Para este excelente comunicador social valerano de pura cepa, amante furibundo de la “Ciudad de las Siete Colinas”, la urbe de Marcos Valera y doña Mercedes Díaz; el terruño amoroso de Domingo Giacopini, de Monseñor Mejías, de José Humberto Contreras y de tantos hombres y mujeres que han forjado este laborioso suelo local, ha perdido gran parte de su luminosidad y brillo natural, esto con respecto al evidente abandono y atraso en el cual se encuentra sumida la otrora reluciente ciudad.
Al indagarle, el porqué de su apreciación, nos dice: es evidente que Valera, ciudad considerada como una de las de mayor futuro y emprendimiento en las décadas de los años 60, 70,80 y 90 se haya deteriorado de tal manera, que hoy en día parece un “pueblo fantasma”. Esto lo digo no porque existe un deterioro específico en cuanto a su siempre vertiginosa actividad comercial, la cual aunque muy limitada por el cierre y quiebre de muchas empresas mantiene su constancia, sino porque es notorio que el comercio y la industria formal han sido sustituidas por los bachaqueros y la economía informal, algo nefasto cuando se habla del desarrollo integral.
Lo mismo ocurre -continúa Montenegro- con la faz o fisonomía de la urbe, luce abandonada, sin políticas gubernamentales efectivas que preserven al menos su casco histórico; que atiendan las plazas y parques, que mantengan limpias, pulcras las calles y avenidas, y lo que es peor, que iluminen al otrora hermoso “pesebrito” que veíamos desde el Mirador de Carvajal y otros lugares de nuestras serranías cercanas cuando todavía no se construía el Eje Vial, desde donde hoy se observa un lugar oscuro y tétrico en horas nocturnas.”
Recordar es vivir
Recuerda con nostalgia Montenegro, su época de estudiante por allá por los años 60 y 70, donde refiere que era muy común observar el optimismo en las distintas instituciones educativas: Liceos como el Rafael Rangel, José Luis Faure Sabaut, Antonio Nicolás Briceño y luego el Pedro García Leal, eran centro no solo de cultura y enseñanza, sino de lucha estudiantil de la buena.
En esos tiempos cuando se manifestaba contra lo que se consideraba algún atropello, había una razón de peso específico y todo el estudiantado estaba informado sobre cuál era el motivo de esa protesta. Hoy en día muchos estudiantes ignoran porqué razón salen a las calles a manifestar y eso es triste -acota nuestro invitado.
Educación de alta costura
Asegura Gabriel Montenegro que, igualmente los salones de clases estaban plagados de calidad educativa, plenos de profesores insignes y mucho respeto por lo moral y ciudadano. “Tuve la gran suerte de recibir clases y conocer a connotados hombres de la educación valerana como Emérita León, Isilio Rosales, la Gata Pérez, Aroldo Valbuena, Wendell Cáceres, Josué Carrillo, Luis Gonzaga Matheus, Honorio Silvestein, Enmanuel Beauvais, Carlos Saavedra, Canyemi, el “Cateto” Rosales, el mocho Cubillán, Vidal Hernández, Gladys Carrillo, Alberto Reixach, Elia Mora, el profesor Portes, profesor Pacheco, profesor Lobo, profesor Mendoza, Enrique Araque, Pedro Bazó, tan solo para nombrar algunos”.
Pérdida de la tradición
En su retrospectiva sobre la Valera vivida, Montenegro coloca el acento sobre la pérdida de muchas tradiciones locales, tal es el caso de aquella excelente educación, al igual que buena parte del arte y la cultura, como en los casos de las retretas ofrecidas por la Banda Municipal Bolívar, las hermosas y vistosas Ferias Agropecuaria e Industrial de Valera, los famosos templetes dominicales, los desfiles de carrozas en Carnaval, los caballistas en las exposiciones, los teatros, el Ateneo, etc.
Este valerano con un conocimiento muy preciso sobre la ciudad de Valera, rememorada: “las parrandas sabrosas de los parroquianos los fines de semana y en diciembre el delirio de las gaitas y aguinaldos en todos los barrios, con los vistosos pesebres, arbolitos, guirnaldas, el olor a hallacas, a buen vino, y en la parranda gaitera Ronda Gaitera, Los Monarcas, Motatán en Gaita por Trujillo y por los monstruos del Zulia, Los Cardenales del Éxito, El Saladillo y los hermanos Aguirre (Renato y Ricardo), Betulio Medina, Rincón Morales, Astolfo Romero, Ricardo Cepeda, Chavín, Gladys Vera, La Universidad de La Gaita y muchos más.”
Tiempos buenos que se fueron
De aquella Valera de otrora, nos cuenta “Monty” que con tristeza se vio también desaparecer, las heladerías y restaurantes buenos como el Marcelino, El Padrino, Las Vegas, El Tiuna-Bar Restaurant, el Auto-Rancho, la fuente de Soda El Campo, El Restaurant New China, el Tequendama, El Restaurant Aurora, el Farol Andino, la Fuente de Soda Central, el Restaurant-Bar Ramiro Fossi, El Conticinio, entre otros, a los cuales arrolló la crisis y el oscurantismo, y de las discotecas ni se diga, el 99% de ellas ya no existen”. Agrega con jocosidad, que eran tiempos tan buenos, que hasta cayendo preso por los excesos naturales en las parrandas madrugadoras, provocaba ir a dormir en un calabozo al lado de algunos no muy “olorosos” compañeros de celda!!!
Por una
Valera mejorFinaliza Montenegro, haciendo un llamado a las autoridades locales, especialmente a la alcaldesa Iroschima Vásquez, para que como responsable directa del municipio, recupere parte de ese hermoso legado en este camino al Bicentenario de Valera: “ Soy un valerano optimista…Creo en mi ciudad, amo mi humilde origen local y jamás olvidaré que en esta ciudad no solo vi la luz por primera vez, sino espero que esa luz siga brillando, como debe brillar la esperanza de un futuro promisor para todos los valeranos, incluyendo por supuesto a quienes han llegado y se han enamorado de estas calles, avenidas y barrios tan hermosos”.
Valera es…
SABER qué… Urge recuperar ese brillo nocturno, reparando postes y tendidos eléctricos, reponiendo focos y bombillas, además de activar un vasto plan de vigilancia nocturna permanente, “el hampa se adueñó del centro de la ciudad y la penumbra reina donde debería existir luz y alegría sacando a las personas decentes que transitaban los fines de semana en sus paseos familiares.”