Francisco González Cruz
La tragedia sufrida en estos días concentrada en las zonas altas de Mérida, Trujillo y Barinas, con fuertes repercusiones en las zonas bajas, ha puesto de manifiesto lo mejor del alma venezolana. La bondad, la solidaridad, el trabajo en equipo y otras virtudes se han desplegado admirablemente en todos los lugares donde la naturaleza mostró su poder cuando se trata de reclamar sus terrenos y las imprudencias de los seres humanos, pero también la fortuna de esa bondad espontánea e inmediata que se activa para resolver las emergencias, no solo en los propios lugares afectados sino en la gente que desde sitios remotos, acuden presurosos o aportan recursos para abordar por todos los medios a su alcance las urgencias causadas.
La mayoría de los lugares afectados directamente son aldeas y pequeños centros poblados, algunos muy remotos, como Chejendé, Niquitao, Las Mesitas y diversas aldeas de la cuenca del río Burate; Timotes, Villa Mercedes, Quebrada de Cuevas, El Cumbe y otros sitios en la cuenca alta del río Motatán; Pueblo Llano, Las Piedras, La Mitisús, Santo Domingo y muchos sitios de la cuenca alta del río Santo Domingo; casi todos los lugares de la cuenca alta del río Chama como Apartaderos, La Mucuy, Arenales, Tabay entre otros. Los llamados Pueblos del Sur en Mérida como Aricagua, Canaguá y sus aldeas.
Muchas de ellas no tienen comunicación física ni electrónica y se las están arreglando como pueden, pues las bodegas ya no tienen nada y todos comparten entre todos lo que les queda. Y se activan para que las mulas y las motos puedan moverse. Sobre todo las motos, tan molestas en la ciudad y tan útiles en estos campos y en estas circunstancias.
Los teléfonos celulares también tan criticados por su mal uso, aquí han documentado los momentos desgarradores y también la formidable articulación de la gente para resolver las serias complejidades sorpresivas, a punta de amor a los demás, de solidaridad espontánea y natural, utilizando sus prácticas ancestrales de la cayapa, el convite o la mano vuelta o el mero sentido común, sin afán de protagonismo y sin “selfies”. También están los periodistas serios que están más allá del espectáculo y el servilismo. Ni unos ni otros han reportado saqueos ni abusos, apenas los intentos de protagonismo de algunos políticos que no entienden de esta transformación espiritual que está moviendo a los venezolanos, pero que reciben la indiferencia silenciosa de la mayoría.
Esa espiritualidad de los venezolanos la entendió plenamente José Gregorio Hernández y así lo dejó escrito en su libro “Elementos de Filosofía”. Ahora que la iglesia católica ratifica la decisión popular de considerarlo Santo, vale la pena insistir en ello, tal como lo dijo Su Santidad Juan Pablo II cuando habló de la “reserva espiritual de los venezolanos”. “Despierta y reacciona” fue el lema de su visita. Está vigente este desafío, y la tragedia en las zonas frías demostró que tenemos con qué.
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