Buenos Aires, 6 abr (EFE).- En las principales ciudades de Argentina es cada vez más raro toparse con una cartel que diga «se alquila» en un departamento y quienes llaman a las inmobiliarias reciben como respuesta un «ya está reservado» o que está al final de una larga lista de interesados, por eso los inmuebles no llegan a publicarse.
Alquilar un departamento, una pequeña casa o un PH (propiedad horizontal) en moneda argentina para una familia o particular en la capital argentina o en las ciudades como La Plata, Córdoba, Rosario, Bahía Blanca, Mendoza o Salta se ha vuelto casi imposible.
Los propietarios prefieren destinar su inmueble al mercado de alquileres temporarios, publicándolo en plataformas como Booking o Airbnb, en inmobiliarias o portales locales, para recibir un pago en dólares.
«Ya había pocos inmuebles en alquiler a plazo legal, y la alta rentabilidad de alquileres temporarios hace que muchas personas que alquilan sus inmuebles por tres años hayan pasado al modo temporario, ya que la rentabilidad que tiene en dólares es más del doble», dijo a EFE el presidente de la Cámara de Empresas de Servicios Inmobiliarios (Camesi), Mariano García Malbrán.
Se trata de un fenómeno que ya sucedió en ciudades europeas como Barcelona o Berlín, al revertirse el número de unidades: hoy existe una oferta de 20.000 departamentos para alquiler temporario en Buenos Aires y solo 1.500 para alquiler tradicional, destacó el abogado.
Los expertos atribuyen la falta de propiedades para alquilar a una ley de alquileres aprobada en 2020, que hizo que bajara la oferta porque los propietarios metieron sus inmuebles en alquiler tradicional (contratos por 3 años) porque vieron caer la rentabilidad y tenían que pagar más impuestos.
En paralelo, se incrementó el turismo y la llegada de extranjeros para estudiar posgrados o especializaciones en universidades argentinas, dispuestos a pagar alquileres temporarios en dólares (por día, semana o hasta tres meses).
EN DÓLARES
El alquiler temporario es de 700-800 dólares por mes para un inmueble con una habitación (o dos ambientes), de acuerdo con el tamaño, ubicación y las comodidades, mientras que un contrato tradicional paga un tercio de los temporarios.
Las formas de pago son variadas: pueden ser mediante cuentas en distintos países en el extranjero, o la exigencia de dólar billete o de un adelanto de depósitos de cinco a seis meses, en un país en que existen fuertes restricciones para acceder al mercado de cambios oficial y donde las divisas son muy apetecibles.
Un alquiler a plazo legal da de un 4 % a un 6 % de rentabilidad, en cambio un alquiler temporario rinde de un 10 % a un 12 %, además de darle al dueño la posibilidad de disponer del inmueble o prestarlo a un familiar, explicó García Malbrán.
Los inmuebles destinados para alquiler temporario deben estar completamente equipados y dar un servicio similar a un hotel, al tener que proveer de internet, TV, juegos de sábanas y toallas y un seguimiento diario.
EN TODO EL PAÍS
Esta caída de la oferta se enfrenta a una demanda que sigue creciendo, con la necesidad habitacional de estudiantes, profesionales y trabajadores bajo relación de dependencia, en un país donde el precio de las propiedades se fija en dólares estadounidenses y donde la elevada inflación dificulta el desarrollo del crédito hipotecario.
«Es algo muy triste», dijo García Malbrán, por «las familias o personas que tienen que alquilar un inmueble para vivir y no puedan», y lo atribuye a una «política estatal que no ha tenido en cuenta la necesidad de generar acceso a la vivienda».
La ley de alquileres generó tal crisis habitacional que el Gobierno de Alberto Fernández evalúa la manera de suspenderla o modificarla.
Los propietarios no quieren amoldarse a lo que prevé esa ley de alquileres, que es un contrato con un plazo mínimo de 3 años, una sola actualización anual basada en un índice impuesto por el Estado (en un país con una inflación superior al 100 %) y tener que registrar el contrato en el organismo recaudador de impuestos.
«Creemos que va a crecer muchísimo el alquiler temporario en todas las ciudades», porque hay inversores comprando inmuebles para alquilarlos de forma temporaria, agrega García Malbrán.
En Buenos Aires ya pueden encontrarse edificios destinados principalmente a los alquileres temporarios, que cuentan con una recepción, espacios comunes y wifi libre en todo el edificio, con viviendas equipadas y amuebladas.
El propietario que alquila en forma temporaria no recibe por parte del inquilino garantía real o seguro de caución, como en el caso de los alquileres tradicionales, pero sí pide una suma fija en dólares en depósito, que se reintegra al finalizar la estadía o suscribe en las plataformas como Airbnb la «garantía para anfitriones» que cubre por daños o por pérdida de reserva al propietario.
Verónica Dalto