Las últimas semanas fueron de pesar y sufrimiento para la familia del ciudadano Rafael María Mogollón en la población de Betijoque, tras su fallecimiento. Irregularidades relacionadas con los diagnósticos aportados y malos entendidos, han expuesto a este núcleo social a un escarnio público que desde ya quieren limpiar, al comprobar que ninguno de sus integrantes posee el indeseado virus del Covid 19.
Marbelis y Rafael Mogollón, hijos del hoy occiso; expusieron que desde que su padre presentó serias afecciones de salud a comienzos de mes, debieron lidiar con situaciones propias del país relacionadas con el colapso del sistema de salud, que les hicieron evitar a toda costa la estadía de su ser querido en los hospitales de la entidad.
Calvario
En primera instancia, las fuentes resaltaron la tardanza de los profesionales de la salud para visitar a su progenitor, a sabiendas que tenía prioridad por ser un paciente cardiópata. Dijeron que se vieron en la obligación de buscar médicos de confianza para evaluar al señor Rafael y a su esposa Cira Matheus de Mogollón.
Se sintieron ciertamente aliviados al enterarse que Rafael no tenía problemas bronquiales y hasta fueron atendidos con placas de rayos x. No fue sino varios días después que entró en escena la doctora Anarelis Chaparro, epidemióloga de la zona.
Por temor a sufrir más de la cuenta, estos declarantes comentaron que su padre se negaba rotundamente a ser atendido en el hospital María Aracelis Álvarez de Betijoque, por lo que los certificados de sus evaluaciones se hacían de manera informal. Sin embargo, acotaron que la doctora Chaparro les notificó que Rafael Mogollón había salido positivo a la prueba del Covid, pero nunca mostró tal evidencia, ni de manera física ni digital.
Lo extraño de esta situación se produjo cuando el señor Rafael presuntamente apareció positivo, mas no su esposa; aparte que sus hijos reclamaron que no se cumplió el protocolo de evaluar a los demás allegados, para hacer un descarte de lleno que garantizara este hecho de salud pública.
Sin garantías de obtener tales certificaciones por falta de formularios, Marbelis y Rafael hijo resaltaron que solo obtuvieron un informe a mano alzada, en una hoja de reciclaje con la firma y sello de la mencionada doctora, por lo que fueron instados a llevar al señor hacia el hospital centinela de Valera, hecho al que se negaron, a sabiendas de las condiciones precarias en que se encuentra dicho nosocomio.
Cada día que pasaba iba empeorando la condición de su deudo. Ya descompensado, sus hijos explicaron que lo llevaron al MAA, siendo atendido por la doctora Norma Alvarado. Otra placa y examen de rigor reflejó que sus valores habían evolucionado para bien, aunque no les dejaron de recomendar que se quedara hospitalizado.
Respaldados por la enfermera Diana Briceño, quien colaboró con la colocación del tratamiento en casa, todo presagiaba que el paciente iba a mejorar, hasta que notaron que Rafael, popularmente conocido como “Concha de Piña” en el pueblo de Betijoque, presentaba inmovilidad en su brazo y pierna izquierda, así como en el rostro.
Últimas horas
Estando latente el temor de internarlo en el área Covid de ambos hospitales, estos familiares dieron el parte a la doctora Rosa Duarte, quien enlazó contactos con su colega Alvarado.
Fue entonces que surgió el diagnóstico de un Accidente Cerebro Vascular (ACV), por lo que hubo las recomendaciones de otros medicamentos y dosis de oxígeno. Horas después fue estabilizado, más sin embargo ya era cuestión de tiempo para que falleciera a las seis de la tarde del viernes.
No obstante, lo peor estaba por venir, cuando surgió la diatriba por el acta de defunción. Pese a su estado de gravedad, nunca observaron que se presentara al lugar la doctora Chaparro, ni siquiera porque pasó de un estado grave a crítico.
Con un informe sobre su pesar previo, los deudos acudieron al MAA y hablaron con el médico de guardia de apellido Paredes, de quien presumen cometió el error de firmar tal certificado de defunción con su diagnóstico, de manera abreviada y con la poca certeza de si era por Covid o no.
Lo cierto del caso es que con el cadáver siendo velado en su residencia, se presentó una comisión de las Fuerzas Armadas Policiales del Estado Trujillo (Fapet), donde exigieron el respectivo certificado, en el que se dejó entrever el caso de infarto y ACV del paciente, pero simultáneamente y como lo expresaron los declarantes, surgió una presunta denuncia de parte de la doctora Chaparro alegando que fue por Covid, por lo que fue cuestión de horas que se presentara una comisión del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) de la subdelegación Valera, para conminar al traslado del cadáver a la morgue del Hospital Central de Valera, pese a que estaba dentro de la urna en su propia casa.
Mal rato
Con este pesar para sus familiares, debieron lidiar con el asunto y la invalidación del certificado ante la presunción del Covid, pese a la informalidad de su diagnóstico previo. Aclararon que en ningún instante lo habían hospitalizado y que tampoco presentó síntomas de tan terrible enfermedad, sino el prenombrado infarto más los varios ACV que sufrió.
Ante esta confusión de hechos, el certificado definitivo fue firmado por el médico forense del Cicpc. El cuerpo fue retornado como si de paciente Covid se tratase, con todos los gastos que acarreó su funeral normal en primera instancia y ahora con los protocolos anti pandemia. Un duro golpe económico y psicológico para su familia, sin duda alguna.
Llevado directamente al Cementerio Municipal de Betijoque, por fin pudo ser enterrado; pero la molestia por tanta negligencia, burocratismo y falta de ética, les quedará como un amargo recuerdo. Criticaron que la doctora Chaparro ni se presentó como declarante frente al Cicpc, además que como allegados de “Concha de Piña”, ahora deben cargar con el estigma de una ciudadanía que los ve como portadores del Covid, aunque no es así.
Juan Pazos CNP: 15.605
Gráficas: Cortesía