Actualmente estamos viviendo una época muy dura con muchos estímulos depresógenos (generadores de depresión) y estresógenos (generadores de estrés). Entonces es pertinente considerar algunos requisitos mínimos de la neuroquímica cerebral imprescindibles para una vida algo más feliz y más sosegada.
Marian Rojas Estapé (nac. 1983) es una médica y psiquiatra española, que ha sido entrevistada muchas veces sobre el tema de la ‘Neurociencia de las emociones’ y sobre ‘Cómo pasar del estrés a la empatía’. Ella es muy preparada y esas entrevistas han gustado mucho a muchas personas y la lectora o lector pueden ver fácilmente esas entrevistas por internet. Lo único que no me gusta, es que habla demasiado rápido y solamente propone soluciones individuales para vivir con menos estrés y más empatía, cuando en realidad, la única solución para vivir mejor desde el punto de vista mental, es que la sociedad sea más sana y mejor, y nos permita vivir con más empatía sin estrés ni depresión.
Esta autora denomina al cortisol la ‘hormona del estrés’. El cortisol es una hormona glucocorticoide producida por la corteza de la glándula suprarrenal que se libera como respuesta al estrés. Cuando se libera con mucha frecuencia ocasiona graves daños a la salud. Pero es muy importante señalar que está bien comprobado que el ejercicio físico neutraliza el cortisol.
Ella también llama a la oxitocina la ‘hormona de la empatía’. Eso es verdad, pero además la oxitocina cumple un importante papel en la sexualidad. Sorprende mucho que no haga referencia a ese papel sexual de la oxitocina.
El bioquímico estadounidense Vincent du Vigneaud (1901-1978), Premio Nobel de Química en 1955, descubrió la oxitocina (del griego ‘oxys’: rápido y ‘tokos’: parto) y la vasopresina (del latín ‘vasum’: vaso y ‘pressare’: apretar).
Pero vamos a ver brevemente la historia evolutiva de estas hormonas. La historia comienza con un proceso fisiológico muy poco romántico: ¡Orinar!!!…En efecto, hace unos 400 millones de años cuando los ancestros vertebrados de nuestra especie abandonaron el medio acuático para vivir en el medio terrestre, estaban ya equipados con una hormona llamada vasotocina, una pequeña proteína cuya función era regular el balance de sal y agua en el cuerpo. Los peces y los anfibios como por ejemplo las ranas todavía utilizan dos versiones de vasotocina para tal función. Luego los reptiles se originaron a partir de los anfibios, y a su vez dieron lugar, por un lado a las aves, y por otro lado a los mamíferos. Todos los mamíferos, incluyendo por supuesto el humano, tienen dos hormonas llamadas vasopresina y oxitocina. Estas hormonas todavía realizan su antigua función. Hablando de manera metafórica: La vasopresina le dice al riñón que conserve agua y la oxitocina le dice al riñón que excrete sal. Pero la vasotocina también cumple un papel en la regulación de la fisiología reproductiva de los peces actuales, y de manera similar la oxitocina y la vasopresina cumplen un papel en la fisiología reproductiva de los mamíferos. Así, la oxitocina estimula la contracción de los músculos del útero de la hembra mamífero al parir, y también causa la secreción de leche en los conductos mamarios de la hembra mamífero durante la lactancia del neonato, por ejemplo el bebé humano.
Pero las sorpresas vinieron a principios de los años 1980 cuando los científicos descubrieron que la vasopresina y la oxitocina también cumplen un papel en el cerebro humano, además de ser secretadas por la glándula pituitaria en el torrente sanguíneo y cumplir las funciones en el riñón, útero y mamas que hemos descrito. Por ejemplo, los científicos inyectaron oxitocina en el cerebro de ratas y detectaron que en el caso de una rata macho provocaban una enérgica erección del pene. En el caso de una rata hembra la inyección de oxitocina causaba que asumiera una postura de cópula para que la penetraran.
El gran dramaturgo inglés William Shakespeare (1564-1616) en su comedia fantástica titulada: ‘Un Sueño de Una Noche de Verano’ (aprox. 1594), refiere un tipo de flor que ha sido flechada por Cupido (antigua diosa romana del amor) y es llamada: ‘amor en vano’. En la comedia Oberón, Rey de los Duendes y Hadas, le dice al Duende Puck : “Tráeme esa flor : una vez te mostré esa planta : su jugo, puesto en párpados dormidos, hace que el hombre o la mujer enloquezcan de amor con la primera criatura viva que vean” (Acto II, Escena I). En la comedia varios personajes caen bajo los efectos de ese jugo, y Titania, que es la esposa de Oberón, también cae, por lo cual se enamora del tejedor Bottom que se ha puesto una cabeza de asno.
Por supuesto, eso que dice Shakespeare en la comedia es algo fantástico, pero con algunas modificaciones quizás podría ser real, porque la ciencia está descubriendo que la oxitocina puede hacer que una persona se enamore, aunque probablemente nunca se llegaría al extremo de que una mujer se enamore de alguien que tenga una cabeza de asno.
El escritor británico Matt Ridley (nac. 1958), es uno de los más reconocidos divulgadores de temas biológicos, y aunque aclara que a veces es riesgoso extrapolar del cerebro de un ratón al cerebro de un humano, hay motivos poderosos para suponer que en el humano la oxitocina puede cumplir un papel en lo que llamamos ‘enamoramiento’. Citemos las propias palabras de Matt Ridley: “Ciertamente yo no le puedo probar todavía que cuando las personas se enamoran, los receptores cerebrales de oxitocina y vasopresina son estremecidos (…) El cerebro humano indudablemente es más complejo que el de un ratón. Pero yo puedo señalar algunas coincidencias. Un ratón comparte mucho de su código genético con el humano. La oxitocina y la vasopresina son idénticas en el ratón y el humano y son producidas en partes equivalentes de los respectivos cerebros. La actividad sexual causa que la oxitocina y la vasopresina sean producidas en el cerebro del humano y el ratón. Los receptores cerebrales para las dos hormonas son prácticamente idénticos en el cerebro del ratón y del humano, y son expresadas en partes equivalentes del cerebro (…) ¿Quién se atrevería a apostar contra mí, que dentro de poco no podremos hacer algo parecido a una Titania de la actualidad?. Por supuesto, una gota de jugo de esa flor en los párpados no sería suficiente. Yo tendría que anestesiarla e introducir una cánula en la amígdala media de su cerebro e inyectar oxitocina allí. Yo dudo que pudiera lograr que una Titania de la actualidad se pudiera enamorar de un asno. Pero creo que habría una gran probabilidad de que se sintiera atraída hacia el primer hombre que vea al despertarse. ¿Sería usted capaz de apostar contra mí? (Me apresuro a añadir que los comités de ética impedirían que alguien acepte mi reto)” (1).
Asimismo, en una investigación reciente publicada en el ‘Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism’ se refiere que se comparó a 64 hombres con adicción al sexo con 38 hombres sin rasgos de adicción, y se encontró que los que tenían trastorno hipersexual tenían niveles más elevados de oxitocina (2).
Por otra parte, es muy importante referir los estudios sobre la química cerebral de la confianza. Por ejemplo, el investigador James K. Rilling y sus colegas en la Universidad de Emory, estudiaron a 36 personas y utilizaron tecnología de ‘Rastreo de Imágenes Cerebrales por Resonancia Magnética’, que permiten detectar cuáles áreas del cerebro se activan ante determinadas emociones de la persona que participa en la investigación.
En esas investigaciones, las personas podían establecer relaciones de cooperación y confianza o relaciones de engaño y desconfianza. Lo que se encontró es realmente muy agradable de conocer: Cuando las personas establecían relaciones de cooperación y confianza se activaban las áreas cerebrales conocidas como el ‘Striatum Anteroventral’ en la sección intermedia del cerebro, más conocida como ‘Centro del Placer’, y la ‘Corteza Orbitofrontal’ encima de los ojos, relacionada con el control de los impulsos y el procesamiento de las recompensas. Esas áreas cerebrales contienen las neuronas más ricas en dopamina, que es una sustancia neurotransmisora que se libera en el cerebro cuando hay sentimientos de placer asociados con el orgasmo sexual, ver a personas queridas como los hijos o el ser amado, el consumo de drogas como el alcohol, cocaína, marihuana, etc. Por ejemplo, cuando un hombre se excita sexualmente libera dopamina, que a su vez promueve la liberación de testosterona, la hormona que promueve el deseo sexual (3).
Asimismo, es bien conocido que la oxitocina, sintetizada en el hipotálamo del cerebro y secretada en la sangre por la glándula pituitaria, se libera durante las experiencias agradables como el orgasmo sexual (tanto en mujeres como hombres), comer con gusto, cuando la mujer amamanta al bebé, etc. Además, reconocidos investigadores del cerebro como Steven Quartz y Terrence Sejnowski encontraron en sus estudios algo que también es muy agradable de conocer: Las personas que cooperan y se tienen confianza secretan oxitocina en su sangre (4).
Todas estas investigaciones científicas sobre el cerebro tienen implicaciones importantísimas para temas como la moral, la felicidad, etc. En efecto, estas investigaciones evidencian que durante la evolución biológica que originó a la especie humana, se desarrolló una potencialidad para la cooperación y el establecimiento de nexos de confianza entre los miembros de una comunidad. Por ejemplo, usted amiga lectora o lector, habrá experimentado que cuando trata con personas con las cuales siente confianza, entonces usted se ‘siente bien’ y ahora sabemos que eso tiene su fundamento químico cerebral en la liberación de dopamina. Por el contrario, usted habrá comprobado que cuando está tratando a personas de las cuales usted desconfía entonces se siente mal…..¡En ese caso con absoluta seguridad su cerebro no está secretando dopamina!!!..
No hace falta decir que todas estas investigaciones sobre el cerebro humano tienen implicaciones muy importantes para asuntos como el tipo de sociedad futura que promueva la felicidad. Resulta muy obvio que ese tipo de sociedad tiene que promover la cooperación y la confianza entre las personas integrantes de la comunidad. NOTAS: (1) Pags. 41-48 en Matt Ridley (2003) ‘The Agile Gene’. HarperCollinsPublishers. (2) Pag. Web de Infobae, 11 de febrero de 2022 (3) Pags. 256 y 257 en Michael Shermer (2004). ‘The Science of Good and Evil’. Times Books., y pag. 36 en Michael Shermer (2005) ‘Unweaving the hearth’. Scientific American. October. (4) Pag. 257 en Michael Shermer (2004). Op. Cited.
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