Bogotá, 2 ago (EFE).- El anunciado restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela, rotas desde hace más de tres años, es necesario, afirma el excanciller colombiano Julio Londoño Paredes, quien considera que el país se involucró demasiado en los asuntos de la nación caribeña.
Londoño es uno de los mayores conocedores de la relación con Venezuela pues fue ministro de Relaciones Exteriores durante los cuatro años de la Presidencia de Virgilio Barco (1986-1990), cuando le tocó manejar una de la peores crisis con ese país que por poco acaba en una guerra en 1987, y como oficial del Ejército, en los años 60, exploró todas las fronteras del país, tras lo cual creó la Oficina de Fronteras de la Cancillería.
«Creo que (el actual Gobierno) se involucró demasiado y no solamente se involucró demasiado sino que en un momento determinado los Estados Unidos consideraron que Colombia era un país que estaba totalmente listo para actuar de la forma como ellos estaban pensando con respecto al régimen venezolano. Creo que ahí, objetivamente, hubo un error del Gobierno», afirma en una entrevista con Efe.
La relación bilateral comenzó a deteriorarse en agosto de 2015, durante el Gobierno de Juan Manuel Santos, cuando el presidente Nicolás Maduro expulsó a miles de colombianos que vivían en Venezuela y cerró por primera vez la frontera en medio de las discusiones sobre la legitimidad de su Administración.
Posteriormente, el 23 de febrero de 2019, Maduro rompió relaciones diplomáticas cuando el líder opositor, Juan Guaidó -apoyado por el presidente colombiano, Iván Duque- que buscaba sacar a Maduro del poder, intentó ingresar a su país desde Cúcuta al frente de una caravana humanitaria.
FALTÓ INTERÉS EN LAS RELACIONES
«Me parece que no hubo interés en ningún momento de restablecer la relación con Venezuela porque había fundamentalmente una posición contra el régimen venezolano», dice Londoño sobre el argumento de Duque para no buscar un arreglo: que la ruptura la ordenó Maduro y que Colombia no reconoce su Gobierno por ser «una dictadura».
Sin embargo, el presidente electo de Colombia, Gustavo Petro, ya anunció que una vez asuma el cargo el próximo 7 de agosto reabrirá la frontera y buscará el restablecimiento de las relaciones, para lo cual su canciller designado, Álvaro Leyva Durán, firmó un acuerdo con el ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, Carlos Faría, para un «inmediato» nombramiento de embajadores.
«Desafortunadamente, pésele a muchos Estados o no les pese, el señor Maduro va a estar por lo menos hasta el año 2024 (en el poder). Entonces no tenemos otra opción sino entendernos con el señor Maduro por lo menos en los asuntos de carácter básico», agrega Londoño, decano de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.
En su opinión, «aún en momentos críticos y con serias diferencias, dos países como Colombia y Venezuela, que tienen, 2.219 kilómetros de frontera (…) con grupos armados colombianos en territorio venezolano, con más de dos millones de venezolanos ubicados en territorio colombiano», no se pueden «dar el lujo» de no tener al menos relaciones consulares.
«Eso no es posible, ese lujo nos lo podemos dar con cualquier otro país, pero no con Venezuela (…) Yo he sido de la visión de que hay intereses que prevalecen sobre esas actitudes de carácter político frente a determinados gobiernos», subraya Londoño, quien también fue embajador de Colombia ante Naciones Unidas, ante la Organización de Estados Americanos (OEA), en Panamá y en Cuba.
PROCESOS DEMORADOS
Con respecto a la rapidez con la que el Gobierno de Petro, que aún no comienza, quiere retomar las relaciones con Venezuela, advierte que ese es un proceso que debe abordar múltiples factores y por lo tanto «no consiste solo en sacar un decreto y nombrar un embajador».
«La relación económica, política y consular entre los dos países está acabada, destruida completamente desde la administración (de Juan Manuel) Santos. Entonces, hay que empezar paso a paso a ver cómo se reconstruye, cómo se empiezan a poner consulados. Eso tiene que ser de mutuo acuerdo, con determinadas potestades y condiciones. Después hay que ver la parte comercial, cómo va a funcionar, cómo va a ser el paso a la frontera», explica.
El exdiplomático añade que también hay «una serie de problemas fronterizos entre los dos países», como por ejemplo el de la inseguridad y la presencia de grupos armados ilegales que los dos gobiernos deben ver cómo van a manejar y cómo van a conversar «para evitar un conflicto en un momento determinado».
«La relación entre Colombia y Venezuela ha sido la relación de una montaña rusa, con enormes bajadas y enormes subidas», dice al recordar «el incidente de la corbeta Caldas hace 35 años precisamente, cuando estuvimos al borde de la guerra».
Ese incidente ocurrió el 9 de agosto de 1987 cuando la corbeta colombiana ARC Caldas entró en aguas del golfo de Venezuela, en una zona limítrofe, lo que provocó una movilización militar venezolana y acabó involucrando a lo largo de nueve días a las fuerzas navales y aéreas de los dos países. «Por unos minutos no nos fuimos a la guerra», afirma Londoño.
Después de eso, «se dio en menos de un año una vuelta de 180 grados a las relaciones entre los dos países y se llegó a tener en un momento determinado 9.000 millones de dólares de balanza comercial», añade el excanciller para explicar los giros que se dan en la relación con Venezuela donde una vez más el péndulo empieza a moverse hacia el lado de la conciliación.
Jaime Ortega Carrascal
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