FUGACIDAD DEL TIEMPO Y HASTÍO POR POBREZA Y COVID | Por: Ernesto Rodríguez

 

Una de las cosas más importantes de analizar es la percepción subjetiva del tiempo. En efecto, es bien conocido que la monotonía y la rutina en la vida cotidiana tienen como consecuencia que se perciba que el tiempo transcurra más rápido y la vida sea menos rica en calidad y menos diversa en experiencias. En general, se sabe que a medida que una persona avanza en edad, percibe que los años transcurren más rápidamente. Eso se debe a que la persona se ‘acostumbra’ a una serie de experiencias que en su juventud le resultaban muy novedosas.

El gran escritor alemán Thomas Mann (1875-1955), Premio Nobel de Literatura en 1929, describe muy acertadamente lo que es la percepción subjetiva del tiempo en su obra: ‘La Montaña Mágica’ (1924). En la novela Hans Cartorp es un ingeniero comerciante alemán en Hamburgo, y su médico le recomienda que vaya a la montaña para un descanso. Cartorp decide visitar a su primo Joachim Ziemssen, que es paciente en el Sanatorio Internacional Berghof en Davos-Platz en las montañas de Suiza. En un principio, Cartorp pensaba estar solamente tres semanas y volver a Hamburgo, pero en el Sanatorio contrae un resfriado que luego se le agrava y le diagnostican tuberculosis y permanece más de siete años. Allí en el Sanatorio, Cartorp descubre que las nociones comunes sobre el tiempo no existen. Día tras día transcurren sin cambio con la misma rutina: medir la fiebre, comer, la cura de reposo, esperar y tomar el té. Le parece que el tiempo se hubiera abolido. En la novela, los dos primeros días en el Sanatorio, cuando hay un mundo nuevo por descubrir, ocupan tres capítulos. Los dos capítulos siguientes describen lo que Cartorp vive durante los siete meses siguientes, y solamente hay dos capítulos para los seis años restantes.

Thomas Mann dice: “los años ricos en acontecimientos transcurren con mayor lentitud que los años pobres, vacíos y carentes de peso, que el viento barre y pasan volando. Lo que llamamos hastío, pes, es consecuencia de la enfermiza sensación de brevedad del tiempo provocada por la monotonía. Los grandes períodos de tiempo, cuando transcurren con una monotonía ininterrumpida, llegan a encogerse en una medida que espanta mentalmente el espíritu. Cuando un día es igual que los demás, es como si todos ellos no fueran más que un único día, y una monotonía total convertiría hasta la vida más larga en un soplo que, sin querer, se llevaría el viento. La costumbre hace que la conciencia del tiempo se adormezca o, mejor dicho, quede anulada, y si los años de la niñez son vividos lentamente y luego el resto de la vida se desarrolla cada vez más deprisa y se acelera, también se debe a la costumbre. Sabemos perfectamente que introducir cambios y nuevas costumbres es el único medio del que disponemos para mantenernos vivos, para refrescar nuestra percepción del tiempo, en definitiva, para rejuvenecer, refortalecer y ralentizar nuestra experiencia del tiempo y, con ello, renovar nuestra conciencia de la vida en general. Este es el objetivo del cambio de aires o lugar, del viaje de recreo: la recuperación que permite lo episódico, la variación. Los primeros días de permanencia en un lugar nuevo transcurren a un ritmo juvenil, es decir, robusto y desahogado, y esta fase abarca unos seis u ocho días. Pero luego en la medida en que uno se ‘adapta’ comienza a sentir cómo se van acortando; quien aprecia la vida o, mejor aún, quien desea apreciarla, percibe con horror cómo los días se van haciendo ligeros y fugaces de nuevo, y la última semana – por ejemplo de cuatro – posee una rapidez y fugacidad terribles” (1).

En el caso de nuestro país, desde hace años estamos viviendo una vida rutinaria, monótona, empobrecida en todos los aspectos y carente de variedad. A duras penas solamente aspiramos a una mera supervivencia. Escribo el 5 de septiembre de 2021 y el simple hecho de llenar el tanque de gasolina del automóvil ya es una odisea que puede durar varios días. Desde el punto de vista de la movilización, no podemos ni pensar en viajar en nuestro automóvil a otras partes del país, por la escasez de gasolina, o el temor a una avería del vehículo. Además, el empobrecimiento económico nos limita en todos los aspectos y nos restringe la vida. Para colmo de males, nos ha caído el Covid-19 y no se vislumbra el final de la pandemia. Las personas de todas las edades están sufriendo un empobrecimiento alarmante de la calidad de vida. En efecto, los jóvenes ni siquiera pueden asistir a clases presenciales, ni ir a fiestas, gimnasios, excursiones, etc. Por eso, los años cada vez transcurren con más rapidez para personas de todas las edades, pero sobre todo para los ancianos.

El escritor argentino Ernesto Sábato (1911-2011) en su obra: ‘El Túnel’ (1948), dice en el comienzo de la novela: “La frase ‘todo tiempo pasado fue mejor’ no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que – felizmente – la gente las echa al olvido”.

No obstante, en el caso de nuestro país, todos los ciudadanos que tenemos una edad avanzada, podemos aseverar que nuestras vidas durante nuestra juventud fueron mucho más dichosas que las que tienen ahora los jóvenes. En efecto, teníamos la posibilidad de una vida con variedad, podíamos ir con frecuencia a playas, viajar por todo el país, etc. En Caracas había la posibilidad de mucha vida cultural, librerías, cines, etc. En la UCV donde estudié, había buenas instalaciones deportivas, buenas oportunidades para estudiar, y paremos de contar.

El autor alemán Stefan Klein (nac. 1965) es físico, filósofo y biofísico, y es un reconocido divulgador de temas científicos. En su importante obra: ‘El Tiempo. Modo de Empleo’ (2006), en el Capítulo 8 corrobora las apreciaciones de Thomas Mann sobre la percepción subjetiva del transcurso del tiempo. Luego, en el ‘Epílogo’ de su obra, titulado: ‘Una nueva cultura del tiempo’, Klein sugiere seis pasos para disfrutar al máximo nuestro tiempo. Como ‘Primer Paso’ sugiere ‘El dominio del tiempo’ y como ‘Sexto Paso’ sugiere ‘Seguir nuestras preferencias’ (2). Pero precisamente esos dos pasos son los que no podemos realizar cuando las circunstancias nos restringen severamente nuestras opciones de vida.

En fin, ahora el Covid-19 y la vida empobrecida, monótona, rutinaria, sacrificada y estresada, nos está ocasionando hastío y hasta depresión. Por eso, una de las tareas más urgentes cuando finalice el Covid-19 y cuando se recupere la economía, será tratar de subsanar las graves secuelas mentales de tanta fugacidad del tiempo de nuestras vidas. NOTAS: (1) Thomas Mann. ‘La Montaña Mágica’, Capítulo IV, sección titulada: ‘Excurso sobre la conciencia del tiempo’. La cita la he tomado de Pags. 151-152 en la edición de Edhasa (2008). Traducción de Isabel García Adáñez. Esta edición se considera muy confiable. (2) Pags. 297-307 en Stefan Klein ‘El Tiempo. Modo de Empleo’. Ediciones Urano (2007).

 ernestorodri49@gmail.com

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