Federación de Centros Culturales: foco de integración para Valera

Valera, vivida, leída, escuchada y sentida (III)

 

Desde hace mucho tiempo atrás, en un mundo cada vez más globalizado, que tiende a la homogenización y estandarización cultural con las que se han aspirado a imponer patrones culturales pretendidamente universales, en Valera a principio de las década de los 70 surgen voces vigorosas que se manifiestan desde la reafirmación de antiguas y nuevas identidades buscando evitar que la globalización se edifique sobre los despojos de la diversidad. Ese movimiento del que hablamos, se conoció como Federación de Centros Culturales, la cual demostró, que, a partir de la sociedad civil están cotidianamente demostrando que es posible, desde el arte y la cultura, contribuir a la organización y movilización de la sociedad en la búsqueda de espacios y oportunidades de desarrollo para todos.
La Federaciones de Centros Culturales, fue una muestra de cómo desde la culturase se pueden construir ciudadanía, organización, desarrollo económico local, y sobre todo un proceso de revaloración y autoestima.
Recordar aquel movimiento y sus contribuciones nos devuelve la esperanza y nos ayudan a seguir por esta brecha con la fe y la apuesta que podemos construir un futuro diferente para nuestra región.

 

Veamos su historial

 

Como hemos indicado al comienzo, sería el año de 1972 cuando un grupo de adolescentes y jóvenes que no llegaban a los 20 años emprendieron un arduo camino que al recorrerlo lo encontraron espinoso y nada fácil.
Ellos eran un grupo de chamos y chamas no muy números pero si muy trabajador y voluntariosos, con muchos sueños y esperanzas, siempre pensado en el futuro posible y al cual se aferraban con mucha fe. Entre mano tenían algo grande, proyecto serio de sueños capaces de realizarse como lo era, levantar una gran organización cultural. Ese primer intento se vería frustrado por algunas divergencias internas donde el aspecto político los arropó y algunos de ellos cayeron en las garras de politiqueros que quisieron meterle mano al proyecto para sus apetencias particulares. La inexperiencia propia de esa juventud, les pasó factura.
Aunque la mayoría realizaron trabajo por separado, no fue sino diez años después, 1982 cuando aquella original idea de nuevo despertó la chispa de aquella juventud futurista ya muchos más maduros y con la lección aprendida de lo que les había ocurrido anteriormente.
Los sueños estaban intactos, ese grupo fue colocando bloque tras bloque para edificar y cristalizar ese sueño, gracias a su empeño, constancia y perseverancia se fueron ganando la confianza y aprecio de la sociedad civil, entes públicos y privados, además de gozar del gran respeto por parte de toda la ciudad de Valera la cual los vía como una válvula de oxígeno para el desarrollo cultural.
Esa ciudad sumergida en una selva de concreto los ve crecer, sus madures se fue acrecentando y se notaba en su acciones. Se convierte en parte de la institucionalidad que integraba la urbe. Era el momento en que Valera no podía seguir de espada al movimiento cultural. Ellos, la Federación de Centros Culturales se convirtió para Valera en una solidad de integración. La FCC comenzó a significar para la ciudad algo similar a lo que era, la Iglesia San Juan Bautista, el Liceo Rafael Rangel, la Eloísa Fonseca, el colegio Salesianos. Hubo una integración total.
La visión de la FCC era el trabajar en diferentes concepciones enfocado en el propio hecho del significado de la cultura popular.
El trabajo cultural popular, no podía enfocarse solamente en lo artístico, ellos lo sabían. Una de sus principales metas fue aportarle a la comunidad las herramientas que le permitiera entender sus propias situaciones. A parte de brindar aportes en el área de la concientización de la comunidad, y facilitar las luchas de tipo reivindicativo. Conscientes que la cultura popular se produce dentro de un marco, en el cual deben estar al servicio del proceso de transformación.

 

Compromiso social

 

Todos quienes vimos florecer el trabajo planificado y creativo realizado por la Federación de Centros Culturales sabemos que, esta institución a pesar de los pesares, siempre salió adelante, ganado cada batalla, pues poseían gran voluntad, un enorme compromiso social y sobre todo una conducta intachable, rectitud y honestidad, factores convertidos en combustibles para la construcción de la más importante organización cultural de la ciudad de las Siete Colinas. Se apoyaron entre todos, todos fueron uno solo, uno solo era el objetivo: brindarle a Valera la organización cultura que requería. Hoy día como se les extraña.

 

Claves del
éxito

 

Siempre trabajaron para la integración, de cada uno de los grupos culturales de todo el estado Trujillo. Para lograrlo, primero consolidaron el proyecto y luego fortalecieron la organización.

A pesar de no contar con el mejor complemento, logística, presupuesto e infraestructura, nunca bajaron los brazos. Las limitaciones, en lugar de llevarlos a actitudes pesimistas, los conducían a aumentar sus esfuerzos.

La capacitación fue otro punto fuerte. Les facilitaba el camino hacia la auténtica articulación, les permitía aumentar los conocimientos en el área de la planificación. Además en otras ramas culturales como la, música, investigación folclórica, comunicación popular,

La Federación de Centros Culturales a punta de trabajo, mantuvo excelentes relaciones con las distintas instituciones oficiales, como fueron los casos de la Fundación para la Cultura y el Acervo Histórico de Valera, La Dirección de Cultura del Concejo Municipal de Valera, y la Coordinación de Cultura del Estado.

Esas relaciones exitosas le valieron para que en el año 1986 pasa a formar parte del Consejo de la Cultura del Estado Trujillo (COCET). Un espacio que aquellos muchachos y muchachas habían logrado ganar gracias al trabajo serio y organizado.

Repensar a
Valera es…

… Saber que, el arte y la cultura están estrechamente ligadas a esa búsqueda de sostenibilidad, pues son ámbitos de la vida humana que posibilitan a nuestras sociedades construir modelos de desarrollo más inclusivos, equitativos, auténticos y duraderos, en la medida que sean fruto de nuestra particular manera de ser y de entender nuestras sociedades y el mundo. EHG

 

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