El Halloween tiene su origen en una festividad céltica conocida como Samhain, se celebraba el final de la temporada de cosechas y los antiguos celtas creían que la línea que une a este mundo con el otro se estrechaba con la llegada de esta fecha, permitiendo a los espíritus pasar a través de ambos.
Esta celebración anglosajona llegó a Latinoamérica por la globalización y Venezuela no fue la excepción, acá se adoptaron los disfraces y los típicos monstruos de las películas de terror clásicas, pero nuestro país es rico en su propia gama de criaturas místicas dentro de sus cuentos y leyendas; personajes nacidos de las entrañas de nuestro imaginar popular.
La mitología venezolana tiene su origen en las culturas africanas, indígena, europeay también la religión católica ha hecho sus aportes míticos. Estas creencias permiten el nacimiento de seres sobrenaturales que deambulan en las noches solitarias por nuestros andes, llanos, selvas y costas. Acá tres muestras de nuestros monstruos del folklore nacional.
El Ceretón
Es el espíritu venezolano por excelencia, también llamado duende “sobador”. Es una criatura diminuta que se encuentra comúnmente entre los estados Lara y Falcón. Este persigue con susurros y rascabucheos a las muchachas bonitas.
Muchas personas de Falcón, especialmente de los pueblos de la sierra, tienen anécdotas sobre el ceretón, un personaje que persigue mujeres, se hace invisible o se transforma en algún animal para pasar desapercibido, es capaz de acabar con cualquier familia cuando se lo propone.
El escritor Luis Romero Sierralta cuenta en su libro Ceretón cómo existe todavía en Pueblo Nuevo, de la península de Paraguaná, “La casa cerrada”, un lugar donde nadie se atreve a ir, porque según la leyenda hace tiempo mandaba un ceretón.
Según creencias muy viejas, el ceretón es un duende muy especial, pues no se trata de un aparecido, o un brujo, el sujeto si desea iniciarse se reúne con otros ceretones y después de varios rituales logra convertirse en algún animal o se vuelve invisible. Es entonces cuando, al desaparecer su imagen humana del espejo, se despoja de la ropa, hace con ella un bojote, que generalmente coloca junto a un árbol, y se va a cumplir su misión, que no es otra que ir a la conquista de la mujer que le gusta.
Muchas veces ella lo puede ver en sueños o en determinados momentos, pero lo importante para el extraño galán es hacerse sentir y reducirla por el temor. Comienzan a ocurrir en la casa de la joven extraños fenómenos, los techos son víctimas de un fuego misterioso y, sin embargo, no se queman, una lluvia de piedras no deja dormir a nadie, mientras vuelan sillas y mesas.
Pero el ceretón tiene puntos débiles, algunas veces su poder en una sola casa dura seis días y después de un lapso de inactividad reaparece. El invisible tiene que ir a buscar su ropa al mismo sitio donde la dejó, por eso en Falcón muchos jóvenes han sido víctimas de policías que al ver un bojote de ropas en el monte se la llevan y la meten en un calabozo, con la esperanza de que el ceretón entre en la celda y después no pueda salir.
La Loca de Ejido
La leyenda cuenta que en una hacienda de la antigua Villa de Ejido, Méridavivió Lorenzo, un muchacho de veinte años, quien al morir su padre se convirtió en el heredero de todos sus bienes.Es una leyenda de amor, muerte, locura y decepción.
En el medio de la hacienda y a la orilla del camino había una casita de tejas y paja, que estaba oculta entre los ceibos. Allí vivía Marta, una hermosa muchacha que todas las tardes esperaba que Lorenzo regresara de sus viajes al pueblo.
Una tarde como cualquier otra, Lorenzo llegó a su acostumbrado encuentro, pero ese día las cosas no salieron como de costumbre. Acá la narración de los hechos según la leyenda:
– ¿No podrás ir, Marta? -dijo Lorenzo, después de estrechar dulcemente la mano de su prometida.
– No, Lorenzo, es imposible; mi mamá ha seguido enferma.
– ¡No te vayas, Lorenzo, por Dios, no te vayas! Todos los años hemos ido juntos a Mérida, y no tengo valor para quedarme aquí sola por varios días, creyendo oír a cada instante las pisadas de tu caballo y buscándote en vano por las vueltas del camino. ¡Ah, qué triste debe ser este campo cuando tú estés lejos!
– Marta, -dijo Lorenzo enjuagándose las lágrimas de su rostro- tú sabes que no puedo quedarme, que debo ir forzosamente a Mérida con mi madre.
Luego de besarla, Lorenzo se apartó de su amada, tomó su caballo y partió desdibujándose entre los árboles y la oscuridad de la noche.
Transcurrieron tres días, y llegó el 26 de marzo de 1812. Repentinamente, en las calles abarrotadas de gente en Mérida, se estremeció la tierra de una manera espantosa, las construcciones se derrumbaron y espesas nubes de polvo se apoderaron de toda la atmósfera.
Al enterarse, Marta salió de su casa corriendo, perdiendo sus alpargatas y destrenzándose el pelo. La noche llegó, pero no fue impedimento para que la muchacha llegara a la ciudad. Al llegar allí estaba la madre de Lorenzo, Marta se acercó hasta ella. Lorenzo había sido sepultado por lo que había sido el templo de San Francisco, y allí estaba, bajo las ruinas.
Los ojos de Marta adquirieron una expresión extraña. No gritó, no lloró. Aquella niña frágil amaneció junto a las ruinas en donde había quedado su vida. Después de ese día, todos los años, en Semana Santa, se veía una mujer recorriendo las calles de Mérida, seguida por un grupo de niños. Aquella mujer era Marta, la infortunada joven, víctima de una pasión tan profunda como inocente, llevada por la mano del destino hasta la muerte.
El Silbón
Es un personaje legendario de Venezuela, especialmente de Los Llanos, es descrito como un alma en pena, la leyenda del Silbón surgió a mediados del siglo XIX y hasta hoy según los pobladores de la sabana silba por las llanuras.
Según la leyenda, El Silbón es el fantasma de un joven que asesinó a su padre y lo destripó por haber asesinado a su esposa diciendo que era una «mujerzuela» y que se lo había buscado. Tras este hecho, su abuelo mandó a atar al joven a un poste en el medio del campo, a destruirle la espalda a latigazos, que sus heridas fueran lavadas con aguardiente, y a liberarlo junto a dos perros hambrientos y rabiosos. Antes de liberarlo su abuelo lo maldijo y condenó a portar los huesos de su padre por toda la eternidad.
El silbido característico que maneja este fantasma van por las notas musicales do, re, mi, fa, sol, la, si, en ese mismo orden, subiendo el tono hasta fa y luego bajando hasta la nota si. Se dice que cuando su silbido se escucha muy cerca no hay peligro, ya que el Silbón está lejos, significa que está muy cerca. También se dice que escuchar su silbido es presagio de la propia muerte. Puede estar en cualquier sitio en cualquier hora. Tal parece que si se siente el silbido de lejos lo único que puede salvar a la persona es el ladrido de un perro, ya que es lo único que le aterra, un ajío un látigo. El ánima suele vengarse de los hombres mujeriegos.
Muchos habitantes de los llanos cuentan haberlo visto sobre todo en verano, época en que la sabana venezolana arde bajo el rigor de la sequía y el Silbón se sienta en los troncos de los árboles y recoge polvo en sus manos. Pero es principalmente en los tiempos de humedad y lluvia cuando el espectro vaga hambriento de muerte y ávido por castigar a borrachos, mujeriegos y de vez en cuando a una víctima inocente. Cuentan que les succiona el ombligo a los borrachos cuando los encuentra solos en el llano para beber el aguardiente que ellos ingirieron, y que a los mujeriegos los despedaza, les quita los huesos y los mete al saco donde guarda los restos de su padre.
Dicen que luce como un gigante alargado de seis metros que camina moviéndose entre las copas de los árboles mientras emite su escalofriante silbido y hace crujir, dentro de su viejo y harapiento saco, los pálidos huesos de su desafortunado padre.