Uno de los lugares reconocidos en el mundo por darle atención y hospitalidad a los migrantes venezolanos que llegan a Colombia, es la casa de paso Divina Providencia, ubicada en la localidad de Villa del Rosario, departamento Norte de Santander.
Este espacio que ha sido visitado por el secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro; por representantes del expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y hasta estrellas de cine, para conocer de su labor humanitaria, cerró sus puertas el 20 de marzo de 2020 por diversas razones, entre ellas, la llegada de la pandemia por COVID-19.
A pesar de ello, el trabajo humanitario de los voluntarios y las nuevas autoridades de la comunidad eclesiástica de San Pedro Apóstol no quedó allí. Mientras ciudadanos venezolanos retornaban de diversos países con la necesidad de llegar a su lugar de origen, en medio de la crisis que enfrentó América Latina con el inicio de la pandemia, el sacerdote Freddy Martín Celis Celis, junto con colaboradores de la comunidad, comenzaron en mayo de 2020 a llevarles alimentos preparados y kits alimenticios a los migrantes, para saciar sus necesidades.
“Les llevábamos alimento a los hermanos venezolanos migrantes y mitigamos esa situación de la necesidad de la comida de mayo hasta noviembre. Casi nunca dejamos de atenderlos a ellos, porque nuestra prioridad es siempre tenderles la mano a estos hermanos nuestros, venezolanos migrantes”, expresó al Diario de los Andes el sacerdote Freddy Martín Celis Celis, párroco de la comunidad de San Pedro Apóstol y coordinador de la casa de paso Divina Providencia.
Entre los meses de mayo y noviembre de 2020 repartieron unos 200.000 alimentos entre comida caliente y algunos kit alimenticios, respetando los protocolos de bioseguridad para evitar contagios por COVID-19. El padre está seguro que las bendiciones de Dios son tan grandes por la atención que brindan a los más necesitados, que ni él, ni ninguno de sus acompañantes se contagió en aquel momento.
Con nuevas normas
El 15 de febrero de 2021 con apoyo de la Diócesis de Cúcuta, a cargo de Monseñor José Elibardo Garcés, del fondo de la caridad del Papa Francisco y del Banco Diocesano de Alimentos, las puertas de la casa de paso volvieron a abrirse, pero ahora con otras normas. La atención fue dirigida a un sector específico, dando prioridad a mujeres venezolanas madres cabeza de familia y sus hijos, personas con discapacidad y de la tercera edad.
“Aquí atendemos a migrantes venezolanos con vocación de permanencia, un 50 o 60% de los que atendemos son con vocación de permanencia, que están dos o tres meses; pero aquí se renueva cada vez, ellos están yendo, viniendo y tenemos una población pendular, que vienen, están una o dos semanas y siguen de paso”, explicó el sacerdote Freddy Martín Celis Celis.
El ingreso a la casa de paso Divina Providencia ya no es por el portón azul gigante, frente al cual se observaban largas filas de migrantes esperando recibir un número para luego ingresar en las horas del almuerzo. Ahora es por un lateral, con puerta de entrada y salida, para cumplir con las medidas de prevención contra el COVID-19.
Desde las 11 de la mañana se observan a mujeres, la mayoría jóvenes, ingresando con dos, tres y hasta cinco niños. Algunas están embarazadas, con bebés en brazos, otros en coches, y algunos caminando. La mayoría de los niños están entre uno y siete años de edad. Casi todos visten short, zapatos Cross o cholas, y llevan el bolso tricolor (amarillo, azul y rojo) entregado por el Estado venezolano en las escuelas, que se ha convertido en un símbolo del migrante. Su piel se nota quemada por el sol, y un 95% de ellos son delgados.
Al entrar al lugar, van a ubicarse en el área de comedor, en orden. Se nota que conocen las normas de comportamiento establecidas. Una vez están todos sentados, el sacerdote da unas palabras de bienvenida, la bendición y comienza el rezo del rosario por parte de voluntarias. En medio de las plegarias, van levantándose de a pocos al área en donde se les será entregado el almuerzo con su respectivo jugo, y regresan al comedor.
Mientras los migrantes comen, el sacerdote pasa por cada mesa saludándolos y supervisando los platos, bendiciendo a los más pequeños, y preguntándoles a los adultos de la tercera edad por sus enfermedades y malestares.
250.000 almuerzos
Diariamente se alimentan en el lugar entre 550 y 600 venezolanos, de los cuales el 70% son niños, todos acompañados de sus madres o de algún familiar con documentos que certifiquen el lazo sanguíneo. En total unas 250.000 personas han recibido el beneficio entre febrero de 2021 a junio de 2022.
“Físicamente llegan con una escasez, bajos de peso, faltos de nutrición. Ellos llegan bastante delicados, porque vienen caminando, pasando necesidad, hambre. Pasando necesidades de poder dormir en un lugar digno, apropiado, y uno los recibe acá con esa deficiencia”, destacó el coordinador de la Casa de Paso.
Las madres de los niños por lo general no tienen oportunidades de trabajo. Se dedican a vender café, chucherías, prestando servicios de aseo en casas de familia, o cualquier actividad que les permita conseguir dinero para pagar el arriendo diario, que puede ser entre 10.000 y 15.000 pesos por persona. “Si consiguen para el arriendo no les alcanza para la comida. Es una situación bastante difícil que estamos viviendo”, destacó el padre Freddy Celis.
Para preparar esta cantidad de alimentos diariamente en la casa de paso Divina Providencia gastan entre 45 y 50 kilos de arroz; unos 75 kilos de carne u 80 kilos de pollo; entre 25 y 30 kilos de lenteja, caraota y frijol, y unos 60 kilos en verduras.
Según el coordinador de la casa, el párroco Freddy Celis el apoyo que reciben es del fondo de la caridad del Papa Francisco, de la Diócesis de Cúcuta, del Banco Diocesano de Alimentos, y de donantes de la comunidad que les dan algunas donaciones de víveres, arroz, granos, panela, y alimentos no perecederos. Desde la llegada de la pandemia no han tenido apoyo de organizaciones internacionales.
“Aprovecho de invitar a personas de buen corazón que se unan a donar, a traer ya sea recursos económicos o alimentos para apoyar esta obra de caridad. Una obra de caridad vive de las donaciones y la donación que envió el Papa se agota”, expresó el sacerdote, al destacar que la providencia divina los ha acompañado todo este tiempo, para no volver a detener la labor de ayudar a la población migrante que llega a la frontera colombo venezolana con mayor nivel de necesidad.