Viena, 9 mar (EFE).- Diez años tras el accidente en la central nuclear de Fukushima, un informe emitido hoy por la ONU afirma que no es posible «demostrar un aumento de la incidencia de una enfermedad por la radiación«, si bien menciona la subida de los casos de cáncer de tiroides entre jóvenes, que sin embargo achaca a otros factores.
«No se ha documentado ningún efecto adverso de salud entre los residentes de Fukushima que sea directamente atribuible a la exposición a la radiación del accidente de la planta nuclear de Fukushima Daiichi», sentencia el Comité Científico de la ONU sobre los Efectos de la Radiación Atómica (Unscear).
Según los expertos de Unscear (en sus siglas en inglés), no ha sido posible «demostrar un aumento de la incidencia de una enfermedad por la radiación» a causa del accidente sucedido el 11 de marzo de 2011 en Japón.
Eso sí, el detallado informe de unas 250 páginas habla de una subida de los casos de cáncer de tiroides entre niños y jóvenes, que atribuye al uso masivo de modernos métodos de diagnóstico para detectar problemas en esa glándula.
Además, destaca el impacto psicológico y social, como la evacuación de población de las zonas más afectadas, que también causaron problemas de salud en la zona afectada.
El desastre de Fukushima sucedió a causa de un fuerte terremoto, de 9.0 puntos de intensidad, y el tsunami que le siguió e inundó de agua la central, desatando una fusión nuclear.
OTRO MENSAJE TRANQUILIZADOR
En su informe lanzado en Viena, la Unscear asegura que las dosis de radiación procedentes de Fukushima fueron tales que «es poco probable que los futuros efectos para la salud atribuibles a la exposición a la radiación sean discernibles».
Según los expertos de Unscear, ese concepto de «discernible» se refiere a la improbabilidad de que los actuales métodos científicos puedan demostrar un aumento de la incidencia futura de una enfermedad por esa radiación.
En ningún caso, señalan, se descarta esa posibilidad ni se resta importancia al sufrimiento asociado a esos eventuales casos.
El documento confirma esencialmente las conclusiones y el mensaje tranquilizador que este organismo del sistema de la ONU ya emitió en 2013, y que ha completado ahora con más estudios, datos y análisis.
La nueva información, junto a las investigaciones previas, le permite, por ejemplo, asegurar que algunos niveles de radiación recibidos por la población fueron menores que los inicialmente calculados.
LEUCEMIA Y CÁNCER DE TIROIDES
Además, la Unscear mantiene que, hasta la fecha, «no ha habido informes de un exceso en la incidencia de leucemia en niños o adultos entre los residentes de Fukushima».
Distinto es el caso específico del aumento de cáncer de tiroides entre niños, confirmado con datos pero al que este organismo de la ONU da otra explicación.
«Ese exceso no parece estar asociado a la exposición a la radiación, sino más bien al resultado de la aplicación de procedimientos de revisión con ultrasonidos de alta sensibilidad», argumenta la Unscear.
El Comité viene a decir que el testado a cientos de miles de niños y adolescentes, usando técnicas muy sofisticadas, reveló la prevalencia de problemas en la tiroides en la población que no habían sido detectados previamente.
La elevada incidencia se debe a lo que Unscear califica como «hiper diagnóstico», que ha revelado muchos casos de cáncer de tiroides que nunca se habrían localizado sin esos test, ni habrían causado síntomas o la muerte a las personas afectadas.
IMPACTO PSICOLÓGICO Y SOCIAL
La Unscear recuerda también los impactos sociales del accidente que, aunque fuera de su campo de actuación, «son importantes para entender las amplias implicaciones sanitarias del accidente».
Así, señala que entre quienes fueron evacuados tras el accidente, hay datos de aumentos de la obesidad, problemas renales, diabetes mellitus o presión alta, entre otros trastornos, algo que se asocia al estrés y al cambio de vida antes que a la radiación.
«Los efectos psicológicos fueron especialmente evidentes entre los evacuados, e incluyeron estrés, ansiedad, depresión, problemas con la bebida y adversos efectos en la salud psicológica entre hijos y sus madres», enumera la Unscear, y señala que esos diagnósticos han ido decreciendo con el tiempo.
Además, varios estudios han mostrado evidencias de que la evacuación aumentó la mortalidad entre las personas mayores de edad.
FUKUSHIMA Y CHERNÓBIL
El informe ratifica los cálculos previos de que las emisiones radiactivas a la atmósfera fueron de entre 100 y 500 PBq (petabecquerels) de yodo 131 y entre 6 y 20 de cesio 137.
La Unscear compara esas cifras con las del accidente de 1986 en la central de Chernóbil, en la entonces Unión Soviética, y que junto al de Fukushima es el único desastre nuclear que ha alcanzado el nivel 7 en la escala que mide estos sucesos.
En Chernóbil (hoy Ucrania) se dispararon a la atmósfera 1.760 PBq de yodo 131 y 120 PBq de cesio 137.
El informe destaca que, a diferencia de lo ocurrido en Chernóbil, la mayor parte de los radionucleidos liberados en Fukushima cayeron sobre el mar, lo que contribuyó a reducir el impacto sobre los residentes de la zona.
En ese sentido, la Unscear reconoce que aún hoy se siguen vertiendo elementos radiactivos al Océano Pacífico, aunque el ritmo va decreciendo.
CONTAMINACIÓN DEL MAR
Según este informe, la concentración de cesio 137 en alimentos marinos ha descendido rápidamente en Japón.
Si en 2011 el 41 % de las muestras capturadas en la costa cerca de Fukushima tenían niveles por encima de los máximos de seguridad, en 2015 ese porcentaje había caído a un marginal 0,04 %, afirman los autores del documento.
Respecto a la vida animal, siguen considerando «improbable» que haya habido impactos regionales debido a una relación directa con la radiactividad emitida durante el accidente, aunque sí considera posible que «organismos individuales» se hayan visto afectados.
«Algunos estudios han indicado unos impactos sustanciales en determinados grupos de fauna salvaje, pero esos estudios siguen sometidos a cierta duda», concluye el reporte.