Nueva York, 6 abr (EFE).- La política de Estados Unidos sobre Venezuela sufre de una especie de síndrome de Florida, en el sentido de que ese estado sureño y su influyente comunidad hispana es el que está marcando la línea dura de Washington con el país caribeño y que el Gobierno de Joe Biden no ha revertido tras el paso de Trump.
Esta es una de las tesis del libro recién salido de imprenta «Things are never so bad that they can’t get worse (Inside the collapse of Venezuela)», escrito por el periodista estadounidense William Neuman, exresponsable de The New York Times para la región andina y que vivió en Caracas durante cuatro años (2012-2016).
Aunque el libro aún no se ha traducido al español, Neuman cree que se llamará «Todo se puede poner peor», en referencia al continuo deterioro de la situación venezolana debido a una multitud de factores: el desplome de los precios del petróleo en años pasados, la hiperinflación, la represión interior y la desunión de una oposición minada por los personalismos.
Pero si hay un factor externo que agrava la situación, es la imposición de sanciones por parte de Estados Unidos, que comenzaron a aplicarse en 2014 y se endurecieron en 2017. Sanciones que, paradójicamente, «le han hecho un favor político a Nicolás Maduro», dice el autor en una entrevista con Efe.
Las sanciones —razona— han permitido a Maduro victimizarse ante su población, y unir a una mayoría de venezolanos que se opone a ellas. Y además han tenido un efecto imprevisto, que ha sido arrojar a Venezuela a los brazos de China y Rusia «al no dejarle alternativa»: esos dos países, y sobre todo Moscú, acudieron en auxilio financiero y militar de Caracas.
¿Cómo es posible que en Washington nadie previera la «cubanización» de Venezuela al imponer las sanciones? Primero, Neuman cree que en la era Trump, «nadie conocía Venezuela» en la Casa Blanca o el Departamento de Estado y «por eso se dejaron seducir por la jugada de Juan Guaidó», el autoproclamado presidente encargado del país en enero de 2019 y ahora casi caído en el olvido.
Y después de la era Trump, Joe Biden no se ha atrevido a tocarlas. «Se han convertido en un tema muy tóxico» para Biden, dice.
La razón de esta línea dura con Caracas es meramente electoral, explica Neuman: Los 29 votos electorales de Florida lo convierten en uno de los que tienen más peso político, y en Florida es la influyente comunidad cubanoamericana, ferozmente anticomunista, la que marca el ritmo, secundada por la colombiana y la nicaragüense; paradójicamente, los venezolanos son escasos en Florida y de poca influencia.
APAGONES, FRIGORÍFICOS VACÍOS Y ÉXODO
Pero el libro de Neuman, presentado hoy en primicia en el Consejo de las Américas de Nueva York, no solo habla del juego político, sino de cómo el deterioro económico ha marcado la vida del venezolano de a pie, algo que ejemplifica con los apagones: ocho capítulos del libro se llaman «Blackout» (apagón).
Describe los numerosos casos de familias resignadas a comer una sola vez al día o con dietas reducidas a lentejas y arroz, donde los frigoríficos solo tienen dentro «agua y luz» y los bolívares se han convertido en trozos de papel sin apenas valor debido a la hiperinflación.
Ante la pregunta de cómo Nicolás Maduro ha podido sobrevivir al descontento que en cualquier sociedad provoca la escasez, Neuman dice que se equivocan quienes reducen a Maduro a un hombre sin mayor pasado que el de «chófer de autobús».
Lo califica de «inteligente» y «muy hábil» por haber logrado «lidiar con las distintas facciones chavistas tras la muerte de Chávez», sobrevivir al desplome de los precios del petróleo, «comprar la lealtad de las fuerzas armadas» nombrando a militares al frente de ministerios y organismos estatales y saber rodearse de un grupo de empresarios que ha conseguido hacerse ricos jugando con la política cambiaria.
Sin embargo, no lo considera un gran estratega, sino un hombre que responde más bien a soluciones tácticas. Curiosamente, esta misma «tara» es la que aqueja a la oposición venezolana, incapaz de proponer una visión a largo plazo.
Neuman considera incomprensible que la oposición, después de haber conseguido ganar las elecciones en 2015 y lograr un tercio de alcaldías el pasado noviembre, sea incapaz de aprovechar «el fuerte desgaste de la población con el chavismo, incluso en feudos tradicionales como el campo o las barriadas».
Lo atribuye a que las fuerzas opositoras «son muy personalistas, creadas alrededor de un líder, casi sin base de militantes», y no saben aprovechar ni siquiera las coyunturas favorables como la actual.
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