Género cuento, vivencias trujillanas. La fortuna tras unos animalitos / Por Pedro Frailán

Sentido de Historia

 

 

(Parte I)

 

A veces tenía alguna moneda cuando hacía algún mandado, que apenas le alcanzaba para comprar un bojote de chimó que en muchas ocasiones le servía para aguantar el hambre.

En eso, lanza un escupitajo de chimó sobre el piso de tierra, la saliva se desparrama, ella espera un poco, en el momento que se va secando antes que el polvo la absorba por completo en su totalidad, ve a una figura que se parece a un lagartijo. Pero este no existe en la lotería ¿Qué será? ¿Un caimán?, o ¿Una iguana? De todas maneras me jugaré medio del 30 y medio del 24.

Alipio se para en el umbral de la puerta de la calle como a la nueve y media de la noche, no hay neblina, pero sí un frío intenso agradable, más bien. La noche está despejada, aunque no hay luna, las puertas de las casas, balcones y ventanas están cerradas. A los extremos de la calle Paz de Pueblo Nuevo, se encuentran, a la izquierda la piedrota, al fondo de ella el solar y la fachada trasera de la casa del General Juan Araujo, recuerda al General Juan Araujo, hijo y a su esposa doña Belén, a quienes conoció y trató.

A la derecha de la calle, al final, está el cementerio, ahí están enterrados el General y su esposa, al entrar se puede identificar la tumba de ellos con una Santísima Trinidad grande, de mármol.

Al mirar de nuevo al extremo izquierdo se acuerda que en la piedrota a medianoche o antes o poco después, aparece una mujer vestida de blanco y recorre esta calle en Pueblo Nuevo. Dicen que le llama la atención los hombres buenos mozos, es decir, bien parecidos. Es uno de los espantos del pueblo que viaja con la historia colectiva de Jajó, es uno más de sus habitantes imaginarios e insólitos.

Alipio es hombre sereno, respetuoso, sobrio, cree poco en esas cosas. Lo que sí creen es en Dios primeramente, el Santo Niño de Escuque, en la Virgen del Talquito, en las benditas ánimas del purgatorio en especial a la de su mamá. Y por supuesto, en los animalitos, de hecho la tiene en una de sus faldiqueras del saco, sendas tiras del 28, el elefante, para mañana. Se compró el elefante porque en el alumbrado de las ánimas de ayer lunes, al irse derritiendo la vela sobre las paredes de ella, la espelma chorreada describía la trompa de un elefante.

En la Semana Santa a partir del miércoles, a mediodía no se tocaban más las campanas, sino las matracas como señal de luto por la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. No se hacían arepas para no golpear a Nuestro señor. Se sustituían por carabinas, unas masitas de harina envueltas en hojas de piñuelas.

Se comía mucho pescado, sobre todo blanco o rayado, ensaladas, sopa de pan con leche. Por supuesto la diversidad de dulces, el de zapallo, coco, lechosa, higos, de naranjón, dulce de leche. Mucho amasijo dulce o blanco, crinejas de pan combinado, en forma de crineja con bastante chocolate de taza La India.

Mucha oración para lavar los pecados, la procesión de Jesús de Nazareno, por las calles del pueblo. El doloroso recorrido del Santo Sepulcro y la Dolorosa detrás desde la iglesia de San Pedro hasta la capilla del cementerio, donde dejaba a su hijo muerto y retornaba con los feligreses a la iglesia.

No se podían jugar metras, mucho menos picar una troya, el trompo aún más prohibido, de hacerlo cada hueco que se hacía con el clavo del trompo al suelo era una herida al Señor. Se tenía que tener cuidado con el día más grande, sagrado y santo de año, el viernes santo, se tenía que tener mucho cuidado hasta bañarse, las personas que lo hicieran se podían convertir en sirena o pescado.

En la cuaresma como en Semana Santa puede salir la Llorona, son las mujeres que matan a sus hijos recién nacidos, que su conciencia queda en pena, como castigo por esta época salía vestida de blanco con el pelo echado para adelante sobre la cara, llorando horrible, si los llantos se sienten cerca está lejos o si se sentían lejos, es porque estaba cerca.

María Vicenta el martes de pascuas, a lo largo se veía caminar con mucha energía, tan rápido que daba la impresión que se iba a desarmar. Caminaba y caminaba, la sonrisa era de oreja a oreja, tanto así, que hasta los tocos de dientes que le quedaban cubiertos de chimó se le veían bonitos, ¡Es que la pobre nunca reía!
Decía: ¡Yo sabía que Dios no se iba a olvidar de mí!, repetía y repetía.

La tarde avanzada le pidieron que hiciera un mandado a una distancia de polo a polo, desde El Tejar hasta La Capilla ganándose un real al pasar por la bodega Mi Fortuna, entró y preguntó: ¿Qué es lo queda de la lotería?. El camello. Deme un real de camello el 22, pensó, pensó…

Pues démelo acá.

¿El camelo qué será eso?

Nunca había visto un camello, ni siquiera en fotografía. Un camello en Jajó, es difícil, ella ni siquiera conocía a Valera, sólo desde Montero a Jajó.

Esperó, ahí mismo el sorteo, por Radio Valera y punto…

Justamente anunciaba el ganador, el 22. Se ganó diez bolívares, toda una fortuna para María Vicenta.
Mayo, mes de la virgen, de la madre lluvia, de la Santa Cruz, precisamente el día tres del mes se celebra su día. Todos en Jajó hacen una plegaria, oración a la Santa Cruz que desde principio de siglo es la guardiana del pueblo en la cúspide de la montaña de La Morita. Donde existe una laguna ciega que no se logra ver, pero el que se sumerge en ella se lo traga. Jajó y sus pobladores están amenazados, si se lograra desbordar lo inundaría y acabaría con el pueblo.

Mayo, mes de las flores, de la lluvia, también se adornan las cruces, piden favores a la Santa Cruz en su capilla que está sobre los tres mil metros de altura, rodeado de una naturaleza de eucaliptos y frailejones, buen aroma y hermosas flores de hojas aterciopeladas. Se le rinde culto con una misa, alabanzas, cánticos de sus devotos para que los proteja por la eternidad y a la vez sostenga a esa laguna tranquila al igual que el pueblo.

Alipio pasa los días entre lluvias, flores, humedad, dolor, el recuerdo de su madre que nunca olvida el accidente y el azar. Hace tiempo que no gana a la lotería, ofrece una misa a la Santa Cruz de Mayo con tal de que le peque al premio. También hace tiempo que no sueña, opta por otro método de acertar; como siempre, juega las dos tiras.
Los agarra, los arruga, manda a Chucho a la cocina a buscar un plato de peltre. Lo coloca boca abajo y quema los billetes de lotería del día anterior para ver ¿Qué se juega? Queda una figura que representa un felino. Se comienza a descifrar ¿Será un gato?, ¿Será un tigre? Piensa y piensa, no tiene pintas, no tiene rayas, puede ser un gato de un solo color, blanco, negro, amarillo, sin pintas. Hace memoria y recuerda que hace mucho tiempo que no sale el tigre, es el 10, mientras que el 11, el gato, salió hace poco.

Le pregunta a Chucho; ¿Qué cree usted qué es?, como a Chucho le llama la atención los tigres, pero no, el de la lotería, sino los de Aragua, se lo recomienda. Alipio le ofrece una muda de ropa, un estreno de camisa, pantalón, medias. En eso interviene María Vicenta y advierte, zapatos no señor Alipio, se le puede torcer la suerte, Chucho en silencio la maldice. Pues yo me jugaré un medio de la vaca, el 26, me gusta la vaca, no sé por qué.
Alipio, a los días le pregunta María Vicenta, ¿Qué salió ayer?, la señal de la radio estuvo muy mal y no se oyó nada.

Güeno, yo le pregunté a Sánchez el lotero y me dijo que ese chaco de loro, el 7, yo llevaba medio del puerco, el 20. ¿Por qué?, en el solar de la casa se la pasan unos puerquitos del señor Licimago. Entonces, yo me la paso saca que saca, a cada rato, pero ellos se devuelven a cada rato y yo saca y saca. Continúa…

 

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