El miedo y la incertidumbre siguen apoderados de los habitantes de El Tibú y el Catatumbo, zonas en las que el conflicto armado colombiano ha dejado en las últimas horas a decenas de muertos y miles de desplazados, en medio de un enfrentamiento entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) durante el cual los civiles han sido los más afectados.
Carlos Eduardo Ramírez, reportero gráfico del Diario de Los Andes y de medios internacionales estuvo en El Tibú y relató para este medio de comunicación cómo está el lugar y lo que le dijeron quienes permanecen en una zona de la que han salido unos 5.000 habitantes hacia el Norte de Santander y a la que, según información suministrada por el Comandante del Batallón del Ejército, Miller Morfeno, han llegado más de 3.000 desplazados del Catatumbo.
Las calles de Tibú tienen poca presencia de ciudadanos y la mayoría de los negocios están cerrados, aunque algunos han decidido activarse después de algunas horas de calma, como farmacias, supermercados y restaurantes. Vehículos de orden público y privados que transitan el lugar ondean banderas blancas, en señal de paz.
“Recorrimos las calles, algunas con presencia de la Policía Nacional y del Ejército Nacional quienes trabajan de manera articulada. Es muy grande el territorio de Tibú, Tarra y Catatumbo. De todas las veredas se baja la gente a buscar refugio en Tibú, donde ahorita está tranquilo el pueblo, pero siempre salió gente de aquí por el miedo a los enfrentamientos, muchas familias han recibido amenazas. He visto mucha gente llorar asustada”, relata.
Varias familias han sido desalojadas con helicópteros de emergencia, por recibir amenazas en las zonas rurales, incluidos los firmantes de paz. Otros en cambio, se han negado a salir de sus viviendas o fincas por cuidar sus pertenencias, sobre todo quienes tienen ganado. “Por seguridad sacan a las mamás y a los hijos”, describe el reportero.
Asegura que la llegada de ayuda humanitaria a través de helicópteros provenientes de distintas partes de Colombia es permanente, la cual es direccionada a los refugios en donde sobre todo hay niños, mujeres y ancianos. A diferencia del Norte de Santander, donde están entregando también alimentos e implementos de higiene y limpieza a las familias que están recibiendo desplazados en sus hogares.
Otras familias están deambulando en las calles de Tibú, según relata, porque los espacios están abarrotados de gente y prefieren estar por fuera, al menos durante el día. “Familias enteras están afuera, a la caridad de la gente. Hoy están pidiendo ayuda a la alcaldía de Tibú”, dice.
También hay un espacio habilitado para la atención médica, el cual cuenta con resguardo policial y militar.
La Policía de Colombia y el Ejército han refugiado en el destacamento a familias enteras que han logrado salir del enfrentamiento y posteriormente los trasladan hacia la ciudad de Cúcuta. “Gente que ha sido amenazada, que han tenido problemas. La policía y el ejército siempre salen a patrullar las calles, caminando en el pueblo y para algunos sectores se mueven en tanquetas blindadas”, agrega.
Refugios
Varios refugios han sido habilitados en Tibú para recibir a quienes están en movilidad, uno de ellos en una escuela en el centro de la ciudad, en donde hay ancianos y más de 500 niños.
Con su lente, Ramírez capta la inocencia de los más pequeños, quienes juegan con lo poco que sus padres pudieron sacar de sus hogares. Carritos y hasta pistolas de juguete, se observan en las manos de los menores de edad, que hacen amiguitos dentro de una situación que desconocen.
Colchonetas y hamacas han sido habilitadas para el descanso, en medio de las altas temperaturas y la cantidad de gente que vuelve más calientes los espacios.
Bolsas, bolsos pequeños y costales de colores llevan dentro lo poco que sus dueños pudieron sacar de años de trabajo y vida. Estos implementos ubicados al lado de las colchonetas y hamacas, más el rescate de sus familias, es su único hogar.
Los rostros de dolor de quienes han tenido que salir de sus hogares reciben a los periodistas y militares que pasan por la zona. No olvidan las horas de miedo, la incertidumbre no los desampara y pensar en la separación familiar los agobia. Esperan que todo sea una pesadilla y que la situación pase pronto.