ‘nurture’ (crianza), y el escrito original es: “A devil, a born devil, on whose nature nurture can never stick”.  Desde entonces se desató una polémica que todavía persiste: los partidarios de la naturaleza hereditaria por lo general han considerado que la crianza y la educación social pueden hacer muy poco o nada para cambiar y mejorar al individuo. Por el contrario, los partidarios de la crianza han considerado que todo radica en la educación y la sociedad.

En realidad, las investigaciones científicas han demostrado sin lugar a dudas que hay un componente genético hereditario. En tal sentido es importante referir el llamado ‘Estudio de la Universidad de Minnesota con Gemelos’, que se inició en 1990 y en el cual se hizo el seguimiento de más de 8.000 gemelos, tanto dicigóticos (provenientes de distintos cigotos), como monocigóticos (gemelos provenientes de un mismo cigoto y por lo tanto genéticamente idénticos). Entre los gemelos monocigóticos, la investigación hizo el estudio de las características de personalidad de 130 pares de gemelos monocigóticos que se criaron por separado, es decir, en circunstancias diferentes.

Ese estudio evidenció que los humanos tienen predisposiciones genéticas. Los investigadores del mencionado estudio concluyen que en promedio, aproximadamente un 50 % de la variación entre los individuos humanos se puede atribuir a lo genético y el otro 50 % de la variación se puede atribuir al ambiente, es decir, a la crianza (2).

Por otra parte podemos preguntarnos: ¿Una persona puede tener genes que la hacen propensa a ser agresiva?…Los científicos piensan que muchos genes pueden incidir en la predisposición de una persona para ser agresiva y es muy difícil cuantificar la incidencia de un gene particular. No obstante, hay algunas evidencias de que algunos genes pueden ser más significativos que otros. Por ejemplo, el gene conocido como MAO-A codifica la síntesis de una de dos formas de la enzima Monoamino-oxidasa. Esa enzima MAO-A cumple un papel muy importante para mantener estados mentales normales porque degrada 3 neurotransmisores que se utilizan para transmitir señales de una neurona a otra: serotonina, norepinefrina y dopamina. Estos neurotransmisores necesitan ser erradicados después de que han cumplido su función en la transmisión de una señal. Si se permitiera que se acumulen en el cerebro, se mantendrían activadas neuronas que deberían haber retornado a una situación de inactividad.

El papel de la MAO-A en el control de la agresividad se detectó en 1993 cuando se estudió una familia holandesa en la cual los hombres tenían inclinación a comportarse de una manera muy violenta. Los 8 hombres habían heredado una forma anormal del gene MAO-A, ya que una mutación en ese gene había causado que la enzima MAO-A fuera inefectiva, y los neurotransmisores se acumulaban lo cual incidía en que fueran muy agresivos. Ese es un caso extremo pero hay maneras más sutiles que hacen que una persona tenga una propensión a ser más o menos agresiva. Los genes son controlados por unos ‘promotores’ que son secuencias cortas de ADN ubicados cerca de los genes que controlan, y por estar constituidos por ADN pueden tener mutaciones igual que el ADN de los genes.

Se ha encontrado que el promotor del gene MAO-A es muy variable en la población humana. Las personas pueden tener 2, 3, 4 o 5 copias de ese promotor y cuantas más copias haya, más enzima MAO-A se producirá. La investigadora china Jean Chen Shih y su equipo en la Universidad Sureña de California estudiaron 2.524 jóvenes en Estados Unidos y encontraron que los hombres que solamente tenían dos promotores tenían más probabilidad de haber incurrido en comportamiento delictivo como robo, narcotráfico, y agresiones violentas durante los 12 meses previos al estudio. Lo mismo se encontró con mujeres que solamente tenían dos promotores. El trabajo se publicó en 2008. En el año 2010 otros investigadores publicaron un trabajo sobre finlandeses portadores de una variante del gene HTR2B que induce a cometer crímenes cuando se está bajo la influencia de bebidas alcohólicas. Por supuesto, estos descubrimientos tienen implicaciones en criminología, porque nadie es culpable de tener determinados genes (3).

No obstante,  el autor inglés Nicholas Wade (nac. 1942),  divulgador de temas científicos, precisa: “Los genes no determinan el comportamiento humano, solamente crean una propensión a comportarse de cierta manera (…) Las personas que viven en condiciones de pobreza y desempleo pueden tener más inducimientos a la violencia que las personas que viven mejor” (4).

Ciertamente, el humano es una especie bio-socio-cultural y eso significa que hay influencias genéticas, familiares, sociales y culturales en el desarrollo de la personalidad.  En efecto, algunos estudios sobre el desarrollo del cerebro humano, indican que hay una compleja interacción entre ‘naturaleza genética’ y ‘crianza’. El bebé nace con un ‘temperamento’ determinado fundamentalmente por lo genético, pero el cerebro humano está diseñado de tal manera que ese temperamento se modifica a medida que el bebé crece e interactúa con su entorno familiar y social, formándose así una ‘personalidad’. Además, ese proceso de desarrollo de la personalidad es prolongado, pues hay evidencias de que abarca los primeros 20 años de vida, aunque diversos autores consideran que algunas experiencias durante los primeros años pueden ser las más importantes (5). Los estudios sobre el desarrollo del cerebro humano, indican que la influencia genética y la influencia de la crianza no deben ser concebidas como factores que actúan de manera independiente, mecánica y rígida. En realidad el modelo que se está vislumbrando,  más bien es el de una compleja interacción dialéctica entre la genética y la crianza durante la juventud. Así, el eminente zoólogo británico Matt Ridley (nac. 1958) proporciona muchas evidencias de que algunos genes en el humano pueden ser ‘activados’ y manifestarse en determinadas condiciones ambientales, pero no en otras.  Por ejemplo un niño puede tener una potencialidad para la música, pero solamente la desarrollará en ciertas condiciones que sean propicias (6)…Entonces una buena crianza familiar y social del niño y el adolescente, son fundamentales para que se desplieguen las buenas potencialidades genéticas y no las malas. Por eso es tan importante alcanzar una sociedad que permita a los niños y los jóvenes desarrollar todas sus buenas potencialidades…En conclusión, aunque los estudios de la psicóloga Judith R. Harris indiquen que la influencia de los padres es mucho menor de lo que se pudiera suponer, de todas formas deben hacer todo lo posible para que sus hijos desarrollen todas sus buenas potencialidades genéticas y no sus malas potencialidades genéticas.

NOTAS: (1) Judith Rich Harris and Steven Pinker (1999, revised edition 2009) ‘The Nurture Assumption’. The Free Press. También:  Judith Rich Harris (2006) ‘No Two Alike: Human Nature and Human Individuality’. W.W. Norton & Co. También: Judith Rich Harris: ‘Zero Parental Influence’, pp. 177- 180, en John Brockman (Ed., 2007) ‘What is Your Dangerous Idea?’. Harper Perennial (2) Sobre este estudio véanse Pags. 12-17 en William R. Clark and Michael Grunstein (2000) ‘Are We Hardwired?. The Role of Genes in Human Behavior’. Oxford Univ. Press. (3) Los estudios sobre genes y predisposición a la violencia se pueden ver en Pags. 54-57 en Nicholas Wade (2014) ‘A Troublesome Inheritance’. The Penguin Press. (4) Pag. 57 en Nicholas Wade (2014) Op.Cit. (5) Sobre el temperamento innato y el desarrollo de la personalidad, véase pags. 128-131 en Steven R. Quartz and Terrence J. Sejnowski (2002) ‘Liars, Lovers and Heroes. What the new brain science reveals about how we become who we are’. HarperCollins Publishers (6) Matt Ridley (2003) ‘The Agile Gene. How Nature Turns on Nurture’. HarperCollins.

 

 

 

 

 

 

 

 

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