“Si alguna palabra constituye un reto para ser definida y aprehendida en sus múltiples acepciones, es la palabra historia, que en todas las lenguas aparece con más de un sentido”. Ángel Lombardi
Todo comenzó cuando desde niño, en el sector de La Hoyada, ahí donde queda hoy la Urbanización Santa Ana. ¡Eso no existía!, todo era monte y culebra, nos encontrábamos los jóvenes a jugar aquellas tremendas caimaneras. Yo tuve dos inclinaciones, una era por el béisbol y la otra por el periodismo. ¡Sí, periodismo!, aunque yo no sabía que era eso.
Jugando en La Hoyada, cerca a lo que es la urbanización había un terreno, muy irregular, pero en esas condiciones jugábamos, incluso desde el center fielder y el right no se veía para el home, si se necesitaba un lanzamiento eso era adivinando. Pero a mí me gustaba tener un cuaderno y hacer anotaciones de las jugadas de las caimaneras (hits, dobles, triples). Por cierto, que el jonronero de la localidad era Roberto Méndez, un panadero.
Mi fuente intelectual fue en casa, de las pocas que había, de la señora Dolores, quien compraba todos los días el Panorama para estar informada. Yo me acercaba hasta allá a dos cosas, una a leer el periódico, lo mío era la información de las grandes ligas, y la otra, a oír las radionovelas que transmitía Radio Rumbos y Continente.
Trabajando en la tapicería de Guillermo Briceño utilizaba las paredes para hacer los pronósticos de las grandes ligas. En una oportunidad, mis proyecciones se dieron de cuatro – cuatro, es decir, dos ligas generales, cada una de ellas dividida integraban cuatro equipos. Empecé a visitar la biblioteca del Concejo Municipal, donde había más prensa y ahí sí, como decía el maestro Billo’s ,“a gozar muchachos”.
El tiempo pasaba, ya como a los dieciocho años, entonces viajamos hacia Yaracuy con un equipo de béisbol a un nacional, hicimos un buen papel. De regreso a la tapicería, mi lugar de trabajo, le dije a Guillermo que yo quería escribir aquellas vivencias y me animó. Lo hice en un cuaderno, a mano, yo no sabía qué era una máquina de escribir. Me fui para “El Tiempo”, me recibió Cornelio Viloria, me atendió muy bien.
Al poco tiempo me invitó a escribir una columna de análisis deportivo de manera irregular, la que bauticé con el nombre “Jovar”, combinando mis nombres y apellido, y esta fue la que cuadró (José Francisco Graterol Vargas). Al pasar los días, renunció a esta editorial el periodista deportivo Rudy Linares, se iba a Barinas.
Cornelio me ofreció que hiciera la página deportiva y acepté. A los pocos días me invitaron a hacer periodismo radial en “Radio Turismo” con el programa “Radio Informando”. Ahí, de manera muy amena me recibieron Ramón Rivas Sáez, Ramón Azuaje, Rafael Hernández Abreu, el propio Rudy, quienes fueron grandes maestros en estas labores, tenía mucho que aprender, venían tiempos buenos para el aprendizaje.
De nuevo, Cornelio me dijo que él iba a renunciar a la jefatura de prensa de la policía y me ofreció ese cargo, ¡Pues bueno!, eran tres cambures que tenía. Comencé a enviar boletines informativos para “El Universal”, recuerdo que tenía que ir al aeropuerto y enviarlos por los aviones que salían a diario para Caracas.
Corrían los años de 1972, `73, `74, cuando el Colegio Nacional de Periodistas hizo un llamado a quienes ejercíamos de forma empírica el periodismo, nos solicitó recabar documentación para certificarnos y así se hizo. Por un tiempo salí de Trujillo a Lara, a hacer periodismo deportivo en Radio Tricolor, me invitó Rivas Sáez. Allá trabajé con Alfonzo Saer y Francisco «Che» González. Por un accidente deportivo retorné a Trujillo, en un periodo de reposo.
En ese tiempo me abordó Guillermo Montilla para trabajar con el semanario “La Razón”, antecedente periodístico del Diario de Los Andes, renuncié en Radio Tricolor y me incorporé de nuevo a Radio Turismo, que gerenciaba Muchacho Hermanos, hasta que abrió Diario Los Andes, un 24 de agosto de 1978.
Te digo, un sentimiento. Esta es “mi gran casa”, el primer director fue Aníbal Miranda, a mí me correspondió trabajar en sucesos y deportes, protesté al poco tiempo, o una cosa o la otra, me dejaron por supuesto, en deportes.
El Diario vino a revolucionar el periodismo en el estado, sobre todo en el deporte. En 1979 reseñamos con mucho éxito la Vuelta al Táchira. Eso finalizaba una etapa dentro del transporte del Diario; llegar a echar máquina, a redactar, el fotógrafo a enviar la información, vía terrestre, hasta que a medianoche desde la oficina confirmaban la llegada, y a dormir tranquilo, nada de web, ni redes ¡Ah, mundo!
Hablemos de Estudio Deportivo, siendo Guillermo Bracamonte director de Radio Turismo, nos invitó a hacer un programa de deporte donde formamos parte el propio Memo, Evencio Daboín, Omar Vulnero de la Cadenas Capriles y yo. Más adelante entraron otros, entre ellos RJ Daboín. Para orgullo nuestro todavía se mantiene en la 91.9 FM, lo conduce mi hijo Frank Graterol, a veces yo colaboro. Es el programa más longevo de nuestra radiodifusión. Turismo, sin duda, fue una emisora deportiva regional, nacional e internaciónal.
En este recorrido he tenido grandes maestros, siempre recuerdo a Piñero Montilla, los diálogos con Antonio Pérez Carmona, con sus títulos y cómo obvio al Dr. Eladio Muchacho y muchos más, la vida misma. El Diario es una gran escuela. Han pasado muchos jóvenes que han alimentado sus ansias de conocimiento como: Betty Araujo, Cheo Rojas, Alexander González, Layisse Cuenca y tantos, y tantos.
Te voy a contar esta anécdota para que finalicemos. Porque de lo bueno poco. Cuando nos fuimos a mudar de La Hoyada, para el barrio San Isidro de Morón, mis padres y mis hermanas tuvieron que esperar que yo terminara una caimanera. Finalizada, me despedí de mis amigos y fui a montarme en el camión junto con los corotos. Miraba siempre para atrás y en mi imaginario prometía regresar…