El drama maternal ha perpetuado la imagen de una madrecita sufrida y llorona, pero en las telenovelas, la madre es un arquetipo que puede venir en cualquier forma: villana, egoísta, castrante, liberada o devota, incluso puede no ser madre de sangre pero con un instinto maternal muy grande.
¡Yo soy tu madre!
La gran era del dramón maternal fue en los años sesenta. La génesis se dio en la mítica El derecho de nacer. En este clásico, María Elena del Junco se entrega por amor a un hombre que solo busca diversión. Al quedar embarazada, su villano padre Don Rafael se la lleva a la selva para esconder el «pecado», luego al nacer la criatura, lo manda a matar, pero la negra María Dolores, la nana, escapa con el niño y lo cría con sacrificios hasta convertirlo en doctor, mientras la verdadera madre llora en las sombras de un convento.
A inicios de los ochenta, Libertad Lamarque grabaría en México la telenovela Soledad, en este culebrón ella es ama de llaves de un millonario, quien al morir le heredaba la responsabilidad de cuidar a sus hijos con poco dinero. Había un secreto, uno de esos hijos, era el fruto de su pecado de antaño, lo que le hizo derramar muchas lágrimas.
Por esa misma época, en Venezuela, Esperanza Magaz se convertía en Querida mamá, interpretando a Ramona, una viuda que crió a sus hijos en un ambiente de grandes preceptos morales, por eso ve que su mundo se desmorona cuando su hija mayor (rol interpretado por Hilda Carrero), se relaciona con un hombre casado.
Abigail Guzmán (Catherine Fulop en Abigail) en un ataque de locura regala su hijo recién nacido a una vendedora ambulante, al recuperar la razón, llorosa lo busca por todos lados; cuando lo encuentra, lo ayuda sin revelarle el tan ansiado ‘¡Cheito yo soy tu madre!’. Asimismo pasó con Victoria Ascanio (Lupita Ferrer en Cristal), una agresiva mujer de negocios que ve su mundo amenazado por una advenediza a la que hay que erradicar, hasta que descubre que la odiada enemiga es la hija que un día dejara en un portal para evitarle una vida de miserias. Fue muy seguida por los televidentes.
Junto a estos ejemplos de amor materno, aparecían telenovelas experimentales que trataban de dejar caer la bomba sobre ese estereotipo maternal. Fue en 1977 cuando Delia Fiallo se atrevió a crear una madre de carne y hueso, de esas que se equivocan y se redimen. En Rafaela, ella describía la carga de Caridad Martínez (Ana Castell), una mujer como muchas del estrato humilde caraqueño. Siempre luchando contra la pobreza y contra las hormonas que la llevaban a tener seis hijos de padres diferentes. Aun así, Caridad era un modelo y un punto de apoyo para sus hijos.
Juana Crespo (Hilda Vera en La hija de Juana Crespo) era una mujer de origen humilde, de un mal paso de su juventud le quedó una hija: Diana. Juana como madre soltera, tiene que trabajar día y noche para sacar a su muchachita adelante. Juana siguió pariendo, pero no quiere para ninguno de sus hijos «la perra mala suerte» que ella tuvo en su vida. Una situación muy similar fue la que nos presentó Mimi Lazo como Gladys en Voltea pa’ que te enamores.
Los dramas maternales comenzaron a adquirir otro cariz y ningún ejemplo puede ser más representativo que Cuna de lobos, aquí Catalina Creel (María Rubio) cometía los peores crímenes en nombre de la devoción que sentía por su hijo.
Doña Bárbara (Edith González en Doña Bárbara): rechaza a su hija Marisela desde que nació, luego se enfrenta a ella por el amor de Santos Luzardo, al final se siente vencida por su hija, por lo cual desaparece de la región del Arauca dejándole como herencia a Marisela todas las tierras que alguna vez ostentó.
Para no olvidarlas
Mamasanta (Tania Sarabia en Cosita Rica): ser ciega no le impedía valerse por sí misma y trabajar en su panadería todos los días. Propensa al humor, ella es una madre universal capaz de percibir a través de sus otros sentidos lo que los demás no pueden ver con sus ojos: el alma de los que los rodean.
Lucía Suárez (Amalia Pérez Díaz en La Dama de Rosa): soportó estoicamente la deshonra e injusta prisión de su hija Gabriela, luchó por demostrar su inocencia, sin descuidar a sus otros hijos y a su amado nieto.
María López (Victoria Rufo en Simplemente María): una humilde campesina que pasando muchas vicisitudes, logra salir adelante con su embarazo. Luego del nacimiento de su hijo, decide superarse hasta convertirse en una exitosa y refinada profesional de la alta costura. Otro personaje de madre abnegada y ejemplar lo hizo Ruffo en Corona de Lágrimas, de la que pronto estrenarán una segunda parte.
Desde Brasil nos llegaron madres icónicas, como Maria do Carmo (Susana Vieira en Señora Destino), a quien le roban a su hija recién nacida. A partir de ahí, María se fija una única meta, recuperar a su hija cueste lo que cueste. Helena Viana (Regina Duarte en Por Amor) ella y su hija Eduarda dan a luz el mismo día en el mismo hospital… a la hija se le muere el niño y Elena cambia a su hijo con el fallecido, para que Eduarda no sufra. Otra Helena (Vera Fischer en Lazos de Familia), al enterarse que su hija Camila tiene leucemia y sólo un trasplante con un donante compatible puede salvar su vida; decide dar la luz a un bebé para que el niño pueda ser donante.
-María Isabel (Adela Noriega en María Isabel), una indígena que se sacrifica a sí misma para sacar adelante una hija que ni siquiera es suya. Inolvidable la escena cuando vendía sus trenzas para comprarle una muñeca a la desagradecida Rosa Isela.
-Andrea Santos (Angélica Aragón en Vivir un poco): una madre que tras 15 años de prisión regresa a México para recuperar el amor de sus vástagos, quienes piensan que es una asesina.
-Carmenza Suárez (Constanza Duque en Café) la dulce madre de Gaviota, la apoyó y acompañó en todo momento. Muy querida en la pantalla chica y más recientemente en streaming, con la interpretación brindada por Katherine Velez en el remake de esta novela que se convirtió en éxito por Netflix.
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