La escasez de personal y de insumos en el Hospital Central de San Cristóbal hace más difícil la estadía para los familiares de los pacientes, quienes desde hace años se ven obligados a descansar en las aceras del primer centro asistencial del estado Táchira, porque no hay lugares acondicionados para salas de espera, y la falta de transporte público y gasolina, les impide movilizarse hacia sus hogares.
Los alrededores de la emergencia de adultos están rodeados de los familiares de pacientes, quienes se sientan en las aceras, cuidando sus bolsos, cobijas o colchonetas, esperando que los llamen para comprar algún medicamento, para conocer del estado de su familiar o para pasar a la hora de la visita.
Quienes requieren de una intervención quirúrgica deben esperar a que se abra un cupo, de acuerdo al médico que les corresponda, sobre todo en el área de traumatología que en la mayoría de los casos no se trata de riesgos de muerte.
Alejandro Murillo tiene a su hermano en el piso de traumatología, porque el pasado 21 de septiembre sufrió un accidente y presentó fractura de cráneo, de tibia y peroné en ambas piernas. Desde ese día espera por un cupo para ser operado por el médico al que le correspondió el caso, pero no lo ha logrado.
Cada día que pasa representa para él un gasto, y no cuenta con recursos suficientes, pues no es sólo quedarse con él en el hospital, adquirir comida e insumos, sino también la compra de una ampolla diaria de Clexane de 40 mg que tiene un costo de 170 mil bolívares soberanos.
“Es muy difícil porque hay que estar todo el día aquí pendiente de él porque no se vale por sí mismo, y comprar todos los medicamentos que piden adicionales. A veces hay los recursos, a veces no. Nos dicen que no tienen cronograma para la cirugía, porque no saben el cupo definitivo por el médico que le corresponde. Estamos urgidos de sacar a mi hermano Gerardo Murillo ya operado de aquí”, expresó.
En espera de cirugía también se encuentra el esposo de Katiuska Torres, quien sufrió un accidente en una finca y se le partió la rótula en dos partes. Su esposa denunció que en el hospital les han solicitado insumos que hay en los depósitos y lo saben por un amigo que les consigue lo que les niegan.
“Nos piden medicamentos que hay en el hospital, nos toca comprarlos pero los hay porque mi suegra tiene un contacto que trabaja aquí, que el señor nos ha ayudado a conseguir los medicamentos que son demasiado costosos y los tiene el hospital, pero como todo, tiene que tener uno una palanca para recibir esos beneficios”, expresó.
También les ha afectado la falta de personal, pues por la escasez de enfermeros y médicos no logran que el paciente, con herida abierta, sea limpiado las veces que le corresponde. “Tenemos que estar detrás de las doctoras para que lo inyecten y lo laven, porque como es una herida abierta tienen que estarlo lavando. Estoy aquí desde el miércoles y tenían como cuatro días que no lo lavaban y había que estar detrás de la doctora para que nos diera permiso. Estamos esperando un cirujano”, dijo.
La hija de Sonia Hernández está en la Unidad de Cuidados Intensivos –UCI- por una complicación en su embarazo. Son de Rubio, pero en el Hospital Padre Justo no hay personal ni atención para ese tipo de emergencias, por lo que el miércoles a las 11 de la noche tuvo que trasladarla al Hospital Central de San Cristóbal en el carro particular de un familiar, porque tampoco conseguían ambulancia.
Sonia está durmiendo en el suelo, sobre cobijas y colchonetas. Para comer depende de que algún familiar le lleve, pues asegura que los alimentos del centro asistencial son aguas en vez de sopas, y arepas pequeñas. “Tenemos que bañarnos aquí mismo y los baños tienen su desastre y debemos dormir en el piso como animales, es realmente difícil. No podemos movernos de aquí tampoco, porque piden medicinas a cada rato y uno debe salir corriendo a ver dónde las consigue”, relató.
La situación de ellos se repite en quienes ingresan al centro asistencial. Mientras quien escribe la nota estaba en la puerta de la emergencia haciendo las entrevistas, llegó una mujer con un dolor abdominal fuerte, que estaba siendo trasladada en un vehículo particular. El conductor se bajó y solicitó un camilla y la respuesta del vigilante fue: “aquí tienen que arreglárselas como puedan, no hay camillas, ni camilleros, ni sillas de ruedas, entren como puedan y arréglense adentro”.