Pasan los días y la oposición venezolana todavía digiere la amarga derrota que sufrió el pasado domingo 15 de octubre en las elecciones regionales. Tras sus airadas denuncias de fraude y la declaración de desconocimiento de los resultados, comenzaron a surgir voces entre los referentes opositores que reconocen el revés electoral sufrido en los comicios regionales, en los cuales el chavismo se quedó con 18 de 23 gobernaciones.
A principios de semana, excandidatos e influyentes dirigentes de la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD) rompieron con el libreto y admitieron culpas. Uno de los que reconoce los resultados es Henri Falcón, ahora ex gobernador de la MUD en el estado de Lara, quien señaló que el resultado en las urnas del domingo es “trágico”. El político señaló que no es momento de generar más odio ni violencia a tiempo de reconocer que “la tragedia (opositora) pudo evitarse”.
Las diferencias opositoras
El ex gobernador de Lara no es el único líder de oposición que cuestionó el accionar antichavista durante los comicios regionales. Otro de los críticos es el ahora también ex gobernador de Amazonas, Liborio Guarulla, quien cuestionó la elección del candidato de la MUD y atribuyó a ello la derrota en esa región. En este estado los opositores no llegaron a consensos pese a la realización de elecciones primarias y cinco candidatos distintos disputaron la gobernación con el oficialismo.
La hora de la autocrítica
Más allá fue el diputado opositor José Guerra, quien atribuyó el resultado adverso del domingo a los errores propios y no a las virtudes del contrincante oficialista. “Nos derrotamos nosotros mismos”, concluyó el asambleísta a tiempo de señalar que es responsabilidad de la oposición haber reducido el caudal electoral alcanzado en las elecciones parlamentarias de 2015.
La oposición obtuvo 11 puntos porcentuales menos en comparación con el 56% de respaldo que obtuvo en aquellos comicios. Guerra añadió que la MUD no fue capaz de movilizar a sus simpatizantes para emitir su voto y por ello la participación electoral en los últimos comicios se redujo del 74% al 61%.
A pesar de sus cuestionamientos, el diputado manifestó que la votación del domingo fue la más irregular de todas las elecciones que se produjeron en Venezuela desde que el chavismo está en el poder. En los días previos a los comicios, se movieron centros de votación y se impidió la sustitución de candidatos tras las primarias opositoras, algo que fue denunciado por el movimiento antichavista antes y después de la votación.
Capriles no se suma al coro
Pese a que casi todos los principales referentes de la MUD insisten en la denuncia de fraude electoral, Henrique Capriles Radonski no se sumó al coro. Varias horas después de los comicios, el exgobernador del estado Miranda rompió el silencio con un mensaje en el que anunció que se mantendrá como miembro activo de la oposición, pero en el que no hizo ninguna alusión a las denuncias y reclamos del resto de la MUD.
“No trato de justificarme, ni de decir palabras correctas, sino sinceras, soy un ser humano y me siento igual que ustedes”, publicó Capriles en Instagram. Capriles, quien dijo con anterioridad que no buscaría la reelección, estaba inhabilitado para ser candidato debido a un fallo de la Contraloría General de Venezuela resolvió que durante 15 años no podrá ejercer cargos de elección popular.
Diferente postura tuvo el candidato opositor en Miranda, Carlos Ocariz, quien habló de un “sistema absolutamente amañado”. El lunes, la MUD publicó un comunicado en el que demanda “una auditoría total, cuantitativa y cualitativa de todo el proceso, con verificación internacional”.
Además, la dirigencia insiste en considerar a la votación del domingo como un “proceso electoral fraudulento” y desconoce sus resultados. En el comunicado, la MUD no reconoce ningún error. Sin embargo, ante los cuestionamientos que comenzaron a surgir, quedan una vez más en evidencia las fisuras internas de la coalición.
Ahora el rompecabezas político dentro de la MUD luce bastante desordenado en relación a la ruta a seguir, y tienen en frente la posibilidad de un nuevo escenario electoral, como lo es las elecciones de alcaldes y porque no, la presidencial, cuya coyuntura de “despecho electoral”, en estos momentos, parece favorecer al chavismo.
MI OPINIÓN
Para explicar que el Gobierno siga siendo competitivo en una elección, más allá de las irregularidades que denuncia la oposición en el proceso electoral, hay que analizar tanto las virtudes del chavismo como los problemas de la oposición agrupada en la coalición MUD.
El Gobierno de turno cuenta con un núcleo duro de votantes que están con él pase lo que pase. Analistas señalan que la dependencia gubernamental (paternalismo estatal) era un vicio, pero ahora – con el agravamiento de la crisis – es un tema de supervivencia. Las elecciones se dieron en un clima de desánimo en la oposición tras cuatro meses de protestas que dejaron 120 muertos y la denuncia de manipulación contra el CNE, hecha por el proveedor informático Smartmatic tras la elección de la Constituyente.
El Gobierno desde el año pasado, tomando en cuenta la derrota electoral en las parlamentarias de 2015, incrementó la “asistencia” social. Se inventó un programa alimentario llamado Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap), que en Trujillo fue bastante evidente, ahora imagínense cómo sería en otras entidades catalogadas como estratégicas, aunado a ello, se otorgaron una gran cantidad de beneficios económicos como las tarjetas Hogares de la Patria, la Chamba Juvenil, más pensiones, entre muchos otros.
La presión sobre los empleados públicos fue pública. Incluso, en el estado Trujillo, por ejemplo, el Gobernador sutilmente amenazó a los empleados dependientes de la Gobernación. Estos, al sufragar por Rangel Silva, tenían que colocarle en el revés de su cédula de identidad, una calcomanía de ojos de Chávez, eso era un requisito obligatorio, de lo contrario, “estarían pillaos”, dijo Rangel.
Obviamente ayudó una desacreditada oposición que no logró conservar la votación del año 2015. En ese año el chavismo sacó 5 millones y medio, y ahora obtuvo casi lo mismo. La oposición en 2015 sacó más de 7 millones de votos, y en los recientes comicios regionales no logró superar los 4 millones de los sufragios. Para muchos fueron sus propios seguidores decepcionados que los dejaron solos. No salieron a votar en parte por el llamado de abstención hecho por la llamada resistencia, y quizás incidió el éxodo de venezolanos al exterior, que en promedio ronda los 2 millones de personas en los últimos tres años.
En cambio, en la acera de al frente se impuso – sobre el descontento – el control gubernamental en empleados públicos, se impuso la dependencia asistencial con los programas sociales de ayuda alimentaria y económica, y ahí están los resultados.
Las denuncias de “fraude” aún carecen de sustento, y desde mi punto de vista, un fraude sería hasta “más saludable” para Venezuela, pero lamentablemente el problema es otro, y quizás más grave aún. La dependencia de “papá gobierno” es más preocupante, porque la gente puede estar muy molesta por la situación país de la boca pa’ fuera, pero a la hora de votar, lo hace por conservar su empleo, su bolsa de comida, su ayuda económica. Y eso en un país en crisis parece prevalecer. Ese, a mi criterio, es el verdadero problema.