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Francisco Vásquez socorrido por  Cantinflas | Por: Pedro Frailán

por Pedro Frailán
14/11/2021
Reading Time: 4 mins read
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Yo vengo de un pueblo, que más que un pueblo era un caserío, la vida era muy dura. Yo aprendí a escribir en una pizarra que era de piedra y tenía un marco de madera, si se caía se partía, al inicio le escribían las letras con un lápiz que se adecuaba al material de la pizarra, las llevábamos a la casa y nos las aprendíamos las letras. Todos los grados estaban concentrados en un salón y nos asignaban actividades a cada nivel con solo un maestro.

En La Mata de Escuque la vida era fuerte, no existían acueductos, teníamos que salir a buscar el agua, en las nacientes se le llamaban ojos de agua y con una totuma se iban recogiendo hasta llenar una olleta. Recuerdo que había una iglesia, que la comunidad había logrado construir, entre ellos mi papá Eduardo Vásquez, Francisco Cardozo Villareal, entre otros con el Padre. Recuerdo que algunas bancas se le asignaban nombres y apellidos.

La luz eléctrica ya existía, pero eso era un foco pequeño, producía una luz amarilla que no alumbraba mucho, ¡eso era un cocuyo! El pueblo grande más cercano era Escuque, recuerdo con mucha claridad la plaza Bolívar,  déjame decirte que prácticamente es la misma, al igual la iglesia del Niño Jesús, nos íbamos a pie por el camino de recuas, es decir, el que hacían las mulas que era el transporte masivo.

Así mismo veníamos a Valera,  de La Mata salíamos temprano, bien fuera mi papá o mi abuelo Francisco Antonio Vásquez con un burrito. Cuando llegábamos a San Antonio bajábamos hasta la Floresta, nos lavábamos los pies y nos poníamos las cotizas. Cuando había lluvia  el recorrido se hacía más difícil, por terrenos muy arcillosos. Llegábamos a Valera, por lo que hoy es la avenida Bolívar cerca del Mercado Municipal. Comprábamos mercancía para nosotros detallar en La Mata. La colocaban en una coleta de harina vacía, recuerdo que era marca “Golmedar”. El burro  que llevaba lo amarraban cerca mientras se hacían las compras.

Nosotros teníamos un televisor, un gran lujo todo el mundo no lo tenía, eso era un esfuerzo muy  grande que se le hacía a la vista para lograr ver una imagen nítida, porque era pura lluvia en la pantalla, recuerdo con mucha presencia el Observador Creole. ¡Mira lo que es la inocencia!, los muchachos al apagar el televisor, esperábamos quedar solos, para mirar por detrás del televisor y los cables a ver si veíamos salir algún hombre o mujer de esos que estaban adentro.

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Nos mudamos a Valera, comencé a estudiar bachillerato en el liceo Rafael Rangel, había poco tránsito, recuerdo el hospital, el mercado, jugábamos beisbol en la calle con pelotas rústicas hechas por nosotros mismos, recuerdo los cines Libertad, el Valera, el Cinelandia, el San Pedro. Luego me fui a Mérida a la ULA a estudiar, quise ingresar por medicina pero no lo logré. Entonces con una ayuda política del MIR entré a estudiar ingeniería civil. Pero la confrontación entre los grupos políticos estudiantiles y los cuerpos de seguridad del gobierno era muy fuerte.

Con unos amigos decidimos salir a México, con la ayuda de la Organización Bienestar Estudiantil solicitamos la referencia del Rector Pedro Rincón Gutiérrez. Llegamos a México en 1971, me impresionó la ciudad, yo ni siquiera conocía Caracas. Comencé a estudiar en el Instituto Politécnico Nacional de México. Ingeniería en Topografía Fotogramétrica Área. Aquí en Venezuela se llama Ing. Geodesia. Además estudié en la Universidad Nacional de México (UNAM) Ing. Arquitectura, me gradué de ambas carreras.

Trabajé mucho, fui chofer, mandadero o cualquier otro trabajo había que hacerlo para complementar y poder sobrevivir. En una oportunidad tuve que salir a pedir ayuda a una organización que tenía Cantinflas de ayudas sociales porque ¡Cantinflas ayuda al pueblo!. Hice un tremenda cola, solicité la ayuda para un libro, verificaron, luego me dieron la orden a una librería y ahí recibí el texto, fui de nuevo, lo entregué, al poco tiempo volví y me lo había dedicado. Lamentablemente en otra situación de necesidad tuve que empeñarlo en el Banco de Monte Piedad, no logré retirarlo, lo vendieron, se pagaron la deuda, los interés, me avisaron por correo y me dieron el excedente.

México y la ciudad de México son monumentales como el parque de Chapultepec, el museo impresionante,  las Bellas Artes, el Zócalo, La Catedral de Primada, la misma UNAM, el Museo Antropológico, el Santuario de la Virgen de Guadalupe sea creyente o no y no le gusta algo pasa.  De México traje el nombre de mi empresa “Comercial Hermanos Vásquez” que siempre pasaba por un negocio con este nombre y me decía cuando retorne a Venezuela voy a poner mi negocio con este nombre, pues, ya tiene aquí en Valera más de 40 años.

Primero  aquí trabajé como profesional en varias instituciones del Estado, la CVG, CONARE  entre otras. Algo que sí me gusto del mexicano, que él quiere mucho a su país. Me gustaría que nosotros hiciéramos lo mismo con Venezuela y con Trujillo por supuesto.

Finalmente te digo que cuando uno en busca en su propia historia se encuentra con sus propias raíces, es decir, con su propio barro. “Polvo eres y en polvo te convertirás” Génisis. 3:19

Tags: Sentido de HistoriaTrujillo
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