Contradictorios lectores, lo prometido es deuda. El nombre, ajustado a lo que significa una gran nación, lo inventó el Presidente Mao. También se le ocurrió la brillante idea de hablar de las “superpotencias”. Algunos de ustedes piensan que tengo recuerdos positivos de mi época comunista-maoísta.
Tengo que ratificar, que lo único bueno que tiene mi paso por esa ideología, refiere a mi visión actual del mundo. Si no hubiera visto y comprobado la situación, “in situ” otra cosa sería mi vida. Pude ir, ver y venir. Darme cuenta de la realidad.
Hecha la aclaratoria, por si acaso, paso a narrar. He contado en oportunidades, Mao resumía en sí mismo, una paradoja terrible: un genio en teoría política, que no aplicaba y el responsable de la muerte de millones de personas. Así se le ocurrió un día hablar de las superpotencias, poniendo el dedo en llaga y pasar a explicar, el por qué un país se podía transformar en una superpotencia, con “espíritu de gran nación”.
Hizo la advertencia a los chinos, de que era una posibilidad y una tentación. Alcanzado ese nivel de desarrollo, el de una superpotencia, mezclado con una enorme población; se requiere de una tradición fuerte religiosa e histórica; con una civilización y una cultura en donde la nación tenga una identidad consolidada. (¿se refería a China?). Señaló, ese es un gran peligro.
Contradictorios lectores, esa sensación del “espíritu de la gran nación” se siente, se puede apreciar, al llegar a China, también a Estados Unidos. Aunque ustedes no lo crean, el otro país que he visitado – donde hay esa sensación es Brasil. No en cualquier parte, en Sao Paolo, en Río de Janeiro hay esa avasallante impresión que explica ese “espíritu”. ¿Cuál sería esa manifestación que nos hace sentir, a quienes notamos ese “espíritu”, tan pequeños e insignificantes en el contexto del planeta? Una mezcla de todo lo narrado. Ese impulso, al no combatirse desde las entrañas del país, los hace prepotentes, autoritarios, descalificadores, entre otras maneras de ser. Hay un pensamiento de minusvalía, de inutilidad.
Creo, en parte, esto contribuye al mal manejo de la ideología, de forma constante y sistemática, en el ámbito de los comunistas. Mientras en democracia cada palabra, cada discurso que se acompaña con una acción correspondiente, contribuye al cuestionamiento, a la disolución y a un cambio en esa materia. Volveré sobre el tema.