Miriam es una estudiante universitaria que tiene el privilegio de poseer un vehículo propio. A las 12:00 pm sale de la universidad y, mientras maneja, observa que la aguja del tanque de gasolina está muy cerca de la E (échale). Se preocupa al plantearse que podría quedar varada en medio del camino, coloca su mano izquierda sobre su frente y se apresura en pensar en una estación cercana. Tras rodar por unos minutos, avista el lugar y el alivio se nota en su rostro. Sin embargo, otro problema le afecta. “Tengo que echar gasolina de 95 únicamente. Si no hay de 95 la mezclaré con la que me queda en el carro para que no se me dañe la bomba”, dice mientras baja la ventana para ver si los otros conductores le permiten cruzar hacia la estación, ubicada en la avenida Teherán de Montalbán, Caracas.
Cuando llega a la estación de gasolina, le pregunta a uno de los encargados “¿Tiene 95?”. El “bombero” mueve su cabeza de un lado a otro en respuesta negativa. “Sólo tengo 91, mami. 95 está difícil”, agrega e interrumpe la conversación. Se voltea y entrega el vuelto a otro conductor que le pagó con un billete de Bs 20.000 y le reclama por “darle tanto dinero y llenar tan poquito”. Miriam aceptó que llenaran su vehículo con gasolina de 91. Sin embargo, detalló que con 25 litros era suficiente. Quiere evitar posibles averías. Paga con un billete de 100 Bs.
Después de surtir su vehículo, recibe el vuelto de 75 Bs. que le corresponde, un precio extremadamente barato en comparación al costo de este producto en el resto de los países. Por cada litro Miriam pagó un bolívar. Al pasar el valor de cada litro a dólar, con base en la tasa Dicom de Bs. 3.345 (según su 15ª subasta), la estudiante sólo costeó $0.00029895. Mientras venezolanos como ella cancelan este precio, el valor de este producto en el mercado mundial ronda entre $0,85 centavos y $1.