Francia vivía este miércoles su segunda jornada consecutiva de huelga en la empresa pública de ferrocarriles, un movimiento masivo que afectaba a millones de usuarios y que supone un desafío para el programa reformista del presidente Emmanuel Macron.
Apenas uno de cada siete trenes de alta velocidad (TGV) y uno de cada cinco trenes regionales operaban este miércoles, según las previsiones de la dirección de la empresa ferroviaria estatael (SNCF).
Los sindicatos convocaron a un movimiento de huelgas intermitentes, a razón de dos días por semana, que debe durar en principio tres meses.
El martes, en la primera jornada de huelgas, solo circuló un TGV de cada ocho y un tren regional de cada cinco, por lo que muchos franceses optaron por trabajar desde su casa.
La huelga provocaba también enormes atascos alrededor de las principales ciudades del país. El miércoles, hacia las 05H30 GMT se contabilizaban embotellamientos de 350 kilómetros en la región parisina, es decir el doble de lo habitual.
“Entro a trabajar a las 13H00. ¿Saben a que hora me tuve que levantar? ¡A las 05H00!”, se desespera Jean Nahavua, un asistente de gerencia en una empresa mayorista que vive en Lille y trabaja en París.
“Tres meses de huelga es mucho”, coincide Françoise Sirugue, 45 años, que esperaba un tren en la estación de Dijon (este). “Ayer me quedé en casa, pero no puedo quedarme todos los días”, suspira.
Los ferroviarios protestan contra la supresión del estatuto especial que les garantiza el empleo para los nuevos contratados, la apertura del servicio de ferrocarril a la competencia y la transformación de la empresa en sociedad anónima, lo que, según ellos, abre la vía a una futura privatización, algo que niega el gobierno.
Para ello han ideado un nuevo concepto de movilización, con una huelga de dos días cada cinco, es decir un total de 36 días de paros alternados hasta finales de junio.
El primer ministro Edouard Philippe admitió el martes que las personas que usan la red ferroviaria SNCF – 4,5 millones de personas a diario – tienen “días difíciles por delante”.
– ‘Mantener el rumbo’ –
Macron, que asumió la presidencia en mayo con la voluntad de “transformar” Francia, ha logrado hasta ahora imponer sin gran resistencia sus reformas, incluida una polémica reforma laboral.
Pero esta vez se enfrenta a una tarea mucho más difícil al intentar reformar una empresa de 147.000 empleados que consiguió doblegar la voluntad reformista de varios gobiernos franceses en las últimas décadas.
Para justificar su reforma, el gobierno hace hincapié en la enorme deuda de la empresa pública, en la necesidad de prepararla para la próxima apertura a la competencia y sus importantes costes. “Hacer circular un tren en Francia cuesta un 30% más caro que en otras partes”, repite el ejecutivo.
El presidente francés se juega parte de su credibilidad en este asunto. Aunque por el momento ha cedido el protagonismo a su gobierno, Macron no puede dar marcha atrás ante los ferroviarios después de haber acusado varias veces a sus predecesores de inmovilismo.
Frente a él, el primer sindicato francés, la CGT, ha llamado a una “convergencia de las luchas” para defender los servicios públicos y el famoso “modelo social francés”.
– Otros frentes –
En paralelo a la huelga ferroviaria, estudiantes universitarios manifestaban también su descontento el miércoles contra una ley que pretente modificar el acceso a la universidad, que según ellos crea un sistema de selección en los establecimientos públicos.
La facultad de Letras de la Universidad Sorbonne estaba cerrada el miércoles debido a un bloqueo de estudiantes, un movimiento que se ha tomado ya varias universidades en Toulouse, Burdeos y Rouen.
El personal de Air France, los recolectores de basura y algunos trabajadores del sector energéticos también organizaron huelgas separadas el martes en una creciente atmósfera de descontento contra las reformas del gobierno.
Los analistas estiman que el pulso con el sector ferroviario podría ser un momento peligroso para Macron si la opinión pública se pone del lado de los huelguistas.
“La hierba está seca y no hace falta gran cosa para que arda”, vaticinó Jean-Claud Mailly, jefe del sindicato Force Ouvriere.
AFP