ETICA Y POLITICA | Por: Antonio Pérez Esclarín

 

En los  contextos que estamos viviendo, de triunfo hegemónico del neoliberalismo y surgimiento de los populismos autoritarios que en América Latina olvidaron la ética más elemental y han sido devorados por la corrupción y el afán de mantenerse a toda costa y a cualquier precio en el poder, llegando  a asumir conductas dictatoriales y represivas, debemos colocar la ética en los cimientos de toda propuesta política  de transformación social.  Esto nos exige a los educadores populares que buscamos transformar la realidad, emprender  un profundo proceso crítico y autocrítico pues muchas de estas experiencias pretendidamente  progresistas e incluso liberadoras, asumieron el discurso de la Educación Liberadora, discurso que  quedó en mero discurso, pues las prácticas emprendidas han ido con frecuencia en dirección  opuesta. Por ello, la fidelidad a los  pobres y excluidos nos obliga a analizar críticamente los discursos que no son coherentes con las  formas y estilos  de vida,   las promesas que no logran soluciones, y la propuesta de  ayudar a los pobres a salir de la pobreza que nos ha hecho más pobres a las mayorías.

Necesitamos volver a recuperar la política como compromiso por el  bien común y por la defensa de los derechos humanos y de la naturaleza. No entiendo cómo todavía quedan  personas de buena voluntad  que, obnubiladas por el discurso  anticapitalista y antiimperialista, no terminan de caer en la cuenta  de que  muchos de los comportamientos de estas supuestas izquierdas, y la gran mayoría de sus  acciones, contradicen radicalmente lo que proponen y  prometen en los discursos. Por ello, debemos criticar y denunciar   toda práctica, sea de derecha o de izquierda, categorías que cada día tienen menos sentido,  violatoria de los derechos humanos y que busca   acumular poder en vez de usarlo para resolver problemas…

Al palpar las gravísimas  incoherencias entre palabras y vida, entre promesas y logros, hemos entendido con creciente claridad que el fin no justifica los medios y que ciertos medios niegan de frente los fines e imposibilitan su logro. Esto requiere  repensar y construir nuevas formas de hacer política, lo que nos exige a   los educadores populares pensar con rigor cómo construir una radicalización de la democracia como condición de futuro para los sectores populares, democracia sustantiva, que defienda y promueva la defensa y  vivencia de los derechos y deberes humanos como condición para la sana convivencia. Esto exige, entre otras cosas, sobre todo en el actual  contexto de Venezuela, defensa del derecho a la educación de calidad para todos, combatiendo tanto la mentalidad que quiere convertir la educación en una mercancía, como el desinterés del Estado que no asume su responsabilidad de garantizar a todos y todas educación de calidad, como requisito para ejercer una ciudadanía activa y responsable…

Posiblemente, una reflexión profunda sobre el poder y el modo de ejercerlo, arrojará luces para no tolerar conductas antiéticas y profundamente represivas y nos irá aclarando sobre la necesidad de reconstruir la política como búsqueda y sobre todo construcción del bien común lo que va a exigir  un fuerte liderazgo de servicio. El liderazgo de servicio parte de una opción de vida, donde lo importante es servir, no mandar o alcanzar o tener poder. Para el líder de servicio,  el poder no se entiende como un privilegio sino como una oportunidad para ayudar a mejorar las vidas de los demás.

 

 

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