La Casa de Paso la Divina Providencia fue habilitada por la Diócesis de Cúcuta y recibe apoyo de Caritas de Colombia. Más de venezolanos son alimentados diariamente en este lugar
La crisis humanitaria que vive Venezuela en materia de salud y alimentos, producto de la hiperinflación que ha desvanecido los sueldos y salarios de los venezolanos, ha llevado a miles de connacionales a salir de sus fronteras buscando mejor calidad de vida en otros países, sobre todo de América Latina.
Colombia es el principal afectado. Para un venezolano de cualquier estado del país es sencillo cruzar el Puente Internacional Simón Bolívar, que comunica a San Antonio del Táchira con Villa del Rosario – Norte de Santander, y desde allí buscar qué hacer, la mayoría se dedica al comercio informal, duermen donde les agarre la noche, o cruzan el puente para dormir en Venezuela.
San Antonio del Táchira y La Parada de Cúcuta parecen un camino de hormigas, acompañado de las largas colas que se ven en Migración –Colombia y Venezuela-, porque la salida de venezolanos continúa siendo en estampida, sólo comparada por ONG´S internacionales con la de países en guerra.
Los controles fronterizos fueron reforzados por el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, durante una visita que realizó a la ciudad de Cúcuta en el mes de febrero. Para cruzar, así sea a comprar un arroz y volver, el venezolano debe llevar la Tarjeta de Movilidad Fronteriza –TMF-, de las cuales no expedirán más, o el pasaporte sellado en mano.
En la mitad del puente son sometidos a revisión viajeros, vendedores y compradores, quien no tenga el pasaporte sellado es devuelto a su país, quienes lleven menores de edad tienen que cargar consigo la partida de nacimiento y deben ser el padre o la madre, o en caso de ser un abuelo o tío, tiene que contar con un permiso de traslado notariado, esto para evitar el rapto de menores.
Pero así como hay controles para el paso, también hay atención del otro lado para el venezolano. El Jefe de Estado del vecino país, dispuso a la Cruz Roja Internacional al lado de Migración Colombia, para atender a quienes están en cola esperando sellar, a personas que presentan problemas de salud, y a viajeros con boleto en mano que salgan de sus fronteras en pocas horas.
También hay comedores populares que atienden al venezolano de paso y al que está laborando con el comercio informal, ayudándolos a que sea menos pesada su carga.
DIVINA PROVIDENCIA.- Entre 800 y 1000 venezolanos se alimentan diariamente en la Casa de Paso de la Divina Providencia, ubicada en La Parada de Cúcuta –sector Villa del Rosario-, al frente del Centro de Atención Transitorio de la Cruz Roja Internacional –a unas 8 cuadras del Puente Internacional Simón Bolívar-, como parte de la acción humanitaria emprendida por la Iglesia Católica de Colombia.
Fabiola Ruiz Mantilla es la coordinadora de la Casa de Paso, en donde hay prioridad de atención para niños, mujeres embarazadas y personas de la tercera edad, aunque se ven ingresar de todas las edades, sexos, y hasta con sus ventas ambulantes de chupetas, audífonos y café.
Anteriormente atendían a 3000 personas, pero como los recursos son limitados, y el gobierno colombiano ha buscado la manera de que en su país queden sólo los venezolanos que están trabajando, y que se atienda a los viajeros, disminuyeron la cantidad de alimentos.
200 almuerzos son financiados por Caritas Colombia y los demás los otorga la Diócesis de Cúcuta, a través del padre David Cañas, quien fundó la Casa de Paso. En el lugar dan jornadas de oración antes de los alimentos, con las que buscan llegar al corazón del venezolano que está en situación de crisis.
“Hay gente que está trabajando aquí con las uñas, gente que viene de San Cristóbal, de San Antonio, de Rubio, del interior del país, vienen por su desayunito o su platico de almuerzo, se alimentan y se van, todos los días es la misma rutina… Damos jornadas de oración porque hemos notado que el venezolano es muy duro para orar, y todos necesitamos de Dios”, expresó.
Unas 35 personas trabajan como voluntarias en la Casa de Paso, de las cuales 20 son venezolanos que laboran en Colombia y se entregan a esta labor, o que buscan la manera de trasladarse a otros países y reciben ayuda a través de la Iglesia colombiana.
Quienes ingresan tienen un ticket en la mano que es entregado a tempranas horas del día en las puertas del lugar. Adentro, de lado izquierdo, están dispuestos unos comedores con techo, de lado derecho las ollas, vasos y platos, y al fondo los comedores de los niños. Una tarima con música cristiana los anima.
Hacen filas de 10 personas para ir retirando su plato de comida con jugo, la cantidad es pequeña, pero suficiente para quienes no tienen acceso a la alimentación. Los voluntarios usan guantes y tapabocas, cumpliendo con las normas de higiene de este tipo de casos.
“VIVO EN LAS CALLES”.- América Franco tiene 60 años de edad. Vivía en el estado Carabobo y trabajaba como costurera de ropa de niños, pero por los altos costos de los productos en Venezuela tuvo que dejar de hacerlos, y después de morir su esposo hace dos años, comenzó a pasar hambre y decidió cruzar la frontera.
Tiene hijos, pero hace años salieron del país y no recibe ningún tipo de ayuda de ellos, por lo que quedó sola, y en su soledad espera salir adelante en una nación donde no tiene familiares, ni amigos.
Le duele su situación, pero también le duele la Venezuela que recuerda como la más bonita, pero también como la más abandonada. “Aquí estoy trabajando, vendiendo café y duermo en la calle. Me da miedo, pero no puedo hacer más nada. Gracias a Dios los policías han sido buenos conmigo y me dejan a un ladito. Espero con la venta de café a la larga poder rentar algo, en Venezuela ya no tenía opción de trabajo”.
“PASANDO TRABAJO”.- José Quintero, es de Valencia- estado Carabobo, tiene 4 meses trabajando en Cúcuta y viviendo en San Antonio, municipio Bolívar del estado Táchira. En Valencia era comerciante informal y decidió irse a trabajar en la frontera porque su familia estaba pasando trabajo, lo que ganaba no les alcanzaba para alimentarse bien y comprar medicamentos. Sus hijos, esposa y madre se quedaron en Venezuela, mientras él a diario viaja de San Antonio a Villa del Rosario y viceversa, con el fin de ahorrar pesos y enviarles.
“Es fuerte abandonar el país, pero viendo la necesidad que tenemos salimos a otros lados buscando una alternativa, confiando en Dios que nos sustenta todo. Aquí –Colombia- es fuerte, pero se consigue, en Valencia no se consigue nada. Mi mamá está enferma y aquí puedo ayudar con sus medicinas”, expresó.
Diariamente va a comer en la Casa de Paso, por lo que agradece a los colombianos la generosidad que han tenido con quienes han salido de Venezuela porque su situación económica es crítica.
Cruz Roja Internacional atiende a viajeros
Al cruzar el Puente Internacional Simón Bolívar, y llegar al sector Villa del Rosario en Colombia, la Cruz Roja Internacional dispuso a un lado de la sede de Migración un punto de atención al ciudadano, donde el venezolano viajero tiene acceso a internet, puede cargar la batería de sus teléfonos y llamar a sus familiares.
Quienes sufran algún percance de salud, reciben en este lugar atención primaria, y en caso de tal de ser un malestar que requiere mayor atención, la persona es trasladada a algún centro asistencial de la ciudad de Cúcuta.
Entre 60 y 70 venezolanos atienden diariamente, desde las 8 y 30 de la mañana hasta las 6 de la tarde. El personal de atención es de 10 personas aproximadamente.
Juan Carlos González, coordinador de dicho punto de la Cruz Roja, manifestó que con los pocos recursos que tienen buscan dar atención a los viajeros. “les ofrecemos llamadas gratuitas, cargar celular y tablets, gratis. Hacemos atenciones primarias de salud porque no somos un hospital, también les ofrecemos hidratación, hay un momento del día en el que les repartimos agüita, cuando ya empieza el calor más fuerte, dependiendo de lo que tengamos, porque los recursos también son limitados”.
En este punto de la Cruz Roja Internacional también evalúan qué venezolanos pueden ser trasladados al Centro de Atención Transitorio, lugar dispuesto por el gobierno venezolano para que los viajeros –personas con pasaporte y boleto en mano hacia otros destinos- puedan descansar y comer algo mientras es la hora de viaje.
“Deben tener el pasaporte sellado a Colombia, deben contar con el ticket de viaje y ser referidos por nosotros, allá pueden pasar una noche, o pueden en el día darse una duchita o descansar”, explicó González.
Más de 3 mil personas han hecho este recorrido desde que fue habilitado el centro transitorio, según uno de los funcionarios de Defensa Civil que prefirió no ser identificado. “Es mucha la gente que viaja a otros países, dicen que así como pasan necesidades en Venezuela prefieren irse a otro país a trabajar y tener al menos lo básico”. MD
Centro de Atención Transitoria
Roger y Andrés Peña, son hermanos, procedentes de Valencia. Fueron seleccionados para asistir al Centro de Atención Transitorio. Eran las 9 de la mañana y salían del terminal de Cúcuta hacia Lima- Perú a las 4 de la tarde. Personal de la Cruz Roja los puso en contacto con funcionarios de Defensa Civil, quienes los trasladaron caminando hacia el lugar dispuesto, a unas 8 cuadras del lugar.
Ambos caminaron con los dos funcionarios sobre las calles de tierra y el sol inclemente de La Parada. Semanario de Los Andes los acompañó para conocer su historia, mientras los funcionarios de Defensa Civil preguntaban por qué los venezolanos seguían votando por un gobierno que no les da calidad de vida.
Roger Peña tiene 40 años de edad, relató que en Perú no tienen familiares, amigos, ni conocidos, pero que se van a empezar de cero porque la situación económica en Venezuela es insostenible. “Es la decisión más difícil que hemos tomado, no sabemos qué nos espera, pero vamos decididos a salir adelante. Dejo en Venezuela a mi familia, toda una vida, soy Licenciado en Comercio Internacional pero desde hace tres años no tenía trabajo y me dedicaba al comercio informal, en los últimos años vivía del día a día y ya no se puede”, expresó.
Es divorciado y no tiene hijos. Su hermano dejó a su esposa y tres hijos, quienes son su principal motivación para trabajar en otro país y salir adelante. Aseguraron sentir angustia y miedo de qué será de ellos en Perú, pero tienen fe que todo será para mejor.
Están dispuestos a comenzar a trabajar en cualquier lugar digno, mientras se ubican en las áreas para las que fueron formados en Venezuela. Lamentan tener que salir de un país que les dio todo, en el que podían comer sin limitaciones, tenían seguridad y en la que con un sueldo podían adquirir alimentos, medicinas, vehículo y vivienda.
“A quienes se quedan les pedimos que no pierdan la fe, que den lo mejor de sí ya sea cuando se queden o si se van. A donde quiera que vayamos tenemos que ser íntegros, honestos y dejar el nombre de nuestro país en alto”, expresó Roger.