Faustino Ojeda, encuentro con las palabras (II) | Por: Pedro Frailán

¿Por qué Faustino promulgaba estas ideas? Porque era un hombre verdaderamente formado para la política, no sólo desde un orden ideológico, sino desde una concepción suprema, su filosofía. Él conocía el criterio ético universal de Sócrates, el significado de la República y el Estado de Platón, la polis griega sustentada en Aristóteles y así con otros pensadores fundamentales para evolución democrática de la humanidad. Estaba claro de la importancia del pensamiento de la ilustración, para la consolidación de un nuevo Estado republicano que iniciaría la edad contemporánea, por ello, no fue un fanático de haz ideológico.

La prudencia y la observación, sobre todas las cosas, le daba la categoría de ser un hombre objetivo, yo diría un juez de los hechos, era una persona indicada para explicar sucesos, acontecimientos, vidas de personajes de Trujillo. La sinceridad al igual que la verdad siempre prevaleció, fueran acontecimientos históricos, políticos, culturales.

Reconoció, admiró y defendió los valores de identidad de la ciudad viajera, como la catalogara su camarada Briceño Perozo.  Sentía orgullo de la Muñeca de la Calenda, del mito la Peña Virgen de la Peña, de Conticinio y de Laudelino. De las instituciones de la ciudad, como del Centro de Historia, la biblioteca Mario Briceño Iragorry, personaje que respetaba y admiraba, siendo lector de sus obras: Mensaje sin Destino, Viaje a los Navegantes, La Traición de los Mejores, Diálogos de la Soledad, entre otros. De la arquitectura colonial, de la Catedral de Nuestra de Señora de La paz. Aunque no era creyente, sentía respeto por la iglesia cristiana y católica.

Humor a flor de piel

Contaba que cuando se fue casar, lo hizo con mujer católica, apostólica y romana, Doña Elena, de paso buena moza, pero había un problema, tenía que confesarse. Me las ingenié, dijo, en esa oportunidad estaba inspeccionando una obra en la iglesia, conversé con el Padre, le expliqué mi condición de ateo y comunista, llegamos a un acuerdo, tomamos un tema del evangelio, hicimos una discusión cristiana, en provechoso conversatorio salí absuelto de mis pecados y me casé por la iglesia. De esta unión nacieron cinco hijos; Ilma, Lourdes, Margoth, Francisco y Teresa. Lourdes y Margoth murieron a poca edad. Fue su único matrimonio, duró cincuenta y tres años, hasta al día  de su muerte. Sus hijos son el reflejo de los principios de su padre en gran parte y por su puesto de doña Elena.

Otras de sus atribuciones el buen humor, de cualquier situación construía un chiste, fuera en la Asociación  de vecinos de la parroquia  del Comité de Salud, de la parroquia Chiquinquirá, donde participamos, al igual lo hacía en la Asociación de jubilados  o en directorio del partido comunista, que a la  edad de ochenta y uno años participaba en todas estas organizaciones, era la voz de la conciliación, del respeto. Incluso, celebrándole este cumpleaños con un almuerzo en su casa,  hizo un paréntesis y pidió un deseo, cumplir otros ochenta y un años más, las risas comenzado por él no hicieron esperar.

Cuidaba su salud como un tesoro porque amaba a la vida, a mediados del mes de junio de 1996, se vanagloriaba de ser por primera en vez en su vida gobierno, ya que su partido había apoyado al Dr. Caldera, el lado opuesto de su corriente ideológica, reconocimiento que lo realizaba con humor. Se me acercó y me dijo que estaba preocupado porque le dolían las piernas y tenía algunos moretones, presiento que me puede provocar un infarto,  a mi edad es grave  y no me quiero morir. A los pocos días salió de Trujillo hacia Maracay; contando una anécdota jocosa, como sus ocurrencias, celebrando con una carcajada, se encontraron con la muerte y se  fue a la infinidad probablemente se halló con la libertad

Dos dejó

 Nos dejó  palabras, como dijo Octavio Paz en Libertad Bajo Palabra. “Palabra, una palabra / la última y primera, / la que callamos siempre, / la que siempre decimos, / sacramento y ceniza (…) Mi casa fueron mis palabras, mi tumba el aire”.

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