11 niños han fallecido por desnutrición en el estado Táchira en los meses de enero, febrero y marzo. Es la cuenta que maneja el Registro Municipal de San Cristóbal, desconocen si hay otros casos que no han sido registrados
Por Mariana Duque – Los Andes Semanario del Táchira
Comer en Venezuela se ha convertido en un lujo. Lo que en otros países es algo básico, en esta nación sudamericana se ha vuelto un sufrimiento. No hay sueldo que aguante ante la hiperinflación, y por lo tanto, las secuelas en los cuerpos de niños y adultos que han dejado de alimentarse, o que comen tan solo una vez al día, son evidentes.
En el Táchira el Registro Municipal de San Cristóbal ha tramitado 11 actas de defunción por desnutrición entre los meses de enero a marzo, de niños en edades comprendidas entre los2 a 6 meses de edad, provenientes de Caracas, Barinas, y de los municipios tachirenses: García de Hevia, Junín y Seboruco.
Los niños fallecieron en el Hospital Central de San Cristóbal, a donde ingresaron por otras patologías, desencadenadas por el bajo peso, producto de la mala alimentación, o que tan sólo sus padres pueden darles una o dos comidas al día.
Médicos del primer centro asistencial advierten que hay menores que permanecen con vida una o dos semanas cuando ingresan, pues ya sus órganos no dan para más. Destacan que los que sobreviven, tienen un daño neurológico que no se supera así recuperen el peso adecuado, por lo que comparados con otros niños de las mismas edades, pero con una alimentación adecuada, tendrán de por vida un cierto nivel de retraso.
DOS HIJOS CON DESNUTRICIÓN.
El joven nació con parálisis cerebral, retardo en desarrollo y autismo. Actualmente pesa 22 kilos y mantiene fiebres altas, por cuanto la neumonía habría sido generada por la contaminación ambiental existente en la localidad de La Fría, municipio García de Hevia del Táchira, en donde no hay servicio de recolección del aseo urbano desde el mes de diciembre.
Le enviaron un medicamento proteico, pero no lo consiguen en Venezuela. “Aquí me han vendido vancomicina a 1 millón 800 mil bolívares y otro medicamento a 1 millón 400 mil bolívares. Los médicos me piden que busque, las enfermeras me regalan centros de cama para que le ponga como pañales y se los pego con tirro, porque no tengo como comprarle”, relató Quintero.
Silvia tiene dos hijos más, de 16 y 13 años de edad, el mayor también tiene desnutrición, de acuerdo a la alerta que le realizaron en el liceo, pesa 38 kilos. Ambos se alimentan en la institución educativa y cuando pueden le llevan algo de comer a su hermano de 15. “Comen sopa en el liceo, a veces arroz y caraota. Aquí en el Hospital Central a mi hijo de 15 años le dan un agua con cebolla, una arepa dura y un vaso de té, dan las tres comidas, pero casi todo es lo mismo, una vez a la semana le dan fororo sin leche, y él necesita leche porque está desnutrido”, expresó.
Ambos hijos de Silvia sufren de desnutrición porque ella recibe de salario 150 bolívares semanales, limpiando casas. Es madre soltera, no tiene quien la ayude. “Solo consigo para la comida del día, a veces una comida al día o dos. A veces compro un kilo de arroz, o cuando llevan el Clap, yo tenía un año sin recibirlo. Es mucha humillación porque uno tiene que tener el carnet de la patria y marcar un código”, dijo.
Teme que su hijo de 15 años muera por no tener como darle lo que necesita, mientras tanto vive de la caridad de los familiares de los demás pacientes, y de quienes se apiaden de su situación.
CON BAJO PESO Y DESATENDIDA.
Una niña de 3 meses de edad falleció por desnutrición el miércoles 8 de febrero de 2018 a la 1 de la tarde en el Hospital Central de San Cristóbal, en donde según denuncia de sus padres, tardaron 48 horas en darle atención primaria, lo que habría empeorado su cuadro clínico.
Llorando, Leidy relató la situación de su pequeña, quien nació pesando 3 kilos y diagnosticada por los pediatras con desnutrición, por cuanto ella no pudo alimentarse bien en medio de embarazo, a pesar de que se mantuvo en control prenatal.
Explicó que su hija estaba siendo atendida en un hospital de Caracas, donde le recomendaron el uso de una leche específica y ciertos medicamentos que la habían mantenido estable, hasta que Leidy tuvo que viajar con ella a la ciudad de Cúcuta para retirar un mercado, pañales y los medicamentos que su esposo había comprado.
Cuando estaba comprando en San Antonio del Táchira el pasaje de regreso a Caracas, a la niña le dio un cuadro diarreico y fiebre que la obligó a llevarla al hospital de la localidad, en donde le determinaron además de la desnutrición un cuadro de deshidratación, por lo que la remitieron en ambulancia al Hospital Central de San Cristóbal.
A pesar de que la menor ingresó a la emergencia pediátrica, no recibió hidratación sino hasta 48 después. “A ella la pasaron al día siguiente a piso, y a los dos días fue que le cumplieron la hidratación, por lo que a la niña no le podían agarrar vías, porque estaba totalmente deshidratada. Tratando de que se salvara yo le daba suerito oral, no le dieron la atención necesaria, le dije a la doctora que porqué hacía eso, si mi niña estaba deshidratada y no le habían dado nada. Yo le daba suero oral, pero no era suficiente, bajó 600 gramos de peso en 12 días que estuvo hospitalizada. La atendieron a lo último cuando se estaba muriendo”.
Indicó que al morir, le hicieron otros estudios a la pequeña, los cuales determinaron que tenía neumonía y una bacteria estomacal, con la que no habría llegado al Táchira.
NOS PEDÍAN TODO.
El padre de la pequeña, David Coa, denunció que a pesar de que observó que en el primer centro asistencial del estado Táchira había ciertos insumos, médicos y enfermeras les pidieron desde guantes, hasta inyectadoras, soluciones, gasas y exámenes médicos.
“Cosas que habían en el hospital no los negaban, teníamos que comprar hasta la hoja para la historia médica. A pesar de que compramos todo la niña no fue atendida como debía ser”, agregó.
Relató que se fue a trabajar a la ciudad de Cúcuta porque en Caracas ya no tenía trabajo y estaba pasando hambre. “Ya había vendido mi carro, mi moto, para darle de comer a mis hijos. Preferimos pasar hambre nosotros que verlos a ellos sufrir. Tenemos casa propia, pero ya ni eso es garantía de una buena vida. En el año 2006 trabajaba en el Metro de Caracas y ganaba 7 millones de bolívares, con eso pude levantar a mi familia, pero ya de eso no queda nada, sino hambre”, expresó.
Llorando, manifestó que no ha podido sacar su pasaporte, el de su esposa e hijos, pero que si lograra hacerlo se va del país a trabajar en cualquier horizonte que les permita a sus hijos estudiar y tener un futuro. “No quiero volver más a Caracas, porque allá se vive en miseria”, dijo.
Aseguró haberse sorprendido de que en el Táchira se consigue harina, arroz y azúcar, aunque sea del vecino país, porque según afirmó, en la capital venezolana ya ningún supermercado tiene, y para acceder a los alimentos del Comité Local de Abastecimiento y Producción –Clap- tiene que esperar más de 4 meses y rogarle al consejo comunal.
Carmen vive con su hijo en el municipio Torbes del estado Táchira, el cuarto más pobre del país. Tiene 70 años y su hijo de 37 está en silla de ruedas. Ambos dependen de la ayuda que les da una hija, que a su vez tiene tres hijos y se gana 200 bolívares semanales limpiando casas.
Cuando el “Semanario de Los Andes” conversó con ellos tan sólo tenían arroz con agua para almorzar. “Es lo que mi hija logró traer. A ella también le cuesta alimentar a los niños, por ejemplo ellos hoy comieron fue una sopita de ahuyama, y tienen 10 y 12 años, están en edad de crecimiento y eso no es suficiente”, agregó.
Indicó que en donde viven no les llegan las cajas del Comité Local de Abastecimiento y Producción –Clap-, tampoco les han llegado los llamados “mercaditos” que entrega la Gobernación del Táchira, por lo que se sienten desamparados en medio de una crisis económica que a diario les hace más difícil adquirir alimentos.
Como ellos viven centenares de tachirenses, quienes aseguran que los salarios no les alcanzan ni para comprar un producto de la cesta básica. La mayoría tiene dos o tres trabajos, con los que escasamente logran comprar un cartón de huevos, una harina pan, o maíz pilao para hacer arepas. El que solo gane salario mínimo, sus comidas son agua de huesos, agua con sal o agua con alguna verdura.
**Texto publicado en Los Andes Semanario del Táchira edición 111