Francisco Marval: Los hombres buenos están en el cielo | Por: Francisco Graterol Vargas

Escribo estas líneas con mucha tristeza. Llorando. Es lo menos que puedo hacer. Derramar unas lágrimas por un gran hombre que se nos fue. Un excelente profesional de la medicina, el tocayo Francisco Marval.

Su alma, su espíritu debe estar ya en el cielo. Para una persona tan buena, tan humana, no puede existir una antesala para que San Pedro y los ángeles celestiales lo reciban en el cielo y con todos los honores.

El Dr. José Antonio Román, otro cuarto bate de la medicina, a quién visité el miércoles me contó sobre la hospitalización de Marval en el «Pedro Emilio Carrillo» atacado por el mortal virus que tanto daño ha causado en el mundo.

Desde ese instante mis oraciones fueron para el tocayo. Así nos saludábamos. Ayer en la mañana, su gran amigo y compañero de trabajo en la Sociedad Anticancerosa, el Dr. Raúl Díaz Castañeda, me confirmaba lo de su fallecimiento.

¡Que buena vaina, poeta!

Los seres cómo Marval también se nos van. Varias veces fui paciente del tocayo y de Raúl.

Hace unos tres años andaba todo asustado por un nódulo que sentía en la tiroides que me dificultaba hasta para comer. Era inminente una operación. Raúl me recomendó que me viera primero Marval, quien me dio una clase magistral y el por qué no debía someterme a una intervención quirúrgica.

Lo cierto es que terminé acostado en una camilla en el consultorio de Raúl. La acción resultó rápida.

Marval había decidido extraerme junto a Raúl el líquido del nódulo casi lleno en la tiroides.
¡Sentí un gran alivio! El nódulo estaba casi vacío.

» Ya estás operado, ja ja» me dijo Marval con una amplia sonrisa al sacarme la jeringa con el líquido que tenía dentro.

¿Y si se vuelve a llenar que hacemos? le pregunté todavía asustado y sorprendido al galeno amigo.

-Le extraeremos de nuevo el líquido. Ahí está tu operación me recalcó
Ha pasado el tiempo y he vivido con ese nódulo en la tiroides y lamentablemente la cita con Marval y Raúl que era para estos días de enero para echarle otro vistazo a la tiroides ya no se podrá concretar por la desaparición física del apreciado amigo.

Este es un episodio muy personal en el trato y amistad con el tocayo. Pero, así era Marval. Le gustaba servir a los demás. No se graduó de médico para lucrarse y un ejemplo es como murió. Vivía con lo justo.

Por eso no encajó como político. Fue edil y alcalde del municipio Valera y me confesó en una oportunidad que le pregunté por qué no continuó haciendo carrera como político, si la gente lo apreciaba tanto.

-Precisamente por eso. No servía para mentirle al pueblo. Fue la respuesta.

Marval era pueblo. Oriental. Y le sirvió a los valeranos casi toda su vida. Un médico como pocos, al estilo de José Gregorio Hernández. Bondadoso y caritativo. No dejó riquezas pero si un pueblo muy agradecido que lo recordará siempre.

Adiós amigo.

Descansa en paz.

 

 

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