La transición es una ola que va y viene, un puente, una necesidad y, a veces un comodín. La derecha la invoca cuando le conviene y, con los mismos argumentos, la desecha. Después del golpe de 2002 no solo fue una posibilidad, sino una imposición. Quienes financiaron la conjura, una vez abortada ésta, pusieron sobre la mesa la carta transitoria. Incluso la Usaid, mampara sin máscara del imperio, instaló en Caracas una oficina para la emperrada transición. Bonito se batía el cobre allí.
La izquierda y los disfrazados de tal también muerden en la palabreja. Cuando su modelo no da pie con bola, arguyen que no “estamos en socialismo, sino en una transición hacia el socialismo”. Esta frase sublima a los burócratas y la tienen siempre al alcance de la mano, como una pistola. El socialismo viene a ser algo así como el horizonte, ese espacio hacia el que siempre se camina y nunca se llega. Esta imagen me permite definir la transición.
La derecha antichavista se desgaja entre fracciones transitivas y facciones anti-transición. Este es un factor más de división, entre otros 200. Incluso, los que apoyan la opción de tirar puentes o de caminar un trecho juntos (aunque no revueltos), barajan varios tipos de transiciones y condicionantes. Unos piden olvidar el pase de facturas. Otros exigen castigos ejemplarizantes, previa penitencia, contrición y arrepentimientos en plazas públicas de los chavistas, como si estos estuvieran clamando un vía crucis a cambio de entregar el poder. Tú me jodes y yo te empodero.
La oficina para la transición la instaló el imperio hace 16 años, creo que por Los Palos Grandes. La impaciente derecha ya no quiere nada de transitoriedad, sino un vuelo sin escala desde el distribuidor Altamira hasta Miraflores. Ha empleado como combustible las guarimbas, alimentadas con sangre inocente y dólares cómplices. Últimamente una facción se sale de ruta y en lugar del palacio presidencial, aterriza en Washington, Miami, Bogotá o Madrid. El gusto por ese itinerario la distrae –a algunos para siempre- del objetivo estratégico. Es por estos onerosos y mundanos extravíos que la anhelada transición se ha hecho perpetua, como una tesis de grado.
P.S: Les deseo una feliz Navidad y un 2019 que los haga olvidar el año viejo.
Felicidades.